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Esta conversación no propone un inventario de su desempeño como alcaldesa. Busca una conversación abierta y versátil sobre experiencias que incluyen las del poder, las de la inocencia cuando no se le tenía y de pensarlas cuando ya no se le tiene. Un primer enunciado: la hospitalidad, la solidaridad y el respeto por el otro fueron nuestros atributos primordiales. Perdimos eso, casi que sin advertirlo, en un proceso de más de 25 años. No le propongo hablar de la gestión de seguridad del Distrito. La pregunta es más escueta: ¿qué fue lo que nos pasó?

Es importante precisar que la inseguridad que hoy tanto nos mortifica no solo a Barranquilla sino a las demás ciudades capitales del país tiene un componente 'incidental', al que se refiere esta pregunta, y otro 'instrumental', que se origina del crimen organizado y tráfico de droga. Desafortunadamente, la ciudad hoy tiene de los dos. Los delitos incidentales, concretamente las riñas callejeras, intolerancia y lesiones personales, violencia familiar y atracos permanentes a las personas es lo que hace que sintamos que nos arrebataron la tranquilidad, de la que siempre habíamos gozado. No es fácil hacer un diagnóstico de lo que le pasó a la ciudad en las últimas décadas, pero lo cierto es que pasamos de ser una ciudad pionera y pujante, que nos llenaba de orgullo, a una ciudad que tuvo que afrontar momentos oscuros, en los que perdimos la institucionalidad, se quebraron nuestras finanzas, vivimos escándalos de corrupción y la desesperanza se apoderó de nosotros.

De otra parte, el destino nos otorgó unas instancias de violencia que no merecíamos. La violencia paramilitar nos llegó sin atender sus propias lógicas. Literalmente aquí no había guerrilla y por lo tanto no tenía sentido que buena parte de la dirigencia regional de las llamadas autodefensas convirtiera a Barranquilla en su domicilio principal. Pienso que, además, durante las últimas décadas del siglo pasado nos imaginamos estar blindados contra la violencia, según había ocurrido siempre, y descuidamos enfrentar con oportunidad e inteligencia el fenómeno. Eso, junto con el narcotráfico, instituyeron en nuestras barriadas pandillas, extorsiones y tráfico de drogas que con el tiempo adquirieron mayor peligrosidad, cobertura, y articulación con estructuras del crimen organizado. Toda esta crisis profundizó la pobreza y las desigualdades, deterioró la educación pública y los valores se invirtieron; lo que se sumó al fraccionamiento de las familias.

La buena noticia es que Barranquilla recuperó la institucionalidad y la inversión pública se ha priorizado en capital humano. Las mamitas embarazadas de nivel de ingresos bajos reciben un control prenatal durante todo su embarazo y tienen a sus hijos en hospitales de lujo, como lo hacen las mamás ricas. Luego, sus niños de 0 a 5 años reciben una atención integral que garantiza su adecuada alimentación, crecimiento y protección, y cuando entran al colegio reciben una alimentación escolar gratuita durante la primaria, gozan de una infraestructura de calidad, cuentan con un equipo de docentes y rectores comprometidos con la educación de calidad y tienen más oportunidades de educación superior. Es una nueva generación de niños y jóvenes que estamos formando, más seguros, ven la vida diferente, tienen aspiraciones y muy seguramente escogerán el camino de la educación y el trabajo, y nunca el de la violencia. Son proyectos de largo plazo, pero tengo la certeza de que la ciudad recogerá estos frutos.

No todo tiempo pasado fue mejor. Pinky, en su libro 'Los Ángeles que llevamos dentro', postula que la barbarie no es un logro de la modernidad, sino de un pasado oscuro, cruel y supersticioso. La disminución de la violencia sería el resultado de un complejo proceso civilizador. ¿A qué podemos atribuir que el progreso de algo más de dos lustros de Barranquilla no haya producido una violencia menor?

Lo paradójico en Barranquilla es que mientras nuestros indicadores de dinamismo económico, crecimiento de la construcción y de la inversión privada, reducción de pobreza y generación de empleo vienen mejorando de manera significativa, la violencia crece. Para poder entender este fenómeno, debo observar que si bien en el pasado éramos un remanso de paz, esto obedeció en gran parte a que nuestro territorio es plano, y para que los principales generadores de violencia como la guerrilla, paramilitarismo y narcotráfico funcionaran necesitaban zonas montañosas. Hoy, en cambio, el negocio de las drogas cambió, dejó de ser exclusivamente para la exportación y está atendiendo el mercado local en los principales centros urbanos del país. Además, el negocio de la droga dejó de estar en manos de los grandes capos de los 80 y 90´s, de la guerrilla o el paramilitarismo, para atomizarse en muchas cabezas conocidas como Bacrim, las cuales están al servicio del microtráfico, sicariato, extorsión y fleteo. En consecuencia, este tipo de delitos instrumentales, que tanta violencia están generando en Barranquilla y demás ciudades de Colombia, no puede resolverse solo con civilización, progreso u oportunidades de trabajo; sino con una Política de Estado seria, que comprenda esta nueva realidad. No es suficiente tener muchos policías o el Ejército en las calles haciendo control y vigilancia. Se requiere adicionalmente una Fiscalía mucho más fuerte en las ciudades, con grupos especiales para atender el crimen organizado, que realicen investigación, que reúnan pruebas y desmonten las estructuras. También el Estado debe resolver el problema del hacinamiento en las cárceles. Si no funcionan todos los eslabones de la cadena de la seguridad, muy seguramente la violencia seguirá creciendo en las ciudades.

La segunda mitad del siglo XX y lo que va del milenio bien pueden suponerse como el tiempo de los derechos humanos. El eje de los más recientes esfuerzos del progreso social, cultural, político, científico y tecnológico son los derechos de las minorías étnicas, mujeres, niños, homosexuales y animales, lo cual supone a su vez una agenda mucho más problemática que incluye, entre otras muchas cosas, fecundación in vitro, píldoras abortivas, células madres, clonación, manipulaciones genéticas, trasplantes de órganos, ondas gravitacionales, matrimonios del mismo género. ¿Qué opina de la clase de 'modernidad' que le tocó en suerte?

Muy afortunada por todos los conocimientos a los que podemos acceder hoy en día, y por la posibilidad de beneficiarnos con todos los avances científicos que se vienen dando. Entendiendo que los adelantos y el desarrollo tecnológico siempre deben darse en función de mejorar la calidad de vida de las personas y para garantizar entornos ambientalmente amables y sostenibles. En efecto, desde las comunidades primitivas las luchas del hombre han sido principalmente por la supervivencia y su bienestar. Ahora bien, a lo largo de las fases del desarrollo del hombre, este ha luchado por superar las barreras como la discriminación racial y de género, la esclavitud, la segregación por creencias religiosas, o limitaciones físicas; pero poco a poco hemos avanzado en consensos que beneficien a todos, independientemente de las diferencias. Siempre he creído que estamos en un mundo en el que todos cabemos y por eso es importante que dispongamos de las mismas oportunidades para desarrollarnos como seres humanos. No hay duda que hemos dado pasos importantes pero nos falta mucho para decir que tenemos una sociedad igualitaria o sin exclusiones, no solo en la distribución de la riqueza sino en el acceso a la información y al conocimiento. No se puede discriminar a nadie por su raza, género, religión, condición sexual, o limitaciones físicas, y por eso estos temas tienen que permanecer en agenda, ya que, a pesar de que en algunos casos hay legislación vigente, el verdadero cambio debe estar en la conciencia de las personas y en la actitud que asumamos frente a los demás.

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Noguera departe con unos niños beisbolistas en un parque de la ciudad.

Dediquemos un minuto a Dios. La nueva alianza de Dios con los hombres comienza con crucifixión. Un mundo nuevo atravesado por la muerte del inocente. Pongamos ese desasosiego en términos de aquellas preguntas de Alain Badiou. ¿Qué horror asedia la promesa? ¿Cómo responder al sacrificio inaugural?

Este minuto dedicado a Dios sólo puedo medirlo desde la óptica de la fe, de lo contrario me resultaría imposible asimilar el misterio de la crucifixión de Cristo como un acontecimiento capaz de provocar la reflexión de la humanidad, que lleva al hombre a dejarse encontrar por Dios para dejarse convertir y transformar su vida; teniendo como testigo al mismo hijo de Dios, que por nuestra salvación entregó su vida voluntariamente. La promesa de salvación de Dios no la encierra ningún horror diferente al pecado. Es decir, todo aquello que los hombres pensamos, decimos y hacemos contrario a nuestro bienestar y al de los demás; todo el bien que dejamos de hacer por anteponer nuestros intereses egoístas se convierte en la gran amenaza de la promesa Divina.

Es por ello que estoy convencida que el sacrificio inaugural de la nueva alianza de Dios con la humanidad, a través de la muerte en la cruz de su hijo Jesús, nos exige a los creyente una respuesta de justicia hacia los marginados, solidaridad con los que sufren, esperanza para los agobiados y paz para todos. Pero, ese sacrificio inaugural debiera también provocar una reacción positiva en los no creyentes, porque todos, creyentes o no, ocupamos la misma casa –la tierra- tan necesitada de sacrificios humanos que tiendan a vencer el mal haciendo el bien.

Hablemos de la guerra. No para redundar en los incidentes cotidianos de un proceso en marcha. Olvidemos, así sea por un instante, las lógicas del poder y de la fuerza, y olvidemos también la responsabilidad política de las partes para repensarlo todo desde las víctimas. Es decir, desde las lógicas del 'otro' del sufrimiento y de la compasión. ¿Cómo anticipa ese día en que los soldados, y en general los combatientes armados, vuelvan a sentirse simplemente humanos?

Uno de los mayores retos que plantea el escenario del posconflicto en nuestro país se asocia a los nuevos roles que estarían llamados a cumplir todos los actores armados de nuestra sociedad, dentro y fuera del marco de la institucionalidad y la ley. Si bien es cierto que la misión fundamental del Ejército Nacional es defender la soberanía, independencia e integridad territorial, así como también proteger a la población civil y los recursos privados y estatales, en un eventual posconflicto habría que revisar aspectos relacionados a su tamaño y funcionamiento. En igual sentido, la sociedad colombiana debe estar preparada para asimilar la reincorporación a la vida civil de miles de combatientes una vez dejen las armas. Por esta razón, no puedo imaginar o anticipar el día en que los soldados vuelvan a sentirse simplemente humanos, sino hasta que cese de manera definitiva el conflicto armado interno y se produzca la dejación real de las armas por parte de los grupos al margen de la ley, porque no existe en el mundo un factor más deshumanizador que la guerra.

De igual manera, no debemos perder de vista que en un país tan convulsionado como el nuestro, solo en un escenario de paz y convivencia seremos capaces de desarrollar plenamente nuestras posibilidades de humanidad. Parafraseando a Savater, así como a diferencia de los animales y las plantas los seres humanos no venimos al mundo programados por la naturaleza para ser humanos, sino que nos hacemos humanos en el útero social que nos moldea a partir de la cultura y la educación, está claro entonces que tanto soldados como civiles nos sentiremos verdaderamente humanos cuando decidamos avanzar juntos en el camino de la paz y la reconciliación.

Hans Jonás, en su libro 'El Principio de la Responsabilidad' (2), afirmaba que un niño supone una vulnerabilidad a priori, más exactamente 'una vulnerabilidad para el otro (…) aceptar que se muera un niño de hambre es un pecado contra la primera y más fundamental de todas las responsabilidades que puedan existir para el hombre como tal'. ¿A cuál reflexión le convocan las desnutriciones mortales de las últimas semanas?

Resulta inaceptable que en pleno siglo XXI, donde se supone que tenemos mejores niveles de desarrollo y que disponemos de mejores herramientas para garantizar el bienestar de todos, se presenten hechos tan lamentables como la muerte de niños por desnutrición en distintas zonas del país. Por supuesto el Estado tiene una alta responsabilidad de lo ocurrido, es evidente que ha habido una larga ausencia de controles efectivos en el uso de los dineros públicos, no solo para alimentación, sino también para el suministro de servicios de agua, alcantarillado, aseo y accesibilidad; como ocurrió en la Guajira a donde llegaron cuantiosos recursos por concepto de regalías y las comunidades indígenas siguen viviendo en condiciones de pobreza extrema. Sin embargo, la desnutrición también obedece a temas culturales y falta de educación, por ejemplo, hábitos de vida saludables, saber consumir los alimentos adecuados y entender que es más importante la comida del hijo menor que la del mayor.

Par mí la alimentación de los niños siempre fue una prioridad, ya que está ampliamente documentado que la nutrición es una herramienta poderosa para reducir pobreza, pues un niño alimentado es más saludable, crece más seguro, desarrolla adecuadamente su inteligencia y habilidades, asimila mejor su proceso de aprendizaje y en la edad laboral será mucho más productivo. Logramos que diariamente 40.000 niños pobres de 0 a 5 años tengan garantizado el 70% de las calorías que necesita al día, y que 90.000 niños de la primaria reciban alimentación diaria gratis. Ahora bien, para lograr una verdadera efectividad en esta inversión nos tocó generar capacidad institucional, un equipo de profesionales que velan diariamente para que los niños reciban una alimentación nutritiva y que los proveedores cumplan con los estándares pactados en el contrato. En otras palabras, se requiere decisión, presupuesto, control y compromiso de todos para que entendamos la verdadera importancia de la alimentación de los niños.

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La exmandataria, durante un recorrido por los caños, en el Centro de la capital del Atlántico.

No obstante avances a veces dramáticos de la mujer, sus derechos y sus logros, pareciera que la sociedad patriarcal se las arregla para que sean de, y para los otros. ¿Qué habría que hacer para que la mujer dedicara toda su energía a darse vida, autoestima, seguridad y goce ellas mismas, como género o como sujeto de historia? ¿Cómo se piensa a usted misma como mujer de un tercer milenio?

Entendí mi elección como la primera alcaldesa elegida por votación popular como un reconocimiento a la mujer barranquillera; por lo que me propuse conformar un equipo de gobierno con una participación del 50% de mujeres, capaz de darle un enfoque femenino a los procesos de toma de decisiones. Recuerdo que había escepticismo, me decían que no iba a conseguir tantas mujeres, o que si las conseguía seguramente renunciaban al poco tiempo. Sucedió todo lo contrario, conseguí mujeres del tercer milenio, que buscaban realizarse en la familia pero también en la sociedad. Excelentes profesionales que me acompañaron los 4 años, y las que partieron fue porque el Gobierno Nacional se las llevó por sus buenos resultados. Este caso es la mejor forma para mostrar que las cosas están cambiando. Si bien falta mucho para lograr una verdadera equidad de género, lo cierto es que hoy la mujer ha dado pasos importantes y empieza a verse a sí misma como un sujeto activo en la historia, no solo de su familia sino de la sociedad, demostrando a otras que tienen capacidades y talentos por desarrollar. Cada día es mayor el número de mujeres empoderadas abriendo caminos a quienes tímidamente se deciden. Cada paso es una motivación para que más mujeres se vean como seres humanos capaces de ejercer un liderazgo en todos los niveles. No obstante, aún tenemos un gran número de mujeres víctimas de la violencia en todas sus dimensiones y allí toca hacer esfuerzos mayores para que comprendan que merecen un proyecto de vida distinto, que pueden ser felices y vivir dignamente; porque el daño psicológico de una mujer maltratada, y de sus hijos, tiene un costo muy alto para nuestra sociedad.

¿Su mayor acierto?

Haber entendido que el 'poder' vale la pena si lo utilizas para trabajar con dedicación y compromiso por las familias más necesitadas. Mi mayor satisfacción es haber dejado una ciudad mucho mas justa. Según cifras del Dane, en 4 años la pobreza extrema se redujo en un 55% y la pobreza en un 37%. Esto no tiene antecedentes en el país.

¿Qué no volvería a hacer?

Nunca más dejaría de comunicar. Confieso que al inicio de mi gobierno no comunicaba lo que hacía y esto me lo cobraron caro. Afortunadamente, rectificamos con una mejor comunicación y nos ganamos la confianza de los ciudadanos.

¿Le gustaría ser alcaldesa otra vez?

Haber sido Alcaldesa fue una experiencia hermosa y enriquecedora, pero pienso que hay una nueva generación llena de pasión por la ciudad que se ha venido formando y preparando. Deben ser ellos los próximos líderes.