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Salía de su rancho en La Boquilla para llenar las redes de peces, guiado en el agua únicamente por su olfato de lobo de mar.

'Nací en la pesca', cuenta, debajo de un cielo que está a punto de incendiarse y sentado en una vieja piragua que parece que durmiera en la arena una larga siesta. Es Alcides Vega Valiente, de setenta años. No se molesta en recordar desde cuando empezó a vivir más en el mar que en la tierra. Tal vez no lo recuerda. Solo sabe que toda su vida ha sido, y morirá siéndolo, un pescador. Ha pasado por mares encrespados, por días de prosperidad pesquera y otros de escasez.

Desde hace unos años las cosas cambiaron. El mar fue el primero. Aquellas redes repletas de jureles, sierras y pargos, entre otros peces, empezaron a escasear.

Los pocos pescadores de antes se multiplicaron, la industrialización de la pesca, la contaminación y el recalentamiento global acabaron con los tiempos de las atarrayas congestionadas de peces, tras doce o más horas de faenas, mar adentro.

Llegaban a los sitios donde abundaban los cardúmenes guiados por pálpitos del corazón, por las ubicaciones de las estrellas o los sueños de las noches anteriores; por los presentimientos de sus mujeres y las protuberancias que veían en la lejanía de las líneas costeras. También por los colores del mar y los estados de la luna.

Ahora esto es a otro precio. Con sus dedos salitrosos y sus ojos cicatrizados por la rosa de los vientos, Alcides y sus viejos amigos de todos los tiempos siguen siendo aquellos lobos de mar, perdidos en los silencios del océano y del firmamento, pero con una ventaja de la época moderna, que les ha sacado sonrisas: ahora estos hijos del mar Caribe y del sol pescan con tabletas electrónicas. Sí. Con aparatos inalámbricos, de las nuevas tecnologías.

Guía electrónica

Ya no son aquellos que se lanzaban a las olas en sus barcas, guiados por la rosa de los vientos, ni por ninguna brújula invisible del corazón. 'Muchas veces íbamos y veníamos a la buena de Dios', confiesa Alcides. Escapar del ojo de una tormenta orientado por los pálpitos era una hazaña que se pagaba con sustos y angustias.

'Antes nuestros compadres nos convidaban a pescar y no sabíamos si nos íbamos a encontrar con los malos tiempos, las mareas, las tormentas. No sabíamos cómo regresar huyendo de las tempestades. Si la tierra estaba por allá, o por acá. Si las corrientes iban o venían. Ahora vamos a la fija', cuenta.

Él y sus compadres reconocen que la tableta electrónica 'es una bendición'.

Nikono Pineda, otro del combo experimentado que ahora confía más en lo que la tableta diga, que en los designios de sus sueños, cuenta que tienen, él y sus otros ‘apóstoles’, jornadas de cuatro de la madrugada a once de la mañana. Que llegan, comen algo y luego se internan al mar de nuevo de una a seis de la tarde.

Cuando la faena es buena pueden producir entre dos y tres millones de pesos (repartidos entre doce pescadores). Pero cuando los tiempos son malos, dice: 'Compa, ‘paila’. Ni modo'.

Esa es su vida

Entonces para pasar el trago amargo tiene que vender cervezas. O hacer marañas de albañilería. Hasta que el mar se apacigüe y se pueda volver a meter a pescar para traer a los suyos.

Herramienta vital

En La Boquilla y otros poblados de la zona norte de Cartagena se estima que hay más de dos mil pescadores y que ahora son menos que en el pasado. Otras actividades como el mototaxismo han alejado a muchos jóvenes del oficio, el más común de este corregimiento de afrodescendientes.

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Enrique Puerta Girado es el representante legal de la Asociación General de Pescadores Artesanales de la Zona Norte de Cartagena. Boquillero de pura cepa. Cuenta que hoy en este poblado bañado por el mar Caribe, a escasos quince minutos de Cartagena, casi una veintena de sus colegas hacen parte del programa de pesca con asistencia de tecnología inalámbrica digital.

'Unos se ayudan con tabletas electrónicas y otros con celular', dice Puerta.

Explica que el ejercicio empieza desde cuando salen a la faena. Con un programa en las tabletas los pescadores sacan sus cuentas. Contabilizan la inversión que hacen en las comidas que ingerirán en sus largas jornadas, mar adentro. También calculan los gastos de las carnadas, sean camarones o peces; y la gasolina de la lancha.

Una vez totalizados estos y otros gastos, saben al final cuáles serán sus ganancias netas, tras la venta de los pescados a las intermediarias, que a su vez los comercializan en el mercado de Bazurto y restaurantes de palmas de La Boquilla, todo un ritual en el que, por lo general, son mujeres las que esperan en la orilla todo el día que lleguen las lanchas y el desembarco de la pesca.

Después definir los presupuestos de gastos, viene un paso importante: averiguar en la tableta los datos para obtener una faena exitosa. Los pescadores consultan el estado del tiempo, actual y de las siguientes horas; las condiciones de las mareas; la dirección y la fuerza de las corrientes y con el GPS se orientan efectivamente hacia el lugar, mar abierto, donde están los bancos de peces. Con ello, explican, ganan tiempo y se les hace más productiva su labor.

Una vez definido el área en la que lanzarán sus redes, tiran al agua un 'sonar'. El aparato lo describen como 'una bola de béisbol' que flota en al agua y está conectada a la tableta electrónica. Este aparatico detecta las zonas de los cardúmenes y con ello, como dicen, 'vamos a la fija'.

La guía mágica

Así, entonces, los viejos pescadores de La Boquilla, que antes debían interpretar los días de faena por su sabiduría ancestral de genios del mar, actualmente salen aparatos electrónicos en mano y producen verdaderas pescas milagrosas, que contribuyen a mejorar los ingresos a sus familias.

Incluso, con un barco que les dieron en el Gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe, y que tiene dos años de estar averiado, se atrevían a ir varias millas alejados de las costas, ubicando grandes peces, como tiburones, peces espada y meros. Las tabletas electrónicas eran como la guía mágica en el mar.

Quizá, lo que más celebran es que las tabletas los alertan cuando se avecinan tormentas, que ponen en peligro sus vidas.

Antes de que los fuertes nubarrones se hagan en el cielo, el aparato inalámbrico hace sonar una alarma que indica que deben navegar de regreso, a ponerse a salvo de vientos y olas encrespadas. Es la misma tecnología la que les indica la ruta y así van confiados hasta regresar a sus hogares. Muchas veces demoran hasta seis horas en retornar y por eso el GPS es una herramienta fundamental porque les define las zonas por donde pueden navegar en forma segura y rápida.

Alcides, el lobo de mar, que vivió los días de gloria en el pasado. Y que después sufrió la escasez, lo dice sin pensarlo. '¿Que si pescamos más ahora con la tableta electrónica? ¡Sí, claro!'.

Así son ahora los tiempos de los pescadores 2.0 de La Boquilla.

Tecnología vs. Pobreza

Pescando con Redes Móviles es un proyecto que surgió en 2005 cuando el Centro de Investigación y Desarrollo en Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (Cintel) y la fundación ProBoquilla, de Cartagena, decidieron crear un programa para contribuir a la superación de la pobreza y el mayor uso y apropiación de las nuevas tecnologías. Con el apoyo de empresas del sector les entregaron tabletas electrónicas a los pescadores con procesadores y conectividad de banda ancha 3G o 4G.

Así como aplicaciones móviles preinstaladas adaptadas a esta comunidad, que ofrecen soluciones a las actividades de la pesca artesanal y cultivo de especies. Este programa ha incrementado el ingreso promedio de los pescadores en un 15%, según estimativos de Qualcomm Wireless Reach, una de las empresas vinculadas a la iniciativa.