Cartagena. Cuando empieza la Semana Santa, con el Domingo de Ramos, en cada rincón de las parroquias que acogen la tradicional celebración todo debe estar en su lugar. Los santos, que evocan a los fieles su cercanía con los actos litúrgicos, no son la excepción.
Son esculturas de más de un centenar de años, que ante los feligreses lucen majestuosas, con ropas relucientes, gracias a que detrás de cada una de ellas están quienes emplearon su tiempo y dedicación. Son profesionales con ‘manos santas’, dedicados a una labor que no todos pueden ejercer.
Uno de los más consagrados es Luis Carlos Torres Paternina, un joven nacido en el barrio Bruselas, en la ciudad extramuros, que pasó la mayor parte de su niñez en el barrio Boston, rodeado de pandillas y escuchando pesares, pero que decidió no dejarse contagiar por los violentos.
Inicio difícil
Convencido de su amor por el arte, se decidió por las artes plásticas. Obtuvo su título gracias a un convenio entre la Universidad Distrital de Bogotá y la Escuela de Bellas Artes en Cartagena, y luego se consagró como técnico en restauración.
Confiesa que sus inicios no fueron fáciles. En su barrio, donde para muchos los estudios profesionales no eran una prioridad, afrontaba burlas y chanzas de jóvenes que andaban en malos pasos, cuando lo veían recorrer las calles con sus lienzos y herramientas de trabajo al hombro. Sin embargo, Torres no se dejó desviar de su camino.
Desde 2002, cuando junto con cuatro estudiantes participó en la restauración del llamado retablo de la iglesia Catedral, con la guía del reconocido restaurador Salim Osta Lefranc, el joven Luis Carlos Torres asegura que ha sumado a su profesión nuevos retos ligados con la protección y cuidado de esculturas religiosas.
'Soy maestro en artes plásticas y técnico en restauración. Después de varios años de aprendizaje, en 2009, tomé la decisión de independizarme, y he tenido la oportunidad de trabajar en muchas iglesias de Cartagena y la Costa, en las que procuro rescatar el arte original de cada autor', manifiesta Torres.
Cada pincelada hay que trazarla con rigor, asegura.
Diagnóstico, lo primero. Dice que cuando recibe el llamado de alguna iglesia, su primer paso es realizar el mejor diagnóstico posible.
'Me gusta detallar muy bien la escultura o el retrato que voy a restaurar. En ocasiones, si se trata de un santo, me he encontrado con casos en los que les hace falta alguna parte, por ejemplo, un pie o una mano, y me gusta que la pieza que realizo para hacer el cambio conserve los patrones más originales posibles: color, textura y tamaño, entre otros', sostiene.
Según Torres, en la ciudad existen muchas esculturas y obras religiosas que datan del siglo XVIII, con un valor incalculable, y cuando trabaja con este tipo de elementos se esmera para que los fieles puedan apreciar los detalles en los que hizo énfasis sus autor.
'Existen esculturas o santos muy valiosos, pero muchas veces se comete el error de echarles encima demasiadas capas de pintura que ocultan la concepción real que tuvo su autor. Por eso, cuando trabajo uno de mis enfoques es retirar todo eso que, con el paso de los años, no permite apreciar el verdadero valor de este tipo de obras', agrega.
Entre sus trabajos recientes está la restauración de cuatro de doce esculturas de la tradicional iglesia de Santo Domingo, en el Centro Histórico de la ciudad.
En esa labor invirtió ocho meses de mucho trabajo y dedicación. 'En la iglesia de Santo Domingo trabajé recientemente en la restauración de San Pedro, San Sebastián, entre otras. Mi trabajo es por medio de contratos, espero que me llaman nuevamente para terminar la labor que hace falta', dice Torres.
Además de la iglesia de Santo Domingo, también plasmado su arte en iglesia de Santa Marta, Mompox, y Dimití, en el sur de Bolívar, donde restauró una histórica obra con la imagen de la virgen conocida como La Original, que cuenta con muchos devotos en esa zona bolivarense.
El joven restaurador, hijo de Luis Carlos Torres y Zeneida Paternina, dice sentirse muy agradecido con su profesión. Asegura que le ha abierto muchas puertas y se ha constituido en una forma de brindarle un buen ejemplo a sus amigos de infancia.
'En la actualidad vivo en el barrio Nuevo Bosque, pero tengo muchos amigos y personas cercanas en el barrio Boston, donde crecí, y me gusta visitarlos. Lamentablemente hay algunos que tomaron malas decisiones, pero también hay muchos otros con quienes comparto y les he podido demostrar que sí se puede salir adelante', concluye Torres.