'Cuando vi a José y a mi otro hermano degollados sentí tanto odio e impotencia que empecé a averiguar quiénes los habían asesinado porque quería venganza'.
Habla Rafael Gustavo Posso Parra, de 46 años. El hombre que superó el odio. Que supo perdonar. Que hoy dice que si no hubiera perdonado, como lo hizo, a los culpables de la muerte de su familia, estaría condenado por siempre a no tener una vida tranquila.
'Desde que perdoné empecé a dormir bien', dice, por donde va, contando su historia. Una de las tantas historias de la reconciliación en los Montes de María, tras treinta años de horror, de sangre y tristezas.
Rafael Gustavo, en la madrugada del 11 de marzo del año 2000 vivió la peor de las pesadillas.
Un comando paramilitar del Bloque Héroes de los Montes de María masacró a sus hermanos José Joaquín y Alfredo Luis y a su padre Joaquín Fernando Posso Ortega.
Junto con ellos fueron sacrificados otros nueve campesinos del corregimiento de Las Brisas, zona de la alta montaña de los Montes de María, en el municipio de San Juan Nepomuceno.
Fue una de las masacres que los paramilitares, al mando de Úber Enrique Bánquez Martínez, alias Juancho Dique; y Edward Cobos Téllez, alias Diego Vecino, cometieron en esta zona.
Rafael Gustavo y su familia fueron desterrados y por años sufrieron persecuciones y amenazas. Los acusaban de colaborar con la guerrilla y sus verdugos eran implacables. Su hijo de 8 años solía decir que cuando creciera iba a vengar a puños la muerte de sus tíos y abuelo.
'No me canso de decir que cuando a uno le matan a sus familiares y vecinos con ellos se van nuestros valores. Mi familia desde la masacre no es la misma, pero Dios me habló y todo quedó en mis manos, fue cuando dije: ¡vamos a reconciliarnos!', cuenta.
El proceso de perdón y reconciliación en los Montes de María, Canal del Dique y Cartagena es un ejemplo para el país, es pionero.
'No es solo un proceso de buena voluntad, sino hecho dentro del marco legal. Por eso decimos que no hay un proceso semejante en el país, en estos momentos', dice Arturo Zea, director regional de la Unidad para la Atención y reparación integral a las Víctimas.
Desde hace cinco años se inició el trabajo de reconciliación entre los viejos actores de la guerra con sus víctimas, especialmente las de los grupos paramilitares.
Zea reconoce que el proceso con los guerrilleros ha sido diferente y casi imposible, por cuanto existe el temor de que los jefes de estos, aún en el monte, tomen represalias contra ellos o sus familias, por acceder a este tipo de acercamientos.
Sin embargo, reconoce que lo que se ha hecho con los exjefes de las llamadas autodefensas y sus víctimas, es un paso importante para lo que vendrá después de que concluyan los diálogos en La Habana.
Lo de los Montes de María es, a escala nacional, un ejemplo de cómo se logra cerrar el ciclo de la guerra.
Han sido años de duras negociaciones. De diálogos. De temores. Pero también de frutos recogidos.
'Esto que se ha hecho aquí es un ejemplo para la paz que se nos viene', dice Zea, quien reconoce que el inicio del proceso no fue fácil.
Por ejemplo, alias Juancho Dique decía que estaba en una encrucijada porque si contaba la verdad de sus acciones lo cuestionaban y amenazaban a su familia; y si no, argumentaban que había gente detrás de él que quería manipular el proceso.
Un fuerte abrazo selló el perdón entre las víctimas y los exparamilitares.
En la Unidad de Víctimas tuvieron que trabajar a fondo con los organismos de seguridad del Estado para generar confianza entre los exjefes paramilitares. El caso de alias Geño es especial. Él decía que si le protegían a su familia seguía en el proceso. Se le consiguió y la historia de esta garantía de custodia familiar se regó por la cárcel Modelo, de Barranquilla, donde estaban los demás jefes paras, y dio credibilidad a los gestores del plan de reconciliación de la Unidad de Víctimas.
El día de la reconciliación. Avanzado el proceso, tras superar problemas, llegó el día de la erradicación del odio.
Rafael Gustavo Posso Parra y su familia se sentaron en una mesa, frente a frente, y Bánquez y los demás responsables de la masacre de su familia. Los exparamilitares pidieron perdón y los Posso los perdonaron.
Fueron momentos conmovedores. Se inició una especie de nueva vida para las dos partes. Tanto que el hijo de Rafael Gustavo, hoy de 12 años, y que solía decir que vengaría la muerte de su abuelo y tíos, el día de la inauguración del monumento a las víctimas, en la plaza de San Juan Nepomuceno, el año pasado, le dijo a su padre:
-Cómo me gustaría que Gustavo Cobos (jefe para de los Montes de María) estuviera aquí para darle un abrazo-. Claudia Ayola, secretaria de Víctimas y Derechos Humanos de la Gobernación de Bolívar, dice: 'No podemos limitar la construcción de la paz a lo que ocurra en La Habana. Tenemos que liderar programas aquí, en las regiones como lo ha hecho Zea y su equipo. Podemos decir que es el inicio de la reconciliación y se ha hecho con acento costeño'.
Agrega que este trabajo debe convertirse en un referente de cómo puede darse un proceso de reconciliación.
Hoy en los Montes de María soplan vientos de paz, aunque a veces ocurren hechos que hacen temer el retorno de días pasados de dolor y desolación. Pero persiste la seguridad y la esperanza de días mejores por venir.
Muchos han retornado a sus ranchos, a cultivar la tierra, a volver con los amigos y vecinos a tomar una taza de café hirviendo en la puerta de la calle.
La reconciliación ha surtido sus frutos. Porque, como dice Zea, los agresores también sacrificaron sus familias, sus vidas para convertirse en hombres de guerra y odios.
Hoy decenas de familias en esta rica región bolivarense viven en paz tras haber perdonado a los causantes de tantas matanzas en sus tierras, a las que las obligaron a salir a la fuerza.
Como Rafael Gustavo Posso Parra, dan testimonios otros, como Luisa Canaball, quien perdonó al verdugo de su madre. Ella dijo después de reunirse con los exjefes paras: 'Ya limpié el nombre de mi familia. Quedé en paz. Lo demás vendrá por añadidura'.
Otro testimonio es el de Tomasita Vidal, quien hace años fue sometida y violada por un paramilitar de San Onofre (Sucre).
En el libro ‘Reconciliación en Montes de María, Canal del Dique y Cartagena. Memorias de un proceso’, editado por la Unidad para la Atención y Reparación Integral a la Víctimas, de Bolívar, Tomasita dice que le puso el pecho a su tragedia, perdonó a sus victimarios y está sanando sus heridas.