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De solo pensar en volver al pasado a muchos habitantes del corregimiento La Mesa-Azúcar Buena, a 15 kilómetros de Valledupar, se les ponen los pelos de punta. 'Aquí la vaina era templada', dice Abelardo Madariaga, quien hoy tiene 27 años y fue reclutado por los paramilitares cuando apenas era un adolescente.

El Bloque Norte de las Autodefensas, al mando de ‘Jorge 40’, sembró el terror en la zona y el pueblo se convirtió en un corredor para más de 2.000 hombres que desde 1999 llegaron a este territorio para 'limpiarlo’ de la guerrilla'. Bajo ese propósito cometieron masacres, de las cuales aún los campesinos hallan vestigios. En algunos predios han encontrado enterrados huesos de víctimas que jamás fueron identificadas.

Uno de esos hallazgos lo hizo en enero de este año Madariaga cuando limpiaba una parcela para ponerla a producir. 'Es la parte ósea de una pierna', señala este hombre que vivió de cerca el conflicto. Dice que él apenas tenía 16 años cuando un grupo armado llegó a la finca donde se encontraba con cuatro hermanos menores y sus padres. 'Ellos nos metían sicología, eran los que mandaban y así me reclutaron', comenta.

Recuerda que había una finca que la llamaban ‘La Escuelita’, donde recibían entrenamiento militar y les inculcaban la ideología de la extrema derecha. 'Allí también llegaban los muchachos que venían reclutados de Valledupar', afirma.

PRESOS EN EL PUEBLO. Entre 1999 y 2006 los paramilitares se convirtieron en los dueños de la región. 'Aquí no había institucionalidad, aquí se hacía lo que ellos decían o uno era un muerto más', asegura otro lugareño que prefiere no revelar su nombre.

En ese periodo los habitantes de la localidad estuvieron prácticamente presos en su propio territorio. 'Uno no podía salir de aquí, y si lo hacía y no regresaba pagaban los familiares que se quedaban', indica Madariaga.

En esa época en La Mesa había una sola tienda que surtía a todo el pueblo. Justo en la esquina de ese negocio está una piedra grande que los hombres de las AUC pintaron con los colores de la bandera de Colombia. 'Era como un símbolo para ellos, no dejaban que nadie, siquiera, se recostara o sentara en ella', dice Onofre Gaitán, quien lleva 10 años como Inspector del corregimiento.

 

Pero la historia de la piedra va mucho más allá. Algunos cuentan que era el sitio donde los paramilitares tenían un retén permanente, revisaban los vehículos que entraban o salían del pueblo, pedían documentos a las personas, las requisaban y comparaban con una lista que tenían siempre en manos. No en vano el lugar fue llamado la 'Piedra de los lamentos' porque las personas que dejaban allí rogaban para que no las asesinaran. Hoy la roca está pintada de blanco y tiene huellas de pequeñas manos en señal de esperanza.

 

Gaitán señala que La Mesa fue solo un pasadizo de las autodefensas hacia la vereda El Mamón, que era donde realmente se concentraban los combatientes y estaban los comandantes y reconoce que aquella fue una época dura. 'Aquí los muertos los dejaban en la carretera', relata.

'Antes del 2000 esto primero fue un corredor de la guerrilla. Dicen que en esta zona delinquía el ELN, después llegaron los paramilitares y se tomaron el territorio. Hubo mucho desplazamiento, pero después de la desmovilización comenzó a recuperarse la calma, pues aquí quedó el Ejército y la Policía', detalla.

LA PRIMERA MASACRE. El 11 de diciembre de 1999 ocurrió la primera masacre en el corregimiento La Mesa, dos meses después de que las Autodefensas llegaran al territorio. Era de madrugada cuando unos ocho hombres del Bloque Norte, al mando de John Jairo Esquivel, alias ‘El Tigre’, incursionaron a varias viviendas y sacaron a seis personas que fueron amarradas y acribilladas en la vía principal.

Las víctimas fueron identificadas como Nelson Rafael Acosta Castro, César Elías Ropain Jiménez, Nelson Rafael Acosta Carval, Alexánder Mora Quesada, Roque Manuel Rubio González y José María Arias Martínez.

En abril de 2009, ‘El Tigre’ aceptó los cargos imputados por la Fiscalía 34 de la Unidad Nacional de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario de Bucaramanga, en calidad de coautor del delito de homicidio agravado en concurso homogéneo y sucesivo por estos hechos.

Pero si Esquivel era un hombre temido en la región, mucho más lo fue David Hernández, alias ‘39’, quien mantuvo el control y un inmenso poderío desde La Mesa.

Se trata de un militar retirado que estuvo detenido por homicidio y tras fugarse se incorporó al Bloque Norte de las Autodefensas, llegando a ser el segundo hombre de esa estructura, después de ‘Jorge 40’. Le decían ‘El Señor’ y se convirtió en el terror de Valledupar y sus veinticinco corregimientos.

 

HOY ES UN PUEBLO TRANQUILO. A pesar de que esta semana la Defensoría del Pueblo del Cesar lanzó una alerta temprana sobre el reagrupamiento de paramilitares que se identifica como Autodefensas Gaitanistas de Colombia, de acuerdo con quienes han recibido cobros extorsivos a cambio de darles seguridad, habitantes de La Mesa dicen que se trata de comentarios que han llegado al pueblo, pero que no pueden confirmar nada.

Ellos solo insisten en que después de la desmovilización de los ‘paras’ volvió la tranquilidad a la zona. 'Aquí la gente vive de la agricultura y la ganadería. Estamos en calma', reafirma Gaitán.

Las autoridades municipales también han dado un parte de normalidad.

El alcalde de Valledupar, Fredys Socarrás, manifiesta que con el acompañamiento del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo se cultiva cacao, además de las siembras tradicionales de yuca y tomate. Incluso dice que el pueblo es un sector turístico.

No obstante, indica que a raíz de la advertencia de la Defensoría intensificaron las medidas de seguridad. 'Hoy tenemos más presencia de la Policía y el Ejército, no se ha reportado ninguna novedad', asegura el mandatario.

Carabineros de la Policía recorren La Mesa. Ellos son los encargados de brindarle seguridad a la comunidad.