Vestidos con harapos, sucios, los rostros son la imagen del sufrimiento. Asoman sus cabezas entre barrotes, sus manos entre barrotes. Hay una pierna asomada cuyo cuerpo no se deja ver. Uno de ellos –o una– tiene la mirada perdida hacia otro lugar. Los demás parecen hablarle a la cámara que los retrata. Todos con el ceño fruncido, como si algo les doliera. Un costal verde, raído, parece que alguna vez hizo de cortina. Cuando vi esta fotografía en uno de los medios de comunicación del país pensé que ilustraba una noticia sobre las cárceles colombianas. No. Era una fotografía de las dramáticas escenas encontradas en el Bronx, en Bogotá.

La gente estaba aterrada al ver tanta suciedad, tanto desorden, tanto caos, tanto abandono, tanta ilegalidad, tantas historias de cartas perdidas que no llegaron a ningún lado, tantas evidencias de sangre en las paredes que sugerían gritos de tortura, tanta droga, tanto deterioro, tanta injusticia, tanto miedo, tantos personajes aterradores, tantas almas perdidas, tanta ley del más fuerte, tanta ausencia del Estado, tanto hacinamiento, tanta podredumbre, tantas vidas atrapadas allí con gente buena extrañándolos en casa, tantos justos por pecadores, tanto sálvese quien pueda.

La gente, lo que no sabe es que mi confusión sobre el origen de aquella fotografía solo se explica porque justo así son las cárceles colombianas. Estamos llenos de muchos Bronx custodiados por el Estado. Esa es nuestra vergüenza. Los brazos y cabezas a través de barrotes, esa imagen del infierno de Dante, la vi por primera vez en las cárceles. Un montón de gente revolcándose en su miasma, aguas estancadas, excrementos y todo tipo de sustancia en descomposición. Infiernos a los que llegan culpables e inocentes.

Hace unos días la Defensoría del Pueblo volvió a insistir sobre la necesidad de que se decrete una emergencia social carcelaria en Colombia. Como parte de un debate de control político sobre la situación sanitaria en los penales en la Comisión Primera del Senado, la entidad reveló cifras espeluznantes. De 21 mil procedimientos solicitados por presos enfermos, solo se autoriza el 40%. En la mayoría de las cárceles no hay suministro de insumos médicos. Hay un médico por cada 800 presos en el país, situación que se agrava frente a las difíciles condiciones de salubridad y hacinamiento. De unos 10 mil pacientes privados de la libertad, se estima que 613 son VIH positivo, poco más de mil son diabéticos y 2.162 son enfermos psiquiátricos. En los últimos meses murieron 4 internos en La Picota por falta de atención médica, 45 pacientes con VIH de la cárcel Modelo no reciben medicinas antiretrovirales ni tienen controles médicos. Se supone que en Colombia no existe la pena de muerte ni la tortura, hay que visitar las cárceles para estar seguros de eso. Salen corriendo a fotografiar la entrada de un gobierno al Bronx. Populistas. Lanzadores de cortinas de humo. De Bronx estamos llenos por cuenta del sistema carcelario de este país.
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