En Barranquilla hacen fiesta con la tasa de desempleo, la segunda más baja entre las principales ciudades del país y no podría ser diferente dados los niveles de crecimiento de la economía actual. Claro que es una buena noticia, pero los análisis sobre el mercado laboral no se pueden quedar solamente en ese dato y esto es válido para todo el país, pero particularmente cierto para la Región Caribe y también para la Región Pacífico.

El primer problema grave que es evidente es el tipo de trabajo que se está generando en Colombia, en general. El Gobierno y muchos economistas insisten en que el trabajo formal está aumentando porque crecen las afiliaciones al sistema de seguridad social. Eso es evidente porque cada vez que un trabajador firma un compromiso de trabajo por dos o tres meses, uno de los requisitos que debe cumplir es pagar su seguridad social. Pero apenas se termina el contrato, si no lo renuevan inmediatamente, este trabajador pasa a engrosar la fila de los millones de trabajadores que dejaron de cotizar al sistema. El tema es si este trabajo, que ahora se llama formal y que se genera en las grandes empresas, es o no un trabajo digno.

Con seguridad esta nueva forma de empleo no cumple con sus elementos básicos: gozar de vacaciones; garantía de estabilidad laboral; pago patronal de parte de las prestaciones, horarios determinados por la ley, entre muchos otros. Si se habla de este trabajo digno, el indigno que cabe también en la formalidad constituye la gran proporción del empleo que se genera en el país. La informalización del trabajo llamado formal es una realidad. Pregúntenles a las funcionarias de las empresas supermodernas de telefonía celular si gozan de alguna de las características del trabajo digno.

Pero el otro grave problema, especialmente en la Región Caribe, es la inactividad de la población. Es decir, la relativamente baja proporción de personas en edad de trabajar que, de hecho, trabajan o buscan activamente empleo. Mientras en Bucaramanga esa proporción es superior al 70%, en Barranquilla y sus otras ciudades esa proporción está alrededor del 60%. Una cosa es tener un desempleo bajo cuando cerca de ¾ partes de la población es activa laboralmente, y otra cuando este grupo no llega a las 2/3 partes.

La situación llega a niveles dramáticos en esta Región. En el Atlántico –con cifras del censo de 2005– municipios como Santa Lucía, Baranoa y Galapa, entre otros, registraron niveles de inactividad de su población de cerca del 80%. Y no parece ser un error sino que mucha gente vive en una sociedad arcaica donde se dedican a producir para autoconsumo y no se consideran trabajadores, como tampoco se valora el trabajo realizado por las mujeres.

Esa inactividad de la Costa refleja la permanencia de sociedades premodernas, donde el trabajo remunerado, o que genera ingresos, no hace parte de la realidad de la vida de las personas. Ellas simplemente sobreviven. En el próximo censo de población es muy probable que esas tasas de inactividad laboral absurdamente bajas algo mejoren, pero seguirán lejos del 60% y más aún del 70% que tienen Bucaramanga y Bogotá.

La realidad del mercado laboral en Colombia es aún insatisfactoria y más en la Región Caribe, donde sus pueblos no han llegado al Siglo XX. El trabajo digno es la vía para el desarrollo humano y no los subsidios, que deben limitarse en el tiempo y para poblaciones en crisis.

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