En Colombia se ha perpetuado el carácter intergeneracional de los problemas sociales y económicos; hoy en el país un niño que nace en contextos de pobreza y vulnerabilidad no tiene gran probabilidad de vivir en mejor situación cuando adulto.

Actualmente hay 5,1 millones de niños de entre 0 y 5 años en Colombia, de los cuales 2,8 millones viven en condiciones de vulnerabilidad y pobreza. Pese a los esfuerzos del actual gobierno, tan solo podrán atender dentro de su Plan de Desarrollo a 1,5 millones en 2014; lo que resulta en 1,3 millones de niños vulnerables sin atención integral por parte del Estado.

La política de atención a la primera infancia a nivel nacional “De cero a siempre” es clara en reconocer esta limitante y extiende una invitación a pensar estrategias innovadoras que permitan llegar a este gran número de niños que están fuera de la cobertura.

En cuanto al carácter innovador de las estrategias que pide el gobierno, se destaca el deber entender y afrontar el carácter intergeneracional de la pobreza desde una perspectiva multidimensional.

En primer lugar, se debe entender al niño dentro de un enfoque ecológico del desarrollo humano, donde su proceso está condicionado a lo que ocurre dentro de él, en su entorno familiar, en su interacción social con otros y en el marco sociopolítico de su entorno.

Tradicionalmente se han diseñado programas que buscan potenciar el desarrollo del niño tan solo enfocados en sus características inmediatas; pero actualmente está comprobado que la mejor forma de promover el desarrollo integral del niño es mejorando los sistemas en los que crece, como su familia y su colegio.

Estudios de la Universidad de Berkeley, Estados Unidos, han determinado que por cada dólar que el Estado niega a un niño le significa gastar 63 dólares cuando este es adulto.

Invertir en los primero años no solo es rentable económicamente, sino que también lo es de forma social, puesto que se estaría invirtiendo en salud y en educación cuando el ciudadano es niño y no en fuerza pública y programas de rehabilitación cuando adulto.

La inversión en los primeros cinco años de vida es indispensable para alcanzar el desarrollo humano y la trasformación social de nuestro país. Invertir en los niños está amparado desde una perspectiva de derechos; promueve la equidad al reducir los factores estresores de la pobreza; y económicamente es rentable en el mediano y largo plazo.

Por último, se debe entender la inversión en infancia como un instrumento de crecimiento económico. El niño que se desarrolla integralmente se integra mejor cuando adulto al sistema productivo de la nación, y ha acumulado mayor nivel de capital humano, por esto es capaz de aportar más a la economía nacional, al mismo tiempo que demanda menos servicios sociales cuando adulto.

*Investigador del IEEC de Uninorte.