Nos ha conmovido profundamente el inesperado fallecimiento de Julio Guerrero, quien tuvo en sus mocedades y luego en la adultez de su vida numerosas funciones de promotor, tanto en el béisbol como en el boxeo. Julio fue primero pelotero amateur y luego saltó al profesionalismo, donde no tuvo mayor campo para que se expandieran sus entusiasmos.

Tenía como mayor tarjeta de presentación internacional (especialmente para traer a Colombia desde Venezuela, muchos equipos de pelota profesional). Julio era tenaz a la hora de conseguir que un equipo venezolano viniera a nuestro país para montar un turné por las principales ciudades de la Costa. No cabía duda que estaba relacionado con los principales dirigentes del béisbol venezolano para esos intercambios.

La última vez que nos vimos con Julio nos atrapó para que hiciera una semblanza suya para un libro que pensaba editar. Nunca más supimos de la estampa de Julio, quien luego abandonó buena parte de sus inserciones por los campos beisboleros, para invadir el ámbito del pugilismo. Julio ya tenía varias incursiones promotoras de boxeo, cuando se alió con el narrador deportivo Édgar Perea, así este no tuviera la menor experiencia como promotor en el deporte de la ‘narices chatas’, como algunos aluden al boxeo.

Esa alianza fue un fracaso de tomo y lomo, ambos se lanzaron acusaciones sobre manejo de la boletería y para colmo de colmos, la pelea fue un fracaso taquillero, si se tiene en cuenta que uno de los dos boxeadores de la pelea estelar ostentaba el título de ‘campeón mundial’, pero lucían el remoquete de ‘campeones mundiales’.

El campeón mundial que exponía su título era el monteriano ‘Happy’ Lora, un ilustre desconocido para los barranquilleros, ante los cuales nunca había peleado en esta ciudad, pues lo hacía en el exterior o lo hacía en su nativa Montería. Esto creó una situación entre Perea y Guerrero que por poquito no terminó en un duelo personal entre los dos promotores.

Julio no tenía mayor ilustración, pero le sobra audacia para montar lo que fuera. En esta decepcionante experiencia en el estadio Roberto Meléndez, una pobre e inesperada taquilla dio al traste con la amistad entre Guerrero y Perea. Demandas, abogados y correveidile hasta nueva orden.

Julio vivía últimamente en Fundación y eso significaba el fin de sus actividades como promotor. Julio llegó a Barranquilla y en cuestión de horas entregó su alma al creador. La ciudad donde más deportivamente vivió, tuvo el triste privilegio de verlo morir. Para sus familiares nuestra voz de sincera condolencia.