Domingo de Carnaval es un excelente momento para iniciar el festejo, quienes no han podido arrancar, y para pensar un poco en la inconveniencia de esa posibilidad, definida en el título: no es la fiesta de Momo la única con arraigo popular, aunque sí la que es multitudinaria. Tal vez quisieron decir, quienes lanzaron la propuesta, que en forma permanente y regular se pueda apreciar una bonita y nutrida muestra de nuestras manifestaciones, como es posible admirar en México una fantástica revista sobre su cultura dancística. Añado que sería complementario, muy al estilo de Buenos Aires, crear un espacio o calles carnavaleras, cuyos residentes puedan y quieran dedicarse a vender comidas, artesanías, montar bares (estilo Mamá Cumbia en Barrio Abajo), y el comercio que se les ayude a arrancar, de modo que turistas y propios dispongan durante todo el año de un sitio específico donde carnavalear. Esa era la idea original de León Caridi, que apenas alcanzó a esbozar sobre azul el planificador Rafael Iglesias. Pasó el asunto a otras manos y no supe qué pasó. Tampoco conozco si al TeatroAmira de la Rosa o al José Consuegra Higgins les han propuesto el montaje de ese espectáculo.
Lo que no se debe ni decir, es que carnavalicemos a la ciudad, porque eso se entendería como que giráramos alrededor de esa expresión que, repito no es ni única ni cubre todo el espectro cultural de una ciudad, aún Puerto de Libres, y, por tanto, multicultural, plurirracial, propia y ajena. Además del detrimento y paulatina desaparición de otros festejos de mucho arraigo en la población, recién urbanizada (últimos 20 años), y en los más tradicionales barrios nuestros cuya formación está relacionada con colonias regionales y santas definidas. Esto, sin mencionar los festivales vernáculos de los municipios, como el de la Ciruela, el Millo o el Bocachico, porque al centrarnos en el Carnaval iremos influenciando y apagando esas celebraciones. ¿Por qué? Porque somos la meca laboral y urbana del Departamento y lo que aquí se hace se copia en la Región.
Creo que ya tenemos suficiente ‘carnavalización’ de lo cotidiano, con esa nueva idiosincracia reinante de ‘cógela suave’, costumbres como las ineludibles bebetas de fin de semana, las elecciones confirmadas 15 días antes del día de elección, la laxitud con que dejamos pasar toda clase de caricaturescos funcionarios o representantes públicos, la inmoralidad con que comentamos sobre quienes coronan el Erario y desvían sus fondos a los propios, la frescura con que aceptamos las ferias de contratos y la horrenda molicie en que nos deja el Carnaval, vacíos de cualquier pensamiento reivindicativo de nuestros derechos, sin ánimo ni interés en ser ciudadanos y construir ciudad.
¿Se imaginan si giráramos 12 meses alrededor de una fiesta popular? Porque eso es lo que significa el sufijo ‘izar’ cuando se aplica, libremente, a un sustantivo: transformar, cambiar, instituir al sustantivo. Y eso no nos conviene desde ningún punto de vista y, menos, al glorioso Carnaval de Barranquilla.
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