La posesión de los nuevos alcaldes va a coincidir aproximadamente con el inicio de una nueva era, la del posconflicto. El Estado colombiano a todo nivel tendrá que prepararse para responder a las expectativas creadas alrededor de este concepto y debe poner en marcha políticas sociales de gran alcance.
En ese escenario, los gobiernos municipales tienen un papel muy importante que cumplir en la provisión de servicios básicos, generación de empleo, educación, salud y seguridad, entre otros. Un campo en el que tienen la obligación de actuar y responsabilidad de hacerlo bien es en el bienestar de la población infantil y la reducción de las brechas existentes en el acceso y aprovechamiento de las oportunidades de desarrollo de los menores.
Uno de los primeros economistas que recibieron el Premio Nobel escribió hace años un influyente ensayo sobre la social democracia y en él se refería a la igualdad de oportunidades de todos los niños y niñas como uno de los distintivos de una sociedad que ambiciona a llamarse social demócrata. En una sociedad de esa naturaleza, si se escogieran aleatoriamente parejas de niños de la misma edad deberían tener un desarrollo físico, cognitivo y socio-emocional equivalente, e igualdad de acceso a oportunidades para desarrollarse plenamente. Este no es un objetivo que se alcance fácilmente, pero es crítico para mejorar radicalmente la distribución de recursos, de oportunidades y de riqueza en un futuro.
Raquel Bernal, directora del Cede en la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, le ha dedicado cerca de 15 años a estudiar este tema y a formular propuestas de programas y políticas que coadyuven a cerrar la brecha socioeconómica que se deriva del desarrollo diferencial de niños y niñas de distintas clases sociales. En el discurso de aceptación del premio de economía Juan Luis Londoño, ella sostiene que “las inversiones más rentables para la creación de capital humano y para la sociedad como un todo son aquellas que se hacen en la primera infancia, con retornos significativamente más altos que los de otras inversiones” que se aplican más tarde en la vida. “El mayor desarrollo del cerebro, tanto cognitivo como socioemocional, ocurre durante los primeros años de vida”. El período más crítico es de cero a tres años de edad. En ese período “se pueden afectar positivamente las habilidades básicas”, que después de los 5 años son poco maleables. Las habilidades sociales, las relacionadas con los números, “lenguaje y símbolos tienen su período más alto de desarrollo entre los tres y cuatro años de edad”.
Raquel Bernal destaca que “la atención durante la primera edad contribuye a la reducción de la desigualdad del ingreso al disminuir desde temprano las disparidades de desarrollo entre los más ricos y los más pobres” y también “se observan importantes beneficios sociales en términos de disminución del crimen, reducción de la probabilidad de pobreza y de la dependencia de entidades del Estado”.
Difícil pensar en otra política social distinta a la atención durante la infancia que esté mejor alineada con las necesidades del posconflicto y que esté a su vez al alcance de las ciudades grandes. Los nuevos alcaldes no deberían titubear en llamar a Raquel Bernal y a su equipo para que les organicen esos programas.