La artista Adèle Labo no quiere depilarse. Tiene 16 años. La noticia ha recorrido el mundo. Titulares en la prensa internacional advierten la decisión de la joven francesa, quien además creó un pequeño video en el que salen sus piernas llenas de vellos. A través de las redes sociales, mujeres de todo el mundo comparten fotografías de sus axilas velludas y sus piernas sin depilar. A los medios de comunicación parece importarle muy poco quién es Adèle, por qué la llaman artista, cuál es su obra, porque lo realmente noticioso es la revolución que adelanta: liberarse de las cuchillas y la cera.

Es posible que Adèle sienta que está cambiando el mundo de las mujeres y es posible que muchas mujeres que la siguen sientan lo mismo. Sin embargo, que en 2016 aparezca esta campaña como revolucionaria e innovadora evidencia lo condenadas que estamos a nuestra suerte. Tan poco ha avanzado el mundo. Lo que debería ser obvio aparece como un grito libertario. Cómo en el siglo XXI se revela la renuncia a quitarse los pelos como si se tratase de un cambio estructural sobre nuestras vidas. ¿Estamos muy atrapadas las mujeres en lo mismo o el mundo no se da cuenta que gira? Olvidamos que estas batallas ya están libradas o acaso, ¿Nunca libramos la batalla? Uno no termina de saberlo.

La lucha de las mujeres, de hacerse dueñas de su cuerpo en un occidente devorador de cuerpo de sus cuerpos, parece estéril. El consumismo nos despresó y a cada fragmento le puso precio. Creemos que decidimos y en realidad estamos acurrucadas, bombardeadas por la información que nos exige cómo deben ser nuestros cuerpos. La eterna esclavitud de la belleza, el erotismo como invento del capitalismo, para ser bellas hay que ver estrellas, no existe mujer fea sino mujer sin plata.

Y aparece Adèle con su cara de ángel a recordarnos lo que ya se sabe. A decirnos que las princesas tienen las piernas peludas. Y aclamamos a Adèle y luego la olvidamos. O nos dejamos los pelos en las piernas porque es una tendencia en las redes sociales y las axilas peludas, pero olvidamos lo estructural. Adèle no sabe que ya muchas lo hicieron, que ya muchas se quedaron sin pelos, que para que ella salga medio desnuda con sus piernas velludas, ya muchas otras lo cambiaron todo, o creyeron que lo cambiaron, porque en el fondo seguimos persiguiéndonos la cola, avanzando hacia ningún lado, admirando a Jennifer Aniston porque hizo declaraciones reveladoras sobre el cuerpo de las mujeres y la libertad, y sonó bonito, porque Jennifer Aniston es bella y quién no quiere ser como ella. Todo esto vale, mientras no se quede en el vaho superficial del aliento de una pasajera noche. Con pelos o sin pelos, qué importa, si las apuestan no son estructurales, si el feminismo no pone en discusión otras cosas, andar con las piernas peludas será una moda dominante, y luego nos venderán productos para tener suaves los pelos de las piernas y sedosos los de las axilas, y seguiremos esclavas, por siempre jamás como las princesas.

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