Miles de jóvenes en el país están definiendo, en estos días, qué profesión estudiar. En primer lugar, digamos que no hay una profesión mejor que otra. Sin embargo, no deja de llamar la atención la deformación de nuestro sistema educativo, que marcha a espaldas de la sociedad del conocimiento. Eso se refleja en la oferta de las carreras y en la demanda de los propios alumnos, donde se ve la insistencia en estudiar solo las carreras tradicionales. Existen en el país 307 programas activos de administración de empresas a nivel de educación superior, y tan solo diez programas que forman físicos.
Una de las insuficiencias más notorias del sistema universitario colombiano es la ausencia de programas que formen intelectuales que, en el futuro, sean los grandes líderes que conduzcan a buen puerto la nave del país.
A Estados Unidos le podemos criticar muchas cosas, pero lo que es admirable de esa nación es que se preocupa por formar élites intelectuales que sean capaces de pensar su país, el desarrollo de su sociedad y sus miembros.
El Swarthmore College es una institución de educación superior catalogada dentro de las más prestigiosas de la Unión. Solo 400 de los aspirantes acceden a ella cada año. Sus discípulos —en clases de menos de diez alumnos—, aprenden y discuten durante toda su carrera filosofía, historia, literatura o arte. Allí se forma la élite intelectual mundial. De ese reducido grupo salen los grandes pensadores del futuro, también los banqueros, los empresarios de las gigantescas compañías y los mejores escritores. Este pequeño College tiene entre sus exalumnos a cinco premios nobel.
Princeton es otra de las instituciones formadoras de élites mundiales. A sus alumnos no les enseñan —en sus primeros años— leyes, negocios, medicina u otras carreras tradicionales; preparan a los jóvenes en las artes liberales: la historia, la filosofía y la ciencia. Todos quieren ir allí, aunque en apariencia lo que ella enseña no tiene relación directa con el mercado laboral.
La Universidad de Columbia es también centro de excelencia. Para ellos la verdadera educación es formar mejores personas, que sean capaces de vivir mejor. Y para ello, todo alumno debe aprender a apreciar lo mejor de la cultura, que es la base de una sólida formación profesional.
Qué lejos está nuestro modelo educativo de todo aquello. Nuestra mentalidad inmediatista conduce a miles de jóvenes al tremendo error de creer que solo aprendiendo ciertas destrezas podrán ser ricos y famosos.
Por eso, nos alegra inmensamente que la Universidad del Norte haya creado, a riesgo de ir contra la corriente, un nuevo programa de pregrado que otorgará el título de Filósofo y Humanista. Con la convicción de que es una necesidad del país formar a los grandes líderes intelectuales que requerimos, a fin de que nos den las bases para construir una buena sociedad. Y a un ser humano que sienta que la educación y la cultura adquiridas le permitirá enriquecer su vida, con un tesoro que no tendrá que declarar ante ningún recaudador de impuestos, sino que se transformará en un inmenso tributo al bienestar del país.
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