El asesinato de Boris Nemtsov, que fue abatido el 27 de febrero en un puente cerca del Kremlin, en Moscú, ha desencadenado una serie de especulaciones y acusaciones cruzadas, digna de una novela de John le Carré. La víctima, que iba acompañado de una modelo ucraniana, fue el dirigente más destacado de la oposición extraparlamentaria, la única oposición real en Rusia. Las circunstancias del asesinato estimulan la fantasía. Algunas cámaras de vigilancia en esta zona céntrica de la capital no funcionaban aquel día, y en la única imagen grabada, un camión de basura pasa por delante justo en el momento en el que el verdugo dispara. Entonces, ¿quién mató a Nemtsov? Como en las novelas policíacas, hay varios actores con motivos potenciales.

La primera es la pista del radicalismo islámico porque la víctima arremetió contra los yihadistas que atacaron la revista Charlie Hebdo. Las autoridades rusas ya tienen el culpable, un musulmán de la región de Chechenia que confesó haber matado a Nemtsov. Sin embargo, Zaur Dadaev, el supuesto sicario, acaba de retirar su declaración y alega haber sido torturado por los agentes, una versión que mantienen defensores de derechos humanos que le han visitado en la cárcel. A algunos críticos, de hecho, les sorprendió la rapidez con la que la policía rusa dio con los autores.

La segunda posible pista son los grupos ultranacionalistas, indignados por las críticas de Nemtsov al apoyo ruso a los separatistas en Ucrania. También está la pista de la oligarquía empresarial, cuyas corruptelas han sido blanco habitual de los discursos del político abatido. Y algunas otras voces, sobre todo en los medios occidentales, se dirigen al mismísimo presidente Vladimir Putin, a quien supuestamente le convendría eliminar a una voz incómoda. Aunque realmente no parece hacerle falta. Los grupos de oposición extraparlamentarios –los tres partidos ‘opositores’ con representación en la Duma están en línea con el Kremlin– son débiles, como demostró la manifestación tras el asesinato, a la que asistieron varios miles de personas en una ciudad con once millones de habitantes.

Desde los medios rusos se ha acusado a los países occidentales de estar detrás de la muerte de Nemtsov, con el fin de desestabilizar a Putin. Si fuera así, habrían fracasado rotundamente, como muestra la citada manifestación, que está muy lejos de constituir el germen de una revolución contra el poder. Los líderes occidentales, enfrentados con Putin por el conflicto en Ucrania, tampoco se han lanzado a una campaña propagandística para explotar la muerte de Nemtsov. Finalmente, queda el motivo del crimen pasional, ya que el político era “un hombre infiel”, según el diario oficialista Pravda. Sea como fuere, el hecho de que tanta gente tan diversa tuviera motivo para matar al dirigente de un partido sin representación en el parlamento nacional no habla muy bien del estado de salud de la democracia rusa. Tampoco el hecho de que ningún partido de la oposición parlamentaria acudiera a la manifestación, o de que Putin estuviera ausente en el funeral.

@thiloschafer