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El fútbol mueve muchas emociones y no solamente en los adultos. Los niños juegan un papel importante en un deporte donde la pasión traspasa los límites. Camila Alzate, una niña de 8 años, disfrutó ayer de uno de esos momentos que quedarán grabados en la memoria para siempre.

La pequeña llegó al mediodía al hotel San Fernando Plaza con el único objetivo de ver, así sea de lejos, a su ídolo Teófilo Gutiérrez. Junto a su madre se parqueó en las barandas que separaban a los hinchas de la entrada del hotel y esperó aproximadamente seis horas para poder lograr su misión.

Pero la tarea comenzaba a complicarse al ver que cientos de hinchas se acercaban al mismo punto y con el mismo objetivo. Además los medios de comunicación, especialmente los de televisión, se apoderaron de los puestos de privilegio junto a la baranda e impedían que Camila pudiera tener la visibilidad suficiente para poder observar a su ídolo.

Cuando se acercaba la hora de salida de los jugadores hacia el estadio Atanasio Girardot, para el reconocimiento del gramado, comenzaron a salir uno por uno los dirigentes del equipo. Uno de ellos observó la desesperación de la niña, que intentaba luchar, junto a su madre, en medio de la multitud, que a esa hora ya se había multiplicado.

Para evitar que sucediera una tragedia, el dirigente argentino, sin pensarlo dos veces y sin dar explicación, cargó a la niña y la colocó por delante de la baranda. Ahí Camila se sentó feliz, con el panorama a su disposición para observar sin problemas la salida de los jugadores.

Uno a uno fue saliendo, pero Camila solo tenía un objetivo: Teófilo Gutiérrez. Cuando el delantero barranquillero se asomó la reacción de Camila fue instintiva. Salió corriendo y se le lanzó a los brazos a Teo, que la recibió con una gran sonrisa. El delantero de River la abrazó, le dijo unas palabras y se la entregó a su madre, que la esperaba junto a bus que trasladaría al equipo millonario al Atanasio Girardot. Misión cumplida.