Antes de degollar a la Cachaca y dejar su cuerpo sin vida abandonado a la orilla del Caño de Villa Clarín, la golpearon violentamente en el rostro mientras la violaban entre los dos. Estaban borrachos y drogados.
El 23 de septiembre de 2003, Leonardo José García Salinas, de 22 años y apodado Leo, junto con alias El Negro, miembros de la ‘Comisión Magdalena’ del Frente ‘José Pablo Díaz’ de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, llegaron a la tienda de la antioqueña Cenelia del Socorro Berrío de Gómez, en el corregimiento de Palermo, jurisdicción de Sitionuevo (Magdalena). La mujer se había negado a pagar una suma de dinero que le estaban exigiendo para la organización paramilitar.
En medio de la discusión por la ‘vacuna’, los delincuentes, para ‘pagarse’, intentaron apropiarse de artículos de la tienda y Cenelia no lo permitió. Entonces, Leo y El Negro, bajo los efectos de las drogas, entraron en cólera, la emprendieron a golpes contra la mujer mientras la despojaban de su ropa y la accedían carnalmente. No contentos con la atrocidad, la degollaron y tiraron su cadáver a la orilla del caño.
Según lo que contó en diligencia de versión libre el desmovilizado John Jairo Rodelo Neira, alias John 70, Comandante de la ‘Comisión Magdalena’ del Frente ‘José Pablo Díaz’, cuando se enteró del horrendo crimen, ordenó ajusticiar a Leo, dándole órdenes a alias El Viejo de asesinarlo, como sanción por haber degollado y violado brutalmente a Cenelia Berrío, aclarando que tuvo conocimiento de que “Leo y El Negro, al momento de cometer ese hecho, se encontraban en estado de embriaguez y bajo los efectos de sustancias alucinógenas”.
El 2 de noviembre de 2003, el cuerpo de Salinas fue hallado sin vida a la entrada de Palermo. Según informes de los peritos de la Sijín, alias Leo murió a consecuencia de una golpiza. El homicidio lo cometieron El Viejo y Edwin Enrique Figueroa Varela, alias Chespirito.
Por su parte, el postulado Édgar Ignacio Fierro Flórez, alias Don Antonio, aceptó ante Justicia y Paz su responsabilidad en la comisión de estos hechos, por haber sido cometidos por el Frente ‘José Pablo Díaz’, del cual él era el Comandante, por lo que la Fiscalía le atribuyó su responsabilidad “a título de autoría mediata dentro de una estructura organizada de poder”.
“La autoría mediata por dominio de un aparato organizado de poder, es concepto que toca básicamente con unas condiciones específicas de jerarquía y mando, que son las que finalmente permiten que ese aparato organizado se instrumentalice a través del perpetrador, para la ejecución del comportamiento. (…) Téngase en cuenta que el dominio al que nos referimos comporta en el sujeto dominante responsabilidades en ambos sentidos (acción u omisión), incluyéndose aquellos que pudieron cometerse por la clásica falta de control del personal a su mando: ‘de los delitos de los subordinados, responderá el superior, cuando lesione de manera reprochable los deberes de control que le son propios’”, indica la sentencia contra el exjefe paramilitar.
De acuerdo a las pruebas, Salinas, con alguna frecuencia, consumía estupefacientes. No obstante, sin importar el riesgo que ello representaba, estaba habilitado por la organización armada ilegal para el recaudo de las conocidas ‘vacunas’ a comerciantes.
Aunque Don Antonio aseguró ordenar el asesinato de Leo, supuestamente porque violó las directrices de las AUC, “lo cierto es que ese homicidio no es muestra suficiente para dar por probado que tales eventos no constituían una política o patrón de conducta de las AUC.
De ser ello así, no tendrían explicación, a lo menos, los 39 casos de violencia sexual que se han documentado en relación con el Bloque Norte, menos aun si como se informa en el proceso, el mismo Rodolfo Lizcano Rueda, alias 38, no solo era permisivo con estos graves comportamientos, sino que personalmente cometía este tipo de vejámenes, sin que se conozca la implantación de correctivos serios y eficaces para el control de tales acciones”.
Fierro, al respecto, aseguró a la justicia: “no hacía parte de las políticas de la organización participar en esa clase de hechos y quienes lo hacían eran inmediatamente considerados objetivos y ajusticiados”.
De acuerdo a fiscales de Justicia y Paz, Don Antonio será el primer exparamilitar condenado por un caso de violencia sexual.
la recuerdan. Cachaca, así solían llamar a la antioqueña Cenelia del Socorro Berrío de Gómez la mayoría de clientes de su humilde tienda situada en la manzana 6 del lote 14, en el barrio Villa Clarín del corregimiento de Palermo.
En este lugar —tan sumido en la miseria hasta el punto en que sus habitantes adornan las calles con banderines hechos de empaques de chucherías para recibir la Navidad— la Cachaca alcanzaba un enorme reconocimiento por su nobleza: a todo el que llegaba a comprar a su tienda le acomodaba las viandas conforme a su bolsillo.
De esto dan fe la familia que ahora vive donde funcionaba el modesto negocio y un hombre llamado Etiorquito Vásquez Mejía, apodado Jicho y quien le sirvió de ayudante a Cenelia durante dos años consecutivos, hasta el fatídico día en que ella perdió la vida de una manera atroz en manos de alias Leo y alias El Negro, los dos desquiciados paras que atemorizaban en el corregimiento. Jicho, 47 años, recuerda que su patrona era una mujer muy devota.
El domingo era el único día en que la tienda cerraba, ya que Cenelia no faltaba al culto de Testigos de Jehová en el casco urbano de la población. “Se iba desde bien temprano y regresaba después de mediodía”, agrega Jicho.
Pese a la confianza que había entre ambos, Cenelia nunca dejó a Jicho encargado del negocio. Él dice que ella era muy celosa con sus cuentas y “todo, absolutamente todo, lo apuntaba en una libreta de cien hojas cuadriculada”.
El negocio. Fue en el culto donde Cenelia cambió el rumbo de su vida. Allí conoció a la hermana Martha Giraldo, otra antioqueña que llegó a esta calurosa tierra desplazada por la violencia desde Cocorná (Antioquia).
La llamada “hospitalidad paisa” sirvió para que en corto tiempo ambas establecieran una bonita amistad tanto dentro como por fuera del culto.
Hoy Martha sigue con el negocio de las tiendas en Palermo.
En la puerta de uno de estos prósperos locales, la mujer evoca los bellos momentos al lado de Cenelia. “Yo la conocí en el culto, allí fue donde le propuse que atendiera el negocito para que se entretuviera en algo. Era una mujer sola, pese a que tenía hijos y esposo. Escapaba de un doloroso pasado en Medellín”, sostiene.
Considera que la muerte de su amiga aún sigue impune, pues, para ella, “en Palermo sigue viviendo uno de los autores materiales del crimen”.
Dentro de los recuerdos que Martha guarda de su amiga están un viejo mueble de madera donde ella acomodaba algunos abarrotes que promocionaba en su tienda. También —dice—llevará grabado en su mente el día que Cenelia le dijo: vaya haciendo vueltas porque yo no duro mucho en este mundo. “A los 2 días la mataron. Aún me duele lo que le pasó”, finaliza.
Por Redacción Judicial