Probablemente el nombre Maribel Gutiérrez, no resulte familiar para la gran mayoría de los barranquilleros, sin embargo el casi que despectivo remoquete de Bazuquita o Bazuquito a muchísimos de los habitantes de esta ciudad por lo menos le trae algún recuerdo o una relación libre de forma inmediata.
Estos dos hermanos por más de 30 años estuvieron deambulando las aceras de Barranquilla como asiduos tramperos de la calle, convirtiéndose de una manera inusitada en parte misma del paisaje urbano de la ciudad. La calle 72 los amamantó en medio de un delirio compartido de décadas, pasadas por alcohol, pegante, bazuco y otros aditamentos inherentes al submundo de las aceras. En la intemperie, el abandono del cuerpo y el alma, como una especie de tributo inconsciente ofrecido a la jungla de cemento que los produce y luego los rechaza, estos dos hermanos ya convertidos de alguna extraña manera en personajes públicos del mundo marginal solo los separó la muerte.
John Alexánder Gutiérrez o Bazuquito, como todos lo conocían, murió en su ley, en la misma calle que le terminó cobrando cada uno de sus desmanes y excesos. El 12 de septiembre del 2011, en la puerta del Hospital de Barranquilla, solo, atacado por una fiera infección en una hemorroide, Bazuquito se despidió de una ciudad que lo vio crecer enganchado a la bolsa de pegante.
Después de la muerte de John muchos se preguntaron si Maribel o Bazuquita estaba predestinada a correr con la misma suerte de su hermano. Aunque sonara algo doloroso, todo indicaba que la calle terminaría por cobrar su factura y se tragaría sin piedad los despojos de ese cuerpo que parió dos hijos, que recibió cuchilladas, balas, frío, calor y abusos de toda índole.
El consumo de pegante la acompañó por más de 30 años.
La calle 72. El estadio Romelio Martínez, el coliseo Elías Chegwin, la Olímpica de la 47, el almacén Ley de 46 y el parque Suri Salcedo y sus alrededores fueron durante muchos años su escenario natural.
Hoy en este sector de la ciudad por donde Maribel arrastraba su vida y sus penas, muchos se preguntan qué ha pasado con ella.
Maribel llegó a Barranquilla a mediados de la década del setenta proveniente de Barrancabermeja, junto a su mamá Yolanda Gutiérrez, conocida como la Zarca, que murió hace más de 30 años junto al viejo árbol de almendra que está en el parque de los Músicos. A la Zarca la mataron el licor y las drogas. Ese fue un día triste para John y Maribel, que en ese tiempo estaban entre los 8 y los 6 años de edad. Allí comenzó para estos dos hermanos ese largo viaje al corazón de las calles, la noche y las drogas.
Maribel y digo Maribel porque ella misma ya no permite que la llamen Bazuquita porque tanto como ese apodo y toda la mala vida que arrastró con él hacen parte de un pasado doloroso que es mejor que se quede allá mismo, en pretérito, en la esquina del olvido.
Comienza la batalla. Hoy, Maribel es uno de los 88 internos con los que cuenta el Hogar de Paso Distrital. Una especie de pequeño oasis para los habitantes de la calle y los adultos mayores que padecen la fría realidad del abandono.
Desde el 20 de enero de este año, la mujer inició una carrera para ganarle a las drogas, la muerte y la locura.
Nueve meses después, su semblante, el color del cabello, su rostro y su piel hablan por sí solos de un proceso de recuperación paulatino que la tienen prácticamente irreconocible.
'Cuando ella llegó en enero estaba totalmente desubicada, agresiva, se quería devolver para la calle y la ansiedad y la abstinencia la tenían incontrolable', afirmó la coordinadora, Luisa Mora.
Este es el cuarto donde hoy duerme en el Hogar de Paso de la Secretaría de Gestión Social del Distrito. 'Estoy bien', dice sonriente.
Maribel llegó al Hogar con problemas gástricos, muy sucia y con una fuerte escabiosis que le tenía afectado hasta el cráneo. 'Le practicamos exámenes de todo tipo y se descartaron VIH, hepatitis y tuberculosis, pero pensábamos que su problema era ya mental', aseguró.
Relata que Maribel casi no se comunicaba, tiraba la comida, se ensuciaba encima, untaba las paredes con sus excrementos y siempre los atacaba con obscenidades.
Luego de casi 8 meses, su relación con el equipo es amable y se ha convertido en la consentida del Hogar. 'Ahora ella es un símbolo para nosotros, por lo difícil de su caso y porque ahora incluso se ha vuelto muy colaboradora', recalcó.
'Me siento muy bien, no quiero oler más a feo, me baño todos los días y hasta dos veces. Ahora duermo en una cama con abanico y todo, estoy bien', dijo una sonriente Maribel.
Al preguntarle sobre sus hijos ella alude un poco el tema y solo alcanza a decir que la niña la tiene una mujer rica y el niño que nació en plena calle 72 se lo quitaron en el hospital (el niño está bajo la potestad del ICBF). 'Yo no quiero conocerlos porque no quiero que caigan en el vicio como yo' aseguró.
Según la secretaría de Gestión Social, Karen Abudinén, el caso de Maribel es excepcional y necesita por lo menos de unos 3 años continuos de tratamiento para pensar en la resocialización y su reincorporación a la sociedad.
'El 60% de la población interna son adultos mayores que recogemos de la calle. Este es un trabajo articulado con otras Secretarías como la de Salud y Educación y para sostenerlo se invierten cerca de 700 millones de pesos al año' explicó la funcionaria.
'Este es un caso especial, ver ese cambio tan maravilloso, el sentido de pertenencia que ella tiene con el Hogar y su recuperación a todos nos llena de orgullo', anotó Said Navarro, asistente de la coordinadora del Hogar.
En la actualidad, las directivas están gestionando un tratamiento con fisioterapeutas para ayudarla a recuperar la movilidad en sus piernas, atrofiadas luego de que un vehículo la atropellara en la vía pública hace varios años.
Por el momento, Maribel viene ganando la primera de las más fieras batallas de su vida, en esa lucha contra una enfermedad que cobró la vida de su madre y de su hermano.