Compartir:

Es curioso como en el ajetreo cotidiano se dejan escapar detalles evidentes, incluso en algo tan simple como mirar hacia arriba y ver de lo que normalmente nos perdemos. Pasa en el centro amurallado de Cartagena, quizá por la escala general de las edificaciones y que en algunos casos se cae en la falacia de solo esperar encontrar la construcción colonial de pocos pisos mirando a una plaza. O quizá por el ritmo al que se mueve el sector, lo que más destaca en altura son las cúpulas y los campanarios de iglesias y claustros, sin notar que algunos colindan con otros patrimonios de distintas épocas.

De la mano con la zona en que en que se encuentra, la congestión vehicular y peatonal propia a los alrededores de una universidad; el edificio Salomón Ganem, adyacente al antiguo claustro San Agustín que hoy hace de instalaciones académicas puede ser un común '¿y ese cual es?', no ser de las edificaciones con mayor trascendencia de la ciudad o de Manuel Carrerá, pero es un gran exponente del lo que fue el Modernismo en la costa y el estilo del habanero.

Sin embargo el edificio no es una ventana abierta, pues lo que puede apreciar quien lo ve desde la calle Sargento Mayor es solo una cata ya que el factor sorpresa de la estructura es para quienes se adentran y le recorren dado que la fachada no expresa todo el interior del edificio como los dos módulos por los que está compuesto, el microclima interior, la coexistencia entre lo tradicional y moderno, además de los claroscuros y el patio interior a descubrir.

Así mismo, la geometrización de las formas y la simetría de los espacios que en este caso se disponen alrededor de un vacío como eje compositivo y elemento funcional del llamado estilo Art Deco Tropical 'en que Carrerá se preocupa por conseguir una arquitectura climáticamente adecuada' (Ángel, O. & Llanos, R. 2016)

A la par que escaleras como elemento a resaltar en los diseños del arquitecto cubano en la mitad de la construcción por las que se ilumina el interior mientras se deja ver el skyline del centro amurallado durante un descansado recorrido por el interior del inmueble en el que se buscó plasmar la plasticidad del tiempo sobre los muros, pisos , puertas y barandas de madera, encontrando un vehículo en la deformación de la luz filtrada a través de sus ventanas enmarcadas por el sol de la tarde, permitiendo dejar jugar la luz acompañada de su sombra. Además, cuyos mosaicos, sin ser azar cambian de piso en función de que tanto el usuario como los visitantes del edifico tengan la experiencia de observar una composición diferente en cada una de sus plantas. Ejemplo de esto es el cuarto piso; configurado por un mosaico ajedrezado en colores blanco y negro en donde la intención del arquitecto al utilizar este patrón cuadriculado es conformar un portal tridimensional entre los pisos bajos con los más altos. Esta representación puede ser apreciada por el gran vacío interno con el que cuenta el edificio permitiendo una distribución de transición espacial concentrando la ventilación interna que sirve como pulmón del edificio y la iluminación natural bañando las paredes de los pasillos, una luz que parece derretirse sobre los muros interiores, exponiendo el sol cartagenero como si fuera un óleo sobre un lienzo blanco.

En opinión de algunos esta obra puede estar descuidada y 'no favorecerle el hecho que la fachada no está muy decorada', pero esto es no hacerle mérito al valor en un contexto histórico distinto donde la estética es diferente, ya que el edificio sí responde a arquitectura del siglo XX adaptada al la región caribe. Además, conserva elementos de la ornamentación cartagenera tradicional como son, por excelencia, las balaustradas, tanto en fachada como en los corredores interiores donde los mosaicos cambian de piso a piso. Por lo que, junto a lo anterior dicho, el edificio, más que un conjunto de apartamentos y oficinas puede resultar en una experiencia más allá de la simple contemplación, a la vez que hace de ejemplo de los puntos interesantes que tiene una ciudad para el ojo curioso, solo hay que detenerse a buscar, o simplemente mirar hacia arriba pues este es un objeto arquitectónico viviente, y son los visitantes y usuarios los que le brindan vida al ser testigos del momento cuando empieza a bajar el sol de la tarde y le permite al usuario despedirse del día y darle la bienvenida a la noche.