El Heraldo
Barranquilla

Las andanzas delictivas de Marquitos Figueroa

A pesar de la acción de las autoridades y de los múltiples rumores que circulaban, no había claridad sobre el autor de este horrible hecho.

Aunque desde muy joven se vestía como un ‘cowboy’, con camisas manga larga de cuadros, botas y sombrero, su figura escuálida y menuda no le merecieron por parte de sus allegados más que un diminutivo por remoquete: Marquitos.

El último gran capo colombiano capturado, Marcos de Jesús Figueroa García, nació hace 47 años en el corregimiento de Conejo, en Fonseca, La Guajira. Pero desde niño se fue a vivir al vecino Barrancas. Su padre, Felipe Figueroa, murió no se sabe si asesinado o de un infarto en uno de los viajes que hacía para vender chivos en Maicao. Su madre, Edith García, de familia prestante, vendía alimentos y bebidas en las fiestas patronales de Santa Rita. Sus hermanos Mara y Milciades fueron abatidos por las autoridades en sendos operativos.

A los 20 años, cuando corría 1991, comenzó a manejar vehículos, ya tenía varios hombres a su mando y, armado, cobraba impuestos a todo el que entraba o salía de la frontera. Era tal su control en la zona que surgió el apodo de ‘Marquitos, el perrero de los malcriados’. Se lo ganó porque las madres de los jóvenes desobedientes le llevaban sus hijos a Figueroa para que este los reprendiera a punta de fuete.

Por las extorsiones y otras actividades de contrabando de gasolina, las autoridades lo capturaron y lo enviaron a la cárcel de Santa Marta, de la que se fugó, poco tiempo después, con un plan que él mismo diseñó: una volqueta atravesó los muros de la cárcel y por el hueco salió Figueroa con otros dos presos. Un taxi lo esperaba al frente.

Desde entonces, en 1998, era prófugo de la justicia. Y desde entonces, también, se unió al grupo delincuencial de Los Chorrerianos, que hizo de las suyas entre 1998 y hasta 2001 en Maicao, Fonseca, Barrancas, Riohacha, en La Guajira, y San Juan del Cesar.

Los dos cabecillas de Los Chorrerianos, Arismelis González Murgas, alias Ñego Ñego, y Edelmis de Jesús González Murgas, alias El Mono, fueron capturados por las autoridades y los sucedió Marquitos. Pero este, poco a poco, se fue adueñando del negocio, lo que originó diferencias internas en la banda, dice un informe de la Policía Nacional.

Como ya el capo había establecido contactos con delincuentes de Venezuela, allá estuvo radicado un tiempo, durante la primera década de este siglo. Pero siempre volvía a La Guajira y el Cesar. Por ejemplo, en 2004 abordó, revólver en mano, a Ana Carolina Vélez Salgado, esposa del exjefe paramilitar Rodrigo Tovar, alias Jorge 40, para que llamara al cabecilla, su enemigo acérrimo de entonces, a quien amenazó con matarlos a ambos si el comandante del Bloque Norte de las AUC no se sentaba a dialogar con él.

El interés de Marquitos era conciliar con Jorge 40 luego de que este venciera al exjefe de las Autodefensas Campesinas del Magdalena, Hernán Giraldo, y asesinara a una decena de contrabandistas de La Guajira que no le quisieron ceder sus rutas. Entonces, la idea del capo era negociar con Tovar las rutas del narcotráfico y contrabando de gasolina.

Figueroa, desde 2001, se había convertido, de acuerdo con un informe de la Policía, en el jefe de seguridad del polémico empresario Jorge Gnecco, señalado de supuestamente despojar tierras a campesinos en la región y de presunto narcotráfico en asocio con Hernán Giraldo. Pero Jorge 40 quería apoderarse de los corredores de narcotráfico de la Sierra Nevada y La Guajira, y terminó asesinando a Gnecco.

Ya con su banda propia, Marquitos construyó una central de acopio de cocaína y gasolina de contrabando. Los narcotraficantes, primero de Wílber Varela, alias Jabón, y luego del clan Úsuga, le mandaban los cargamentos y él los embarcaba en carrotanques rumbo a Venezuela, que de regreso traían gasolina y la plata del pago del narcótico.

Los políticos de la península empezaron a pedir su protección y sus favores criminales para retaliaciones personales y políticas. Entre ellos, aparentemente, el exgobernador guajiro Juan Francisco ‘Kiko’ Gómez, con quien además tiene vínculos familiares pues la esposa del mandatario, Bibiana Bacci García, es hija de una prima hermana de Figueroa.

Sus familiares empezaron entonces a acceder a los círculos de poder: dos de sus sobrinos están al frente de los hospitales de Riohacha y Distracción, y en el gobierno departamental hay varios familiares suyos que lo alertaban sobre las decisiones en los consejos de seguridad.

Algunos de los más de 100 muertos que le atribuyen al capo son: Luis López Peralta, candidato opositor a la alcaldía de Barrancas; Wilson Martínez, secretario de Gobierno de Fonseca; Yandra Brito, exalcaldesa de Barrancas; su esposo, Henry Ustáriz y su escolta Wilfrido Fonseca; el procurador judicial de Riohacha, Wiston Araujo Ramírez; Dina Luz López, esposa de un comerciante del Cesar, su hija Lila Luz y sus escoltas Deibis Correa y Fabio Sandoval;; el líder político Efraín Ovalle Oñate (por quien también investigan al cantante vallenato Jorge Oñate) y el médico Jorge Daza Barriga, hermano del excandidato a la gobernación de La Guajira, Bladimiro Cuello Daza.

Víctimas le pagaron para no ser asesinados

A las 12:25 del mediodía del 9 de agosto del 2011 comenzó una película de horror en Riohacha, que terminó con tres muertos, uno de ellos identificado de manera inmediata como Dilger Becerra Ramírez, abogado y asesor del Ministerio de Transporte en La Guajira en ese momento.

Las otras dos víctimas eran el comerciante Iván Martínez Aroca y el arquitecto Alejandro Bonivento, quienes fueron acribillados cuando se desplazaban en una camioneta Toyota Runner, placas ABU 40HM. Hombres armados con fusiles los atacaron desde otro vehículo.

La forma como fueron asesinados los tres hombres causó gran sorpresa a los habitantes de la ciudad, por la sevicia desmedida y el poder bélico que quedó demostrado en el ataque.

A pesar de la acción de las autoridades y de los múltiples rumores que circulaban, no había claridad sobre el autor de este horrible hecho.

La Fiscalía General de la Nación despejó esa duda con la medida de aseguramiento contra Marquitos, quien fue asegurado por cargos de homicidio agravado, porte ilegal de armas de fuego y concierto para delinquir agravado, por parte del Juzgado 73 Penal Municipal con función de Control de Garantías de Bogotá.

Las autoridades conocieron que días antes del asesinato de Becerra Ramírez el propio Marquitos le había enviado un mensaje, con un emisario de Maicao, en el que le decía que le perdonaba la vida. Al parecer lo que había entre ellos era una disputa por rutas del narcotráfico en la Alta Guajira que quedaron libres con la captura de Arnulfo Sánchez González, alias Pablo o el Señor del desierto.

Otro de los crímenes que les atribuyen a Marquitos y al exgobernador de La Guajira, Kiko Gómez, es el de Dinora Hernández Sierra, conocida como la Chachi Hernández, hija de una líder wayuu en Maicao. Presuntamente la Chachi pagó mil millones de pesos para que no la mataran y por eso también andaba tranquila y sin ninguna prevención. Sin embargo, fue asesinada en noviembre del 2012 cuando llegaba a un local comercial en Santa Marta.

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