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Aunque las protestas del sector agrícola durante las últimas semanas parecen estar sustentadas en la vulnerabilidad que los productores sienten frente a la entrada en vigencia de los tratados de libre comercio y la deficiente labor del estado en los últimos años para dar respuesta a sus necesidades, lo cierto es que los problemas del agro nacional son más de corte estructural.

De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) la concentración de la tierra en Colombia, calculada por el coeficiente de Gini, es del 0,86 (donde 0 corresponde a la perfecta igualdad y 1 a la concentración absoluta), uno de los más altos del mundo. Hoy el 3,8% de los propietarios de predios rurales tiene extensiones superiores a las 200 hectáreas cada uno.

El mayor problema de esta desigual repartición es que condiciona la productividad del agro. Según el Informe de Desarrollo Humano de 2011, en las zonas de mayor concentración, la tierra se utiliza en actividades especulativas o para pastoreo extensivo (pocas cabezas de ganado por hectárea), mientras que donde hay una mejor repartición predomina su uso agrícola. Entre 1995 y 2009, las hectáreas dedicadas a pastoreo aumentaron en 8,9 millones, mientras que las destinada para agricultura cayeron en 862 mil.

Los problemas de la logística. La difícil topografía colombiana, la lejanía con los centros urbanos y los altos costos de transporte por vía terrestre han impedido la creación de un mercado interno fuerte que dinamice la producción agrícola. El tener que transportar los cultivos en estas condiciones genera diferencias significativas en los precios de los alimentos que se ofrecen en las diferentes zonas del territorio nacional.

En el país es muy costoso mover una carga por tierra, lo cual les resta competitividad a los agricultores frente a los importadores. Transportar un contenedor de 28 toneladas entre Bogotá y Cartagena ($6.153.000) es 62% más costoso que llevarla de Cartagena hacia Europa ($2.361.444).

Esta diferencia ha contribuido a que ciudades ubicadas en las zonas costeras hoy se estén alimentando con productos importados. De acuerdo con estimaciones de la Universidad Externado de Colombia, el país importa el 50% de los alimentos que consume; cifra que posiblemente aumente por la diferencia de precios entre los alimentos producidos en el país y los que van a llegar a través de los TLC. Durante el año 2012, las importaciones de productos agrícolas representaron el 10,4% del total de importaciones.

Sumado a esto, en Colombia los costos de producción han venido creciendo a mayor tasa que los precios de los alimentos (según cifras de la Sociedad de Agricultores de Colombia), en gran parte debido al aumento en los costos de insumos como fertilizantes y los costos del transporte.

Efectos de la apertura económica. Desde la apertura económica del país, la actividad agropecuaria quedó a expensas de una competencia desigual con las agriculturas más competitivas que la nuestra, o más favorecidas por los subsidios estatales. David Díaz, profesor del IEEC de Uninorte, considera que la política agrícola nacional ha debido pasar a un enfoque de apoyo a la competitividad del campo, basado en la educación técnica de la población rural y el desarrollo de la infraestructura (adecuación de tierras y dotación de redes viales secundarias y terciarias).'El paro agrario ha puesto al descubierto la lentitud estatal en la provisión de bienes públicos que son la clave para la competitividad nacional e internacional del campo colombiano', agrega Díaz.

Al optar por la firma de TLC, el gobierno se ha decantado más por la tendencia mundial de integración comercial y por los beneficios que estos representan para los consumidores —pues acceden a alimentos a menor precio—, que por los riesgos que representa para un sector agrícola cada vez más vulnerable y que sigue estancado.

Para muchos el gobierno se equivocó, para otros el agro no se preparó. Pero en estos momentos de encontrar soluciones, todos coinciden en que el desarrollo convergente del sector solo se logrará si el Estado vuelve su mirada al área rural y da respuesta a sus necesidades. Sólo de esta forma podremos hablar de una verdadera locomotora del desarrollo.