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El treinta de este mes llega a la cumbre de los cien años doña Cecilia Caballero de López, la Niña Ceci, una de las primeras damas que con mayor admiración aprecian los colombianos.

Soporte infranqueable del ‘compañero jefe’ Alfonso López Michelsen conformaron un matrimonio, ese sí indisoluble, que arrancó en 1938 en la iglesia de Bojacá y que solo vino a romperse con la muerte del expresidente en julio del 2007.

Inteligente, culta, políglota (habla inglés, francés y alemán), se compenetró como pocas primeras damas con el alma nacional. Recorrió muchas veces el país, acompañando a su esposo en todas sus faenas políticas.

Ella recuerda con especial devoción la etapa del MRL, durante la cual siguió a López por toda Colombia, habituándose a comidas, costumbres y culturas de cada uno de sus pueblos, ciudades y rincones.

Conversar con ella es un verdadero deleite intelectual. Son muchas las fotos en que aparece en los afiches de campaña, bien en las primeras etapas del Movimiento Revolucionario Liberal, o en las de 1974, cuando un López victorioso conquistó la Presidencia con una de las votaciones más altas en la historia del país, enarbolando las banderas del “mandato claro”.

Su belleza poco usual, su desbordante simpatía y su delicioso sentido del humor la convirtieron en la ideal compañera del político e intelectual que fue López Michelsen.

Los líderes liberales de las regiones y el país mismo no la conocían como la primera dama, sino como la Niña Ceci.

Durante el mandato de su esposo cumplió su papel de primera dama con tino, discreción, inteligencia, sin interferencias indebidas en el ejercicio del poder.

Nunca admitió ser vocera de intereses burocráticos frente al Jefe del Estado. Estaba ahí siempre, pero sin hacerse notar. Asumió las campañas en defensa de la infancia y juventud de los desvalidos, en la misma forma en que lo hizo antes en fundaciones por ella dirigidas.

Ha tenido siempre una gran sensibilidad social para defender esas causas.

Fue soporte en todas las etapas de la vida del gran jefe, particularmente en los momentos en que este se encontraba, como solía decir, “en los peladeros de la oposición”, o en la derrota como candidato presidencial en 1982, cuando una división liberal facilitó el triunfo del candidato conservador Belisario Betancur.

El centenario de su nacimiento es, entonces, ocasión propicia para que toda Colombia vuelva a recordar con cariño a esta dama de singular valía, inscrita, por derecho propio, con el título cariñoso de ‘la Niña Ceci’, en la galería de las mujeres que han dado lustre y prestigio a toda la sociedad colombiana, sin distingos.

Al fin y al cabo, la vida de seres ejemplares como la de la Niña Ceci, no precisamente abundantes en los tiempos convulsionados que nos han correspondido a los colombianos durante los últimos años, aparte de su intrínseco valor, han contribuido a determinar, casi siempre con precisión y fortuna ese destino de bien andar y bienestar que la nación ha pretendido lograr en un empeño que todavía continúa y que como todos esperamos, habrá se hacerse realidad muy pronto.

Por Alfonso Gómez M.
@GOMEZMENDEZA