Un estudio del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal, adscrito a la ONG Seguridad, Justicia y Paz de México, provocó esta semana en Barranquilla un gran revuelo porque afirma que nuestra ciudad es una de las 50 más violentas del mundo. Tal como lo revelamos hoy, en lo que a Barranquilla respecta, el estudio tiene protuberantes errores.
Con una tasa de 24,57 homicidios por cada 100 mil habitantes, el área metropolitana de Barranquilla no solo está bien lejos de ciudades colombianas como Cali, Medellín, Pereira y Santa Marta, algunas de las cuales nos doblan y hasta triplican, sino de las ciudades del planeta más caracterizadas por sus altos índices de criminalidad.
Nada bien hace a Barranquilla este tipo de publicaciones erradas que ofenden el mayoritario pacifismo de la ciudad y comprometen, injustamente, su imagen frente a quienes hoy nos miran como un atractivo lugar para invertir por nuestra excepcional posición geográfica.
Sin embargo, hay realidades que están alterando la seguridad distrital y el reto es afrontarlas con firmeza. 424 homicidios es, de todos modos, una cifra preocupante, y la meta del Gobierno tiene que ser bajarla, consolidando la tendencia decreciente que en materia de homicidios ha venido mostrando la ciudad, un dato que, además, es una señal clara de que las autoridades han venido haciendo la tarea de reducir el número de muertes violentas.
Pero hay que continuar trabajando en el fortalecimiento de la Policía y de los órganos de Justicia competentes para enfrentar y derrotar a los actores que generan los sucesos criminales. E incluso en los puntos críticos que tiene la ciudad se va a requerir la presencia de las tropas disuasivas del Ejército.
En el tema particular del microtráfico, que es una actividad que ocupa muchas energías y considerables recursos del Estado, se está urgiendo de la Policía una acción más clara y contundente en relación con los expendios de alucinógenos, y que se hagan efectivos por parte de la Justicia los procesos de extinción de dominio de los inmuebles donde se venda la droga.
También es indispensable una más vigorosa acción de la Policía en la lucha contra el atraco callejero, que se convirtió en un dolor de cabeza cotidiano; frenar esta mortificante modalidad delictiva tiene que ser una tarea de primer orden de la Policía con la colaboración ciudadana.
Específicamente, sobre el tema de las pandillas, que fue ventilado en la más reciente Tertulia de EL HERALDO, hemos sido informados por la Consejería para la Seguridad Ciudadana y la Convivencia, a cargo de Guillermo Polo Carbonell, que se contratará con una universidad local una caracterización de estos grupos de jóvenes en riesgo, para, sobre la base de un conocimiento más preciso, emprender una estrategia focalizada en este segmento de la juventud que viene incurriendo en diversas conductas delictivas. La experiencia de desarme y desmovilización de algunas pandillas, en años anteriores, indica que la mejor opción de resocialización es garantizarle a cada joven una formación en el oficio de sus preferencias y buscarle opciones laborales en el sector productivo, ejerciendo un monitoreo de su comportamiento.
Pero hay un gran desafío en la generación de un clima de tolerancia en las familias colocadas en situaciones de pobreza y marginalidad, que implica construcción de oportunidades. En esta perspectiva, es muy importante el rol definitivo de los padres en la formación de sus hijos, en la transmisión de valores. En la mayoría de los casos de descarrilamientos de muchachos y muchachas, les cabe una gran responsabilidad a los padres de familia por no orientar bien a sus hijos, por no estar pendientes de sus actividades, de lo que hacen cuando están en la calle.
Será clave en este cuatrienio, para avanzar en mejores indicadores de seguridad, el propósito que se ha trazado la alcaldesa Elsa Noguera de ir progresando, gradualmente, en la jornada única escolar, que va a tener el efecto positivo de alejar a los adolescentes del peligro, de las tentaciones del vicio, del sexo irresponsable, de los embarazos prematuros, y del consumo de drogas y alcohol. Por supuesto, todo esto demanda un mayor esfuerzo de inversión en infraestructura, en tecnología y en calidad de los docentes. La experiencia de otros países demuestra que este modelo no solo asegura mejores estudiantes, más rendimiento académico, sino que desestimula de manera efectiva los riesgos de diverso tipo que rodean a los niños y jóvenes.
Finalmente, el reto es que la seguridad de Barranquilla se convierta en una preocupación de todos. Autoridades y ciudadanía, en una fuerte alianza, es la fórmula mágica para derrotar a las minorías delincuenciales y criminales que generan perturbación.