La Real Academia Española define la eutanasia como 'acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él', y médicamente, como 'muerte sin sufrimiento físico'. Pero la realidad de la eutanasia es mucho más complicada que esa definición, con personas y organizaciones a favor y en contra enfrentándose en un tema tan delicado como el aborto, la dosis personal o el matrimonio homosexual. Lo que dice la ley. Colombia es uno de los pocos países en el mundo en donde la eutanasia es legal. Existe por cuenta de la Corte Constitucional desde el momento en que esta despenaliza el homicidio por piedad, en la sentencia C-239 de 1997. Es considerada un derecho fundamental, pero para que pueda aplicarse deben cumplirse ciertas condiciones: que la persona esté en una situación extrema de dolor intenso e insoportable, que padezca de una enfermedad terminal y una situación médica irreversible. Cuando se dan estos presupuestos, la persona puede solicitar a su médico tratante que termine dignamente con su vida, sin que este reciba ningún tipo de sanción penal. Sin embargo, a pesar de ser legal, la eutanasia no está reglamentada en nuestro país. Es decir, no existe un procedimiento detallado de cómo y cuándo aplicarla. Gracias a esta ausencia normativa, la decisión queda en manos de las EPS y de los mismos médicos de turno. En algunos casos, las personas han tenido que recurrir a la acción de tutela para solicitar que se acabe su vida de una manera que ellas consideren digna. Según explica Carmenza Ochoa de Castro, directora ejecutiva de la Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente, no hay cifras oficiales en el país de cuántas personas recurren a este método para poner fin a sus vidas. 'No hay ningún tipo de registros de defunción en donde pongan como causa de muerte la eutanasia. Son muy poquitas las que se llevan a cabo en el país. Si tuviera que decir una cifra, estoy segura de que no pasarían de 20 al año', sostiene. Diferentes matices. Pero la eutanasia es solo una de muchas maneras de 'morir dignamente', según explica Ochoa de Castro, cuya organización, creada en 1979, busca 'defender y promulgar el derecho que tiene todo individuo a morir dignamente de acuerdo con sus creencias particulares, y emprender acciones con entidades y organismos públicos y privados del ámbito nacional e internacional que contribuyan a promocionar y asegurar ese derecho de las personas'. Luego de la muerte de una pariente y de verse enfrentada a un severo cáncer, Beatriz Kopp de Gómez conoció el movimiento por la muerte digna en Estados Unidos y a su regreso a Colombia reunió a un grupo de médicos, enfermeras, abogados, psicólogos y gente del común para formar la fundación. Esta ofrece a sus afiliados no solo asesoría médica, emocional y espiritual en la toma de decisiones del final de la vida, sino que además elaboró dos documentos para que ellos puedan dejar por escrito sus deseos sobre la atención que quieren recibir en sus últimos días. En el primero de ellos el individuo 'expresa su voluntad de que al sufrir una enfermedad en estado terminal y no existiendo una esperanza de recobrar la salud, no quiere que lo mantengan con vida de manera artificial ni prolonguen innecesariamente su vida, y acepta que la muerte llegue de manera natural' (llamado por algunos eutanasia pasiva). En estos casos, según explica Ochoa de Castro, las personas optan por recibir cuidados paliativos para darles calidad de vida al tratar el dolor, las náuseas y demás síntomas. 'Pero hay un grupo de pacientes –la minoría– al que la ciencia médica no les puede aliviar el dolor y el sufrimiento', detalla Ochoa de Castro, y estos son los que optan por el segundo documento, donde la persona expresa que bajo las mismas circunstancias arriba mencionadas, quiere que le ayuden activamente a morir. Es decir, solicita la eutanasia activa. Desde la religión. Aunque en el caso del primer tipo de pacientes, que decide no recibir tratamiento para prolongar la vida, la Iglesia Católica dice no tener objeción pues es una decisión autónoma de cada persona el ser tratada o no, en el caso de la eutanasia sí hay una posición clara. 'Nuestro lema es ‘amar la vida, respetar la vida desde antes de la concepción hasta la muerte natural, no a la eutanasia’', sostiene el padre Richard Sánchez, magíster en Bioética Médica y asesor de la Comisión de Promoción y Defensa de la Vida Humana de la Arquidiócesis de Barranquilla. 'Entendemos la eutanasia como un crimen que se comete cuando decidimos quitar la vida a alguien que va en término de deterioro o que está en una situación de enfermedad terminal o de muerte cerebral. Dios es el único que decide cuándo termina la vida', sostiene Sánchez, quien admite que a pesar de que cada caso es distinto y no se puede generalizar, 'la posición de la iglesia es tratar, por cualquier medio, de que la persona tenga una muerte natural'. Aun así, admite que en ocasiones, frente a situaciones de muerte cerebral o estado vegetativo, quien decide 'desconectar' al paciente es su familia. Y aunque este tipo de casos son los más comunes en el espectro de la muerte digna, la verdad es que no están amparados bajo la ley. 'Lo que está contemplado es que la persona autodetermine que ya no quiere seguir adelante con los tratamientos. Pero que un familiar decida desconectarlo, no está permitido legalmente', subraya Camilo Araque, asesor jurídico del senador Armando Benedetti. Benedetti ha intentado en reiteradas oportunidades reglamentar este tipo de prácticas a través de un proyecto de ley, pero no ha tenido éxito. Según él, esto se debe a que el debate es visto desde una perspectiva meramente religiosa. '(Los congresistas) siempre terminan metiéndole el tema religioso y otra vez en este país de cavernícolas terminan legislando solamente para la religión católica. Y la religión católica dice que la vida es de Dios. Supongamos que eso sea verdad: solo lo es para los católicos. Pero en nuestro estado también hay personas que no creen en Dios, que no tienen ninguna religión, entonces hay que legislar para todos. Es una minoría pero merece respeto y tiene derecho a vivir y morir dignamente', apunta Benedetti. 'Mientras que la iglesia siempre está pregonando que el hombre tiene que estar al servicio de la religión, este proyecto está buscando que el estado esté al servicio del hombre', dice el senador. Resonancia en el mundo. El espinoso tema de la eutanasia no está solo en la agenda colombiana. En el mundo las iniciativas para despenalizarla son cada vez más comunes, especialmente en los últimos años, en donde algunos casos han tenido resonancia internacional. Esa es la historia de Chantal Sébire, profesora francesa que en 2008 obtuvo un amplio cubrimiento mediático luego de pedirle al entonces presidente Nicolas Sarkozy que le permitiera practicarse la eutanasia. Ocho años antes, a Sébire le diagnosticaron estesioneuroblastoma, una forma de cáncer extremadamente rara que con el tiempo se expandió en todo su rostro, dejándola severamente desfigurada. Además, perdió la vista, el gusto y el olfato, y sufría intensos dolores. El 17 de marzo de 2008 perdió el caso que llevaba en la corte y no se le permitió que un médico terminara con su vida. Dos días después fue encontrada muerta en su vivienda. La autopsia concluyó que Sébire había tomado fármacos que se usan en otras partes del mundo para llevar a cabo suicidios asistidos. Desde entonces, su caso ha servido para llevar el debate de la eutanasia a las esferas públicas. Este es el lugar, finalmente, en donde se debe discutir este tema con la participación de todos los actores de la sociedad, sin importar su posición al respecto.