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“Nunca me he tomado un trago ni me he fumado un cigarrillo”, es la carta de presentación de Marco T. Barros Ariza, el periodista empírico, el hombre de las corbatas; el padre de seis hijos, el abuelo de 25 nietos y el bisabuelo de 14 bisnietos. El mismo que hoy cumple 90 años y no los aparenta, porque la buena vida y la lejanía del ocio lo hacen parecer un ‘pelao chévere’ de 25.

Amigo entrañable de la desaparecida Celia Cruz y su esposo, Pedro Knight, cuenta orgulloso que en su clóset cuelgan 199 corbatas, de las cuales 17 fueron regalos de la Guarachera de Cuba. “Mis amigos dicen que Pedro usa puro corbatín porque Celia me mandó todas sus corbatas”, bromea. Luego recuerda que usa esta prenda desde que hizo la primera comunión en la iglesia de San Roque, cuando tenía doce años, y comulgó por primera vez al lado de su hermana Carmen Cecilia.

Detrás de cada corbata suya hay una cifra. Su nieta Zamira Gómez se las marca celosamente, para no perder la cuenta y para que sea más fácil ubicarlas. Confiesa que nunca ha tenido que lavar alguna de esas 199 piezas, ya de colección, pues “las cuido tan bien que no necesito hacerlo”, asegura.

Este maestro del periodismo acepta que se inclinó por la farándula “porque si hacía crónica judicial y yo escribía que algún pelao era un ratero, luego venía la mamá y me reclamaba. Si hacía política me ganaba muchos enemigos”. Entonces se dedicó a la música y sus intérpretes e ‘hizo liga’ con artistas como Daniel Santos y Juan Gabriel.

De ese gusto por el arte nació Musinal –Música sin alcohol–, una tertulia de amigos que se reúne cada martes por la tarde desde hace 17 años. Su sede, ahora, es la popular ‘La esquina del movimiento’ del barrio Boston.

Tiene una memoria prodigiosa, en especial para recordar las fechas que han marcado su vida y los nombres de las antiguas calles y carreras de Barranquilla. Por eso sabe que su historia en la radio empezó el 2 de septiembre de 1978 con el programa Candilejas, que se transmitía los sábados de una a dos de la tarde y los domingos de siete a ocho de la noche.

Ese espacio radial lo tuvo hasta 1982, cuando murió su hijo Marco Tulio y decidió hacer un receso por dos años. Luego pasó por Emisora Atlántico, Radio cultural Uniautónoma y Radio Tropical. Ahora se dedica netamente a la prensa, a escribir su columna de cada jueves, ¿Sabía usted qué…?, en el diario La Libertad.

El año pasado la Universidad Autónoma del Caribe lo honró con el reconocimiento Vida y Obra en los premios Mario Ceballos Araújo por su trayectoria. Se ganó siete millones de pesos y, cuando cuenta en qué los invirtió, le da nostalgia. “Se los metí a mi carro, un Mazda 323 de color rojo –apodado El cigarrón colorado–, y me lo robaron en los pasados carnavales”. No quedó nada de su automóvil, pero le quedó la estatuilla en forma de pluma y la placa, que rememoran el gran profesional que es.

No tiene corbata favorita. Solo le interesa que combinen, “porque no me gusta estar disfrazado”. Está seguro de que el mejor regalo de cumpleaños será la corbata número 200, que aún no sabe quién le dará.

Por Andrea Jiménez J.