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Padre e hijo viven en un barrio oscuro, sin faroles, a orillas del mar. Los acorralan la pobreza y la soledad, pero se tienen el uno al otro, con un amor tan profundo que parece bastar. La relación se teje en Un mundo huérfano, en el que Giuseppe Caputo explora la estética queer del mundo LGBTI.

A pocas semanas de haber sido publicada la ópera prima del barranquillero, la crítica literaria de Colombia ha aplaudido su osada historia y el lenguaje que, sin mencionar las palabras claves de esa comunidad, no deja duda sobre quiénes habla: de los gays, lesbianas, bisexuales, transgéneros e intersexuales; adentrándose en el fenómeno de la homofobia.

Caputo, que estudió escritura creativa en la Universidad de Nueva York y en la de Lowa, habló con EL HERALDO sobre -según ha dicho- esta carta de amor a su padre fallecido, Giuseppe Caputo Castiglione; porque la novela está inspirada, precisamente, en él y su padre. 'Es una historia de amor en un contexto de adversidad y soledad radical'.

¿Cómo se fue formando la idea creativa de la que derivó la novela?

La idea original de la novela era escribir una historia que ocurriera siempre en la noche. En la noche está presente la mística, tiene mucha soledad, desasosiego, melancolía; como ocurre en la Noche oscura del alma, de San Juan de la Cruz. Pero también se encuentra la vida nocturna, de la fiesta, de la duración del cuerpo, que para mí también es del alma. Entonces ahí pude ubicar la novela. Luego se fueron incorporando los personajes, un padre y un hijo; y luego está todo el despertar sexual del protagonista.

En ese proceso, ¿cómo surge la relación padre-hijo?

Los protagonistas -el padre y el hijo- viven en una zona aislada de la ciudad, y ocurre un hecho de violencia que los termina aislando mucho más. En ese momento construyen una red de afecto con los habitantes del barrio, se vuelven una familia que trasciende los lazos biológicos. Entonces surge la duda de si el amor entre padre e hijo basta, y lo que sucede es que no basta. Ellos pasan crisis económicas fuertes, está presente la homofobia, distintas cosas ocurren al mismo tiempo.

Hay mucho de ti en la novela, ¿qué retomas de tu identidad Caribe en ella?

La ciudad de la novela está inspirada en Barranquilla, un lugar costero, cerca al mar, en la que hay una gran brecha de desigualdad; de hecho los protagonistas viven en uno de los lugares más marginales de esa ciudad. Además, Barranquilla está presente en la personalidad de los personajes, en lo dicharachero, en la recursividad ante la adversidad, pero también las vivencias de ellos. Todo es un diálogo entre la memoria personal y la producción literaria.

En la novela hay tintes de sexo y violencia que pueden impactar al lector, ¿cómo fue la exploración de esas temáticas?

Hay escenas de sexo, pero también hay masacres, hay una disposición natural muy pura para los personajes donde hay mucha ansiedad, crisis económica, una matanza, los abusos de la policía, homofobia… y sin embargo lo que más ha llamado la atención son las escenas de sexo consensuado entre hombres.

¿Fue intencional esa alusión a la comunidad LGBTI?

La novela se publica en un momento coyuntural en ese tema y me alegra que haya sido así. Después de la masacre de Orlando está la polémica por las cartillas del Ministerio de Educación, que para mí es un ataque homofóbico sin precedentes en el país. Y la novela explora esa temática sin mencionar las palabras gay, lesbiana, bisexual, transexual, homofobia; pero sí hace referencia a ello.