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A sus 82 años Vicente Rojo recordó la época en la que Gabriel García Márquez le entregó el manuscrito de Cien años de soledad para que ilustrara la portada. 'Fui uno de los primeros en leer la novela y me di cuenta que era un compromiso muy fuerte', dijo el artista.

Rojo, asilado en México durante la Guerra Civil Española, llegó al país azteca desde muy temprana edad.

El artista está emparentado con la historia. Es sobrino del general Rojo, quien fue jefe de las tropas que se opusieron al golpe de estado protagonizado por el General Franco.

Desde muy joven entró al mundo editorial a través de las revistas y cuando obtiene la nacionalidad mexicana se dedica a estudiar pintura en la escuela de arte La Esmeralda.

En 1960 crea la editorial Era y en 1961 llega Gabriel García Márquez con su familia a México. 'Nos conocimos en México a los primeros días de llegar, porque teníamos una amistad con Álvaro Mutis y con una figura muy importante para García Márquez que fue Luis Vicens, su librero, que era catalán y un refugiado republicano, pero que había vivido en Colombia y era alguien muy cercano a Gabo', recordó Rojo.

El artista había intervenido para que García Márquez publicara en la Editorial Era, en México, sus novelas El coronel no tiene quien le escriba y La mala hora. 'Gabo me pidió esa portada dándome el manuscrito y fui uno de los primeros en leerlo', relató agregando que 'me di cuenta de lo excepcional de la obra y de lo difícil que era sintetizar esta novela en una portada', reconoció.

Rojo se inspiró en los diseños de viñetas mexicanos con motivos escolares populares en el siglo XIX. 'Yo empecé a trabajar y pensé que la portada debía ser con elementos de uso común y popular y creí que iba bien para dar con el tono de la novela, que como sabemos es una obra riquísima', afirmó el artista.

Sobre la especial tipografía que usó en la portada el diseñador explicó que 'las letras las tracé como si las hubiera hecho un rotulista de barrio o alguien que pudiera poner lo mismo que el título de Cien años de soledad o de cualquier papelería, o negocio de mecánica. Yo quise darle ese tono popular y así fue', señaló Rojo, quien también habló sobre los colores que utilizó para el diseño.

'Fueron colores básicos. El azul, el rojo y el negro no son colores elaborados, son los colores que se consiguen con facilidad en una ferretería y eran colores brillantes y a mí me pareció que eso redondeaba la idea de que tuviera un tono natural'.

El artista confesó que la portada de Cien años de soledad la elaboró sin los misterios que la rodearon después. 'No había algo muy pensado o muy decidido, simplemente quería que tuviera ese juego y que vibrara un poco dentro de esas etiquetas y viñetitas que escogí'.

Rojo se limitó a seguir las instrucciones de lo que Gabriel García Márquez quería que fuera la imagen de su obra maestra. 'A mí no me gusta que las portadas sean impositivas. Yo pienso que una portada buena tiene que sugerir pero de ninguna manera imponer el criterio del diseñador', expuso considerando que para ese entonces Cien años de soledad era 'una novela insólita en ese momento porque no existía algo similar a pesar de que yo conocía bien la obra de García Márquez'.

Portada extraviada. Por cosas del destino y a pesar de que Vicente había entregado a tiempo la carátula prometida, el diseño no alcanzó a llegar en la fecha indicada a Buenos Aires.

En la editorial Sudamericana la diseñadora Iris Pagano improvisó la portada de un galeón perdido en medio de una selva azul, que reposa sobre tres plantas amarillas, edición que es muy perseguida por los coleccionistas en la actualidad.

Acerca del trasegar que tuvo el diseño de la carátula antes de llegar a su destino en Buenos Aires, Rojo expresó que 'yo siempre he imaginado que la portada en su viaje de México a Buenos Aires se detuvo en Macondo para que allá aprobaran o no aprobaran la portada del libro', bromeó en medio de risas.

Ese revés de la fortuna permitió que la segunda, la tercera y la cuarta edición, que apareció en junio, septiembre y diciembre de 1966 llevarán la portada de Rojo, que después fue impresa en tiradas de veinte mil ejemplares hasta llegar a más del millón, un éxito sin precedentes para una editorial latinoamericana.

El misterio de la E al revés. En el título de la portada del libro en la palabra soledad la e está al revés, detalle que con el tiempo generó las más descabelladas teorías y análisis que Rojo termina por aclarar 'puse la e al revés precisamente para acentuar el carácter popular del rotulista que había hecho el letrero y se había equivocado. Como era un rotulista de barrio que no tenía mucha destreza de repente se equivocó y a mí me pareció que le hacía un pequeño guiño a la novela. Fue un error que le propuse al rotulista para que quedara así y a esa me atengo', descifró el artista, que con el paso del tiempo comprendió en el aprieto en que había metido a su amigo García Márquez.

'De toda la cantidad de sugerencias y de misterios que tiene la novela ese resultó un misterio más y persiguieron a Gabo mucho tiempo después preguntándole qué significaba esa e al revés y creo que ni él mismo sabía explicarlo', apuntó el artista.

'Yo quedé muy satisfecho con esa portada, el propio García Márquez también y el editor de Sudamericana, Francisco Porrúa, me elogió el trabajo'.

Amistad de toda una vida. Apesadumbrado por la muerte de un compañero de batallas, con quien compartió alrededor de cincuenta años de amistad, Rojo recordó la última vez que vio a García Márquez.

'Nos vimos hace como un año y meses porque era evidente que ya tenía ciertas dificultades y no queríamos perturbar la discreción con la que Mercedes llevó la enfermedad de Gabo'.

El artista desde su estudio en ubicado en Coyoacán, México, prepara para el próximo año una exposición retrospectiva de su trabajo como pintor, escultor y diseñador gráfico, titulada Casa de letras.

Con toda una vida dedicada a las artes Vicente Rojo mantuvo una relación muy cercana con autores como Álvaro Mutis, José Emilio Pacheco y Octavio Paz, entre otros.

Rojo siempre estará agradecido con Cien años de soledad y su autor porque 'la novela ayudó a que la portada fuera conocida, pero yo creo que el contenido es tan excepcional que la portada fue un complemento, algo que sugería la riqueza literaria estaba allí dentro de las páginas de ese libro'.