En un país con amnesia colectiva es difícil reconocer que los maestros han hecho apuestas en medio de las balas, abriendo el aula de clase aún en las condiciones más devastadoras de la guerra, con los actores armados merodeando la escuela, en las veredas más recónditas y olvidadas de la geografía nacional.

Son los maestros los que tuvieron que contener a sus estudiantes para que no se fueran reclutados por los unos y por los otros, y también son los maestros los primeros que aparecieron en las listas asesinas, esas que tenían nombres de los que nunca más estarían vivos. Fueron los maestros los primeros silenciados cuando se sospechó que hablaban de paz o de democracia, y allí sus enemigos también fueron los unos y los otros, y el Estado también sospechó de ellos.

Allá en Las Palmas, un corregimiento de San Jacinto, en Montes de María, vi los ojos de la maestra. Fue ella quien abrió un salón de clases, en medio de la maleza que se comía un pueblo abandonado después de los asesinatos y el desplazamiento, aún cuando ni siquiera el puesto de salud cobraba vida. Allí estaba la maestra con niños de todas las edades, en una clase cuyos contenidos son inimaginables, con la esperanza bien puesta en la frente, lejos de su familia, lejos del mundo y cerca de su oficio.

En Miranda, Cauca, fue asesinado el coordinador del colegio Técnico Municipal, justo en la sala de profesores. Los sicarios le metieron cinco balas en el cuerpo a José Lino Beltrán, delante de sus estudiantes de Convivencia Ciudadana, el 18 de noviembre de 2002. Sus hijos quedaron huérfanos.

A Dionis Sierra lo asesinaron un 15 de mayo de 2011, en el municipio La Apartada, Córdoba, justo cuando celebraba el día del profesor con otros maestros. Tres balas acabaron con su vida en pocos segundos. Su mamá, que lo lloró con infinito dolor, también era maestra en el municipio de Sahagún.

La filial de Fecode en Córdoba registró veinte asesinatos de maestros entre diciembre de 2008 y mayo de 2011. En 2010, en el corregimiento Los Córdobas, Montelíbano, doce maestros fueron víctimas de desplazamiento forzado por amenazas de bandas criminales.

Entre 1985 y 2014, según datos de la Unidad de Víctimas, mil docentes fueron asesinados, cuatro mil fueron víctimas de amenazas y desplazamiento, y setenta permanecen en el exilio por las consecuencias del conflicto armado. Antioquia, Cauca, Córdoba, Valle del Cauca y Nariño son los departamentos con mayor número de maestros afectados.

Son los maestros también los que hacen lo que pueden por la infancia en medio de nada, sin tiza ni tablero, sin sillas ni mesas, con niños desplazados, con los estómagos vacíos y los ojos tristes. Allí están los maestros. Entonces, en medio de estas apuestas por la paz, con los unos sentados en una mesa en La Habana y con los otros clamando por más sangre de la guerra, también los maestros deberían recibir una mirada distinta. Este país necesita reinventarse en estas negociaciones, y para ello debemos empezar a construirnos, construir las escuelas donde el conflicto armado se lo llevó todo, pero especialmente reparar la imagen del maestro, tan mancillada de muchas maneras y tan necesario para hacer la paz.

javierortizcass @yahoo.com
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