Algo se temía ya la policía de Frankfurt, pero los disturbios que enturbiaron ayer la inauguración de la fastuosa nueva sede del Banco Central Europeo (BCE) superaron las peores expectativas, con casi un centenar de heridos y enormes destrozos de coches y mobiliario urbano. Los organizadores y participantes de la manifestación convocada por el movimiento Blockupy, entre ellos sindicatos alemanes y partidos como Podemos de España o Syriza de Grecia, se desmarcaron de la violencia que fue protagonizada por grupos ultras bien organizados que habían acudido desde toda Europa. El mensaje de los miles de manifestantes pacíficos fue el rechazo al capitalismo en general y a las recetas neoliberales impuestas durante la crisis en particular. El blanco de la protesta era el BCE, al que se considera como el símbolo de una Europa en la que manda la banca. Como uno de los tres integrantes de la temida troika –junto con la Comisión Europea y el FMI– el banco central es coautor de la política de recortes y austeridad que ha exacerbado el empobrecimiento de buena parte de la población en los países intervenidos.

Sin embargo, algunas de las medidas que tomó el BCE durante la crisis deberían eximirle de ser el principal chivo expiatorio para Blockupy. Primero, el banco emisor inundó a las entidades financieras de liquidez a tipos de interés irrisorios con el fin de reactivar unas economías que languidecían por falta de crédito. Pero, en vez de abrir el grifo para empresas y hogares, los bancos prefirieron comprar deuda pública a un interés mayor de lo que les cobraba el BCE por sus préstamos. Un negocio redondo y sin riesgo. Frustrado, el presidente del BCE, Mario Draghi, pasó a la compra masiva de bonos públicos y privados para que el dinero llegara por fin a la economía real. Y lo hizo contra la feroz resistencia del Bundesbank, el banco central alemán. Quizás su sede, a pocos kilómetros del BCE, hubiera sido un escenario más apropiado para Blockupy. El Buba ha sido el principal defensor de las políticas de austeridad que dan prioridad a que cobren los acreedores frente al bienestar social e incluso el crecimiento en los países intervenidos. Y, de paso, garantizó para Alemania intereses irrisorios, mientras las economías periféricas sufrían primas de riesgo elevadas.

Hablando de acreedores, los manifestantes podrían haberse dirigido también a las torres gemelas del Deutsche Bank en Frankfurt. La mayor entidad financiera del país, al igual que otros bancos, había prestado ingentes cantidades de dinero a estados como España, Portugal o Grecia. Al estallar la crisis presionaron a sus gobiernos y al BCE para que garantizaran la recuperación de su capital. Pero, sin duda, la nueva torre del BCE tiene un poder simbólico mucho más fuerte y visual. El Ejército Rojo escenificó su victoria sobre Alemania en el Reichstag de Berlín –el parlamento que ya había sido cerrado años atrás por los nazis–, en vez de hacerlo en el búnker de Hitler o alguno de sus ministerios.

@thiloschafer