Compartir:

Haciendo un ejercicio de exageración se la podía imaginar coronando una torre de libros como una gran matrona, decidiendo la suerte de cientos de escritores y definiendo el curso de la industria editorial en castellano. Ya sin exagerar, Carmen Balcells, fallecida ayer en Madrid a los 85 años, era quien movía los hilos de la literatura hispanohablante desde que el ‘boom’ latinoamericano eclosionó en los sesenta.

Desde la agencia literaria que fundó, defendió a los escritores más prometedores del momento y alejó de ellos las preocupaciones para que se dedicaran a lo que sabían hacer: escribir. En los perfiles que de ella han hecho los cronistas de los medios de comunicación –sobre todo españoles– queda claro que Balcells fue quien les aseguró a sus poderdantes contratos que les permitieron vivir de manera desahogada, cuando no holgada, dejando atrás las pírricas regalías de las que se quejaban.

La ‘Mamá Grande’, como le llamaban en alusión al omnipotente personaje de Gabriel García Márquez (quizá el más ilustre de sus representados), marcó un hito en el negocio editorial al tener en su cuerda, en distintas épocas, una constelación que incluía también a Pablo Neruda, Mario Vargas Llosa, Juan Rulfo, Manuel Vázquez Montalbán, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Vicente Aleixandre, Camilo José Cela, Rafael Alberti, Alfredo Bryce Echenique, Miguel Ángel Asturias, Juan Goytisolo y Juan Marsé, entre otros.

A varios de ellos les adelantó dinero para que vivieran tranquilos mientras comenzaban a darse a conocer en España. Llegaba a ser más que una agente literaria para cumplir un papel de consejera, psicóloga, financista y, en muchos casos, amiga.

En noviembre de 2010, el Ministerio de Cultura español pagó 3 millones de euros por 2.000 cajas donde reposaba su archivo, compuesto por originales literarios y sus correcciones, correspondencia, contratos, borradores y rarezas, en los cuales se puede resumir una parte importante de la historia de la literatura en español del siglo XX.

El papel de Balcells fue determinador en el encumbramiento de Gabo como la principal figura literaria de Latinoamérica. No se podrá determinar cuánto del éxito editorial de Gabo se debe a la labor de difusión de la que era conocida como la ‘super agente’. Los unió una entrañable amistad cultivada con encuentros, cartas que cruzaban el Atlántico y llamadas telefónicas.

Dentro de su legado está haber modificado la labor del agente literario y haber trazado las líneas de lo que sería en los años subsiguientes el modelo de escritor profesional.

Con su muerte se cierra un capítulo del momento más importante que haya experimentado hasta hoy la literatura latinoamericana.