Durante los últimos meses, la tasa del desempleo ha sido uno de los principales motivos para sentir optimismo en algunas de las principales ciudades costeñas. Mes a mes, las cifras reportadas por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, Dane, vienen situando a Montería, Barranquilla, Cartagena, Valledupar y Santa Marta en los primeros lugares de las ciudades con menor porcentaje de personas desempleadas en Colombia.
Varios analistas, expertos y académicos venían advirtiendo, sin embargo, sobre la necesidad de no hacer interpretaciones triunfalistas de estos resultados y afinar su análisis para otorgarles su justa proporción.
Pues cada vez resulta más claro que el empleo es, en realidad, uno de los factores que mayor preocupación despierta en la población, como queda patente en la Encuesta de Percepción Ciudadana 2015 de Barranquilla Cómo Vamos, revelada ayer y publicada por EL HERALDO. Un signo que atraviesa los resultados son las respuestas que apuntan a la vinculación laboral de calidad como uno de los problemas prioritarios a resolver, en paradójica contravía con el buen momento que reporta el Dane en este frente.
Aunque la tasa de desempleados se mantiene baja en comparación con el resto del país, en niveles que oscilan entre el 8% y el 9%, otros indicadores han arrojado aparentes contradicciones que permitirían concluir que la situación, tanto en Atlántico como en toda la Costa, amerita una revisión más profunda.
En Barranquilla, por ejemplo, el número de personas catalogadas como “ocupadas” –reportadas por el mismo Dane– no aumentaba al ritmo en que caía el desempleo durante varios periodos; incluso, por momentos, decrecía la cantidad de ocupados.
Así mismo, la ciudad se ha mantenido como una de las de menor porcentaje de población con participación en el mercado laboral en el país. ¿Cómo es posible que haya bajo desempleo, al mismo tiempo que menos personas ocupadas y menos participación laboral? ¿Qué factor juega el subempleo?
Una respuesta probable, en opinión de algunos expertos, es que muchos desempleados pasaron a ser considerados población económicamente inactiva. En lugar de conseguir empleo, simplemente dejaron de buscar.
Más allá de que esto sea o no así, el hecho de que estas preguntas suelan rondar los reportes del Dane pone de manifiesto la necesidad de afinar la medición. No conviene soslayar estas inquietudes ni perderlas de vista cuando pasa la coyuntura, en el objetivo de procurar una sociedad más justa.
“Hay mucho desempleo” fue, con un 36%, la segunda razón que más argumentaron quienes dijeron no sentirse satisfechos con la ciudad en la encuesta Cómo Vamos. El diagnóstico se resalta más al mirar algunas de las preguntas nuevas de este año: el 43% de los encuestados consideró que en la ciudad no es fácil conseguir trabajo. El empleo fue, después de la salud, el segundo aspecto que consideraron clave para su calidad de vida. Y fue elevada como la principal prioridad para la próxima administración.
Hay serios indicios de que hace falta realizar ajustes para tener más empleos dignos. Son la base para aspirar a mayores trasformaciones sociales. Son, sin duda, claves para la estabilidad económica de las familias, y, así, combatir la inseguridad mediante la erradicación de esas necesidades insatisfechas que se constituyen en caldo de cultivo para la delincuencia. Apostarle a seguir adelante con los planes educativos, con el aumento de la calidad y la cobertura –en especial a edades tempranas–, es el camino para lograr una población mejor capacitada para aspirar a mejores trabajos. Es el camino de la equidad.