Colombia es el invitado de honor este año a Arcomadrid, la más importante feria de artes plásticas de España y una de las mayores vitrinas en Europa. Sin embargo, la Costa Caribe no estará representada allí, como reveló EL HERALDO en un informe publicado ayer. Entre los invitados por la curaduría del evento figuran 10 galerías nacionales – ocho de Bogotá, una de Medellín y una de Cali–, cada una de las cuales llevará 2 artistas, para un total de 20, todos de otras regiones del país.
Vale la pena abrir una reflexión sobre lo que ha ocurrido, sobre el porqué se ha desaprovechado esta oportunidad de que los creadores del Caribe compartieran su visión con el mundo en un escenario inmejorable.
Hay que señalar que la Región sí estará en Madrid en estos días, pero solo representada por 12 creadores, entre 100 colombianos, en una muestra alterna programada por el Ministerio de Cultura, la Cancillería y la Embajada de España. Se denomina Arco Colombia, y comprende trabajos de artistas consagrados, jóvenes y ya fallecidos.
Cuesta trabajo explicarse la escasa representación regional en un certamen artístico de tal magnitud, si se tiene en cuenta que a la Costa Caribe se le reconoce como una región pródiga en creadores plásticos, cuna de los movimientos de vanguardia colombianos.
¿Qué ha pasado, entonces? Lo facilista es pensar que esto es una muestra más de discriminación regional, pero el caso amerita ir más allá de esa capa del debate. Analizar sosegadamente si hace falta trabajar más en defender y promover la cultura del arte en el Caribe.
Para María Eugenia Castro, directora del Museo de Arte Moderno de Barranquilla, la explicación pasa por la carencia de galerías costeñas, a diferencia del interior del país donde hay un movimiento organizado y una consideración alta por los artistas, especialmente en los sectores sociales con más capacidad adquisitiva para coleccionar obras.
Arcomadrid es una feria que funciona de acuerdo con la dinámica del mercado del arte, cuya activación está ligada a la existencia de galerías competitivas, como lo fueron en su momento la Galería Élida Lara y la Galería Quintero que funcionaron en la ciudad en los 80 y que participaron en ferias internacionales con los trabajos de Alejandro Obregón y Enrique Grau. Hoy el Caribe solo cuenta con dos ferias de importancia: Art de Cartagena y la Bienal de Arte de Cartagena. Esto, sumado a la ausencia de estímulos, solo les deja a nuestros jóvenes talentos la opción de emigrar en busca de oportunidades.
Sería conveniente evaluar los esfuerzos que se están haciendo hoy para que la Costa, y en particular Barranquilla, logre un reposicionamiento en el mundo del arte. Revisar si hace falta fortalecer las escuelas de bellas artes, como una de las tareas imperativas. Y revivir el entusiasmo de los 80 por crear galerías de primer nivel y cultivar un mercado a partir de estimular –mediantes políticas culturales claras– la creación de coleccionistas.
Con un esfuerzo conjunto entre la academia, el sector privado y el público se pueden definir acciones para educar en lo estético y avivar el gusto por el arte. Nadie dijo que fuera fácil, pero tampoco imposible, y lo que sí no puede volver a pasar es que la Costa Caribe pierda su liderazgo en un terreno en el que, por naturaleza, lo tiene. ¿Por qué? Porque nada mejor que el arte para reflejar el dinamismo de una sociedad.