En estos tiempos difíciles la salud mental del hombre contemporáneo está siendo sometida a las más exigentes pruebas, siendo considerada una de las épocas más riesgosas de la historia para conservar la cordura y el equilibrio emocional.
Esto se ha visto reflejado en que en los últimos 50 años haya aumentado el número de pacientes con patologías mentales en el planeta, y en particular con determinadas enfermedades asociadas a la depresión y la angustia provocadas por la estresante vida contemporánea. Según cifras de la OMS, a nivel mundial existen unos 400 millones de personas que sufren trastornos mentales, neurológicos u otro tipo de problemas relacionados con abuso de alcohol y drogas.
Por su parte el Estudio Nacional de Salud Mental en Colombia indica que somos el tercer país de América con mayor número de enfermos mentales después de México y Estados Unidos. Dicha investigación asevera que cuatro de cada 10 colombianos han padecido algún trastorno mental, además de que por cada 100 personas que consultan al médico general 26 lo hacen por perturbaciones psicológicas. Llama también la atención que los problemas que más aquejan a nuestra población son la ansiedad, los trastornos afectivos y el abuso de alcohol.
Es por lo anterior que es oportuna el llamado a la cordura y la salud mental que la OMS está haciendo a la humanidad en este mes de octubre con el primordial fin de sensibilizar a los gobernantes del mundo y a la población en general acerca de los problemas de salud mental y la necesidad de aumentar la inversión en este campo y dirigir los recursos disponibles hacia servicios más eficaces y humanitarios.
El emplazamiento es a todas las naciones del mundo en el sentido de que “invirtamos en salud mental“ pues es una realidad que los recursos económicos y humanos que se asignan a la sanidad psicológica son cada vez más insuficientes, en especial en los países con recursos escasos. La mayoría de los países de ingresos bajos y medios dedican menos del 2 por ciento de su presupuesto sanitario a la precaria salud mental de sus habitantes.
En nuestros países en vías de desarrollo, fenómenos sociales como la pobreza, la violencia e inseguridad, los desplazamientos forzados, las preocupaciones económicas, el desempleo, las tragedias ante fenómenos atmosféricos, el abandono y la marginación son los denominadores comunes que desequilibran emocionalmente a sus habitantes, y aunque cada vez haya más y mejores tratamientos, en esas naciones se tiene poco acceso a este tipo de atención.
Todas estas circunstancias suelen llevar a muchos a padecer estados de desesperación, tristeza y a aumentar las tasas sociales de suicidio tal cual ocurre en nuestra ciudad, donde en el 2011 se han quitado la vida 30 personas.
Pero también es relevante que los organismos internacionales de salud mental hayan establecido que la depresión y el estrés no solo se generan por la deficiente calidad de vida de una población con dificultades vitales crónicas, sino que estas mismas afecciones se dan en el otro extremo, en las personas que viven en mejores condiciones de vida.
Allí los seres humanos están más comunicados y tecnificados pero también padecen intensas depresiones o angustias por el estilo de vida apresurado, informatizado y dominados por el hiper-consumismo, lo cual aumenta los trastornos psíquicos. Esto se refleja que se han incrementado en adultos, jóvenes y niños de estrato sociales medios y altos las adicciones a celulares, Internet, televisión, trabajo, juego, sexo o consumo.
En los ancianos surgen los síndromes de Diógenes o problemas derivados de la soledad. En nuestro país, según el presidente de la Asociación Colombiana para la Salud Mental, Miguel Sabogal, la enfermedad mental es más frecuente en personas solas, sin familia, en hijos de padres separados, adultos divorciados, viudos o en personas que viven en otra ciudad lejos de sus familias.
En síntesis, la necesidad es grande, la atención es insuficiente. Los países del mundo deben acatar este llamado a la cordura que hace la OMS para que sus gobernantes y principales instancias sociales destinen más recursos a prevenir tan alto número de personas afectadas en su equilibrio mental.