La Administración de Barack Obama presentará la próxima semana la esperada reforma migratoria, en la que tiene especial interés Colombia por ser uno de los 12 países con mayor migración a Estados Unidos.
Aunque los funcionarios encargados del proyecto seguían trabajando ayer sobre los términos finales, trascendió que la propuesta incluye la posibilidad de que los padres de niños con ciudadanía americana puedan obtener los documentos que les permitan quedarse en ese país de forma legal.
La iniciativa, además, protegería a los inmigrantes ilegales que llegaron cuando eran niños, para que puedan acceder a la residencia e ingresen al mercado laboral con las prerrogativas de los nacidos en ese territorio.
Y, en lo sucesivo, las deportaciones continuarían para todos aquellos ciudadanos que cometan algún delito en suelo estadounidense.
La propuesta llega en momentos en que las bancadas Demócrata y Republicana han coincidido en que el sistema migratorio urge un cambio sustancial, pues “está roto”.
Ese consenso político resulta más que necesario, pues los pasados intentos del partido de gobierno se han encontrado con la muralla de los legisladores de la oposición. Es más: el mismo presidente Obama sostuvo que, de encontrarse con una negativa en la Cámara, como la de comienzos de este año, procederá “de forma lineal”, lo que equivale a decir que la establecería desde el Ejecutivo mediante decreto.
Se trata, en cualquier caso, de un acto de reivindicación de la historia norteamericana, que desde el siglo XVII viene siendo construida con el impulso de los extranjeros que poblaron sus ciudades.
Actualmente llegan a esos suburbios aproximadamente un millón de inmigrantes legales y 1.5 millones de ilegales por año, que suman ya alrededor de 40 millones, tan solo un poco menos que la población de Colombia.
Con esta tendencia, los flujos latinoamericanos, especialmente, podrían llegar a crear dos culturas en un mismo pueblo, según lo advirtió en un controvertido libro el investigador Samuel Huntington.
Tal vez desde tal perspectiva etnocéntrica, que parece reflejo de una sociedad con miedo, esa nación de inmigrantes, como la definió el propio Obama, no acaba de reconocer que si alcanzó la prosperidad fue a partir de las olas migratorias llegadas desde distintos lugares del planeta y que le proporcionaron el talento de científicos, investigadores, profesionales, periodistas y obreros. Estos, además de sostener los indicadores de productividad creativa e innovadora con los que Estados Unidos se ha caracterizado ante el mundo, contribuyeron también a la expansión de la economía, a partir de elevados niveles de consumo.
Por ello, a muchos les siguen pareciendo incongruentes las deportaciones masivas de mexicanos en los años 50 del siglo pasado, luego de que las propias autoridades norteamericanas los hubieran llamado para que contribuyeran a la construcción del país.
La reforma, pues, es una oportunidad para que Estados Unidos renueve su identidad como país de inmigrantes, como destino de muchos habitantes del mundo que buscan un espacio para trabajar y prosperar.