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En Arroyo de Piedra, Santa Lucía celebra sus fiestas patronales en una caseta. El próximo febrero se cumplirán tres años del incendio que consumió la única iglesia que tenía este corregimiento de Luruaco (Atlántico), que pese a rifas, donaciones y bazares, sigue entre las ruinas.

Debajo de un techo de palmas y sobre un piso tapizado por la arena, donde antes se bailaba y tomaba cerveza, los feligreses oran cada día y asisten a la eucaristía. Le llaman, temporalmente, la Iglesia Móvil.

Mientras tanto, el lote donde permaneció el antiguo santuario, de más de 80 años, sigue baldío y cubierto de monte. El inmueble fue demolido meses después del siniestro y en el lugar ahora permanecen estructuras de hierro que se oxidan y deterioran con el tiempo.

El pueblo está dividido. Algunas familias mantienen la esperanza de un nuevo templo, pero otras cuestionan los destinos de los dineros recaudados y que se encontrarían bajo el poder del párroco Marco Tulio Agudelo.

Neysbeth Mercado, una de las religiosas de la comunidad, cree que la nueva iglesia 'estará lista solo cuando Dios disponga'.

'Antes era una urgencia para nosotros, pero Dios nos ha enseñado a tener paciencia y será cuando él así lo quiera', expresa la devota.

Otros, como Héctor Roca, critican la gestión del sacerdote y se preguntan por los 'millones de pesos' que ha recaudado.

'Han recibido recursos de importantes empresas privadas y obtenido plata por actividades y diezmo, pero no se ha construido nada ¿qué ha pasado con esa plata? Él nunca responde', dice el habitante.