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Los escritores de la antigua Soledad insisten en venerar una tumba sin huesos. Donde debían descansar los restos de un poeta, a quien pocos recuerdan, ahora se dice que no hay nada. Familiares y amigos aseguran que simplemente 'desaparecieron' de su bóveda, una de las primeras del Cementerio Central Municipal.

Al prosista José Miguel Orozco Solano se le debe la autoría del himno de Soledad, aquel que evoca las aves de acero que cruzan los mares, que recuerda el hogar de paso de El Libertador Simón Bolívar cuando estuvo cerca de morir y que enaltece un municipio 'con signo de vuelo y nombre gentil'.

'¿Pero cómo vamos a hacer recitales en una tumba donde no hay nada? ¿A qué se le hace homenaje? No le veo ningún sentido', cuestiona el único nieto del difunto, César Orozco.

Hace 41 años que murió el poeta, pero apenas hace dos descubrieron sus familiares que 'algo extraño ocurría en su tumba'. Denuncian que fue profanada, cuentan que alguien decidió destaparla y extraer sus restos. Se preguntan por qué.