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Los mangos, las guayabas o las verduras que se pudren antes de ser exhibidas para la venta pudieran estar alimentando a muchísima gente en el mundo. En efecto, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reveló recientemente que la mayor cantidad de comida que se desperdicia en el planeta son frutas y verduras. Corresponden al 55 % de todo lo que se pierde, es decir que no llega a ser consumido.

Esto sucede en todo el mundo por diversos factores que tocan los diferentes puntos de cadena de producción y comercialización, explicaron académicos del grupo de investigación Bio Organizaciones, de la Universidad Simón Bolívar.

Otros datos de la FAO indican que con esa cantidad de alimentos perdidos se podría ayudar a 36 millones de personas aquejadas por el hambre.

A 2017 el número de personas con subalimentación crónica en el mundo estaba estimado en 815 millones, mientras que en 2015 era de 777 millones. Si bien la cifra es menor a otras registradas años atrás, es preocupante que vaya de nuevo en aumento. De esa cantidad, 42,5 millones son habitantes de América Latina y el Caribe.

Curiosamente ese no es el único problema que en materia alimentaria deben enfrentar los países de esta región pues se estima que en 24 países el sobrepeso afecta al 7 por ciento de los niños menores de cinco años y al 20 por ciento de los adultos, como lo dio a conocer José Graziano da Silva, director general de la FAO, en la XXXV Conferencia Regional para América Latina y el Caribe (LARC), realizada en marzo pasado en Jamaica. Sobre esto también se ha enfatizado en la necesidad de erradicar la malnutrición optando por el consumo de alimentos más sanos, entre los cuales las frutas y las verduras constituyen un segmento importante.

En el Atlántico

El ingeniero agrónomo Jorge Vergara, investigador de Bio Organizaciones, detalla que las pérdidas de alimentos en la cadena de producción y venta son comunes en los países en vías de desarrollo.

Ejemplificó la situación, en el caso del Atlántico, con el cultivo de mango, producto bandera del Departamento y por el cual es reconocido a nivel nacional.

'Acá todavía tenemos cultivos con árboles de 20, 30 y 40 metros de altura, por lo que para cosechar tienes que esperar a que caiga la fruta; entonces no la cosechamos, sino que la recogemos. Es que el concepto de nuestros abuelos era que entre más grande el árbol y entre más ramas tuviera más frutos iba a tener, y se ha determinado que no es así', comenta.

El ingeniero aclara que muchos productores ya han accedido a la modalidad de tener árboles pequeños con podas frecuentes, al tiempo que han aumentado su cantidad por superficie, con lo que están optimizando significativamente su trabajo. 'Eso nos pasa con la mayoría de los frutales; las pérdidas en mango superan el 50% en el Atlántico y eso que ya están funcionando dos procesadoras'.

Vergara también cita detalles como que, en términos generales, pese a las capacitaciones frecuentes no se ha aprendido cuándo es el momento justo para cosechar cada producto, en qué suelos y en qué condiciones específicas.

La falta de cadenas de frío óptimas para la conservación de alimentos muy perecederos como lo son las frutas y las verduras, es otra de las situaciones que suele presentarse. 'Por factores fisiológicos de respiración y transpiración, estos productos después de cosechados siguen su proceso de maduración. Lo puedes notar en el mango cuando lo tienes en tu casa, el aguacate, níspero, maracuyá, etc., generando etileno, y eso va a terminar en descomposición, que es la condición que le sirve a la semilla para poder germinar, es un proceso natural que requiere una cadena de frío adecuada, con una medida exacta para cada producto, para alargar un poco más su longevidad', apunta Vergara.

El investigador recalca que el Estado sí ha dado asistencia técnica a través de los gremios que administran los fondos parafiscales, pero que en este sentido estas organizaciones no le pueden imponer al productor la forma de trabajar.

Hambre y malnutrición

En su informe sobre el hambre, la FAO expone la realidad de la coexistencia del hambre con las condiciones de malnutrición de las personas en países con ingresos medianos-altos y altos, incluso en un mismo hogar.

'Cuando escasean los recursos para la obtención de alimentos y disminuye el acceso a alimentos nutritivos, las personas optan a menudo por consumir alimentos menos saludables y más hipercalóricos que pueden producir sobrepeso y obesidad', se señala en el documento.