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Corría el año 2000 cuando se conoció el nombre de la nueva Reina Nacional del Café. Angie Sanclemente, representante del Atlántico, se convirtió en el centro de las miradas de una nación a la que le encantan los reinados. Pero la alegría no duró tanto, pues 48 horas después a la reina le quitaron su corona. Una de las reglas del concurso era no haber estado casada y Angie se había divorciado de Alejandro Velásquez Rasch, un sujeto de quien, hasta ese momento, solo se sabía que era comerciante, pero que terminó siendo un narcotraficante.

Alejandro parece un hombre común. Tiene tez blanca y cabello negro con los visos blancos propios del pasar del tiempo. En su antebrazo izquierdo lleva un tatuaje que cubre la cicatriz que le dejó un intento de suicidio y en la parte superior de su mano derecha, entre el pulgar y el índice, hay otro que simboliza su decisión de dejar el alcohol.

Sentado en una silla de centro comercial recordó su juventud. Cuando vivía rodeado de lujos y personalidades en el barrio El Prado, de Barranquilla. Era un niño 'bien', de 'buena familia', que por causas del destino tuvo que abandonar ese exclusivo sector y mudarse para Los Nogales, otrora fortín de los traquetos marimberos y cantantes de vallenatos que hacían parrandas todos los días.

'Yo pasé de la vida tranquila y de lujos de El Prado a Los Nogales, donde también había lujo, pero producto del tráfico de droga. Ahí conocí gente que ponía en la mesa una botella de wisky y un kilo de coca para empezar la fiesta', recordó. A sus 16 años, ese mundo lo atrajo. Rápidamente conoció a sus vecinos y de ahí en adelante la vida desenfrenada no paró. Solo cuando la muerte estuvo cerca pensó que era mejor decir ya no más.