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Como en Isabel López nadie tenía claro a qué hora Jesús iba a hacer su arribo o cuándo los muertos resucitarían, las matronas del pueblo, con la amabilidad que las caracteriza, decidieron repartir tinto con panela a cuanto vecino, Policía o periodista estuviera de pie.

Lo hicieron a paso lento y con una sonrisa de oreja a oreja, irrumpiendo de la nada en medio de la penumbra que se adueñaba de las esquinas, para ayudar a amenizar la tenebrosa y expectante noche que se enrareció mucho más cuando el reloj marcó las 12 de la noche, la hora cero esperada por los creyentes de la iglesia Berea.

A diferencia de las noches anteriores, esta vez hubo un silencio sepulcral en la casa verde, el templo de la congregación que ha albergado un controvertido ayuno prolongado. No hubo cantos ni alabanzas ni oraciones en lenguas. No se emitió ningún sonido. Nadie asomó la cabeza. No se cayó una hoja. No pasó nada. Todo una serie de situaciones atípicas, teniendo en cuenta cómo había sido todo antes, que generó una centena de teorías sobre lo que pasaba internamente en el inmueble.

Y, como el tiempo angustiaba y pasaba sin mayores novedades, algunos vecinos decidieron romper la tensión con uno que otro chascarrillo para explicar la tardanza del evento religioso. Toda una perorata que generó risas en algunos, pero que cayó mal en otros.

'Yo creo que el ‘man’ (Jesús) iba a venir, pero cuando se dio cuenta que era en Isabel López se echó para atrás (risas)', dijo un hombre en la frontera entre el barrio El Carmen y Nueva Esperanza, los dos sectores que trasnocharon a causa de la ‘resurrección de los muertos’.

La trasnochada fue tranquila, pero tuvo sus momentos efervescentes debido a que algunos miembros de la comunidad, mucho más ansiosos que sus pares, estallaron en cólera luego de enterarse de que en Barranquilla, en el norte de la ciudad, en la casa del pastor Gabriel Ferrer, varias familias se reunieron para exigir a los líderes de la comunidad que dejaran de retener en el inmueble a sus seres queridos.