Por más complejo, doloroso, y radical que parezca, una anciana de 92 años tiene prohibido cualquier tipo de contacto social en estos tiempos. Está ‘presa’ en su hogar.
‘Enjaulada’ en un inmueble verde biche y de rejas negras que en todo su frente cuenta con un pequeño, pero certero letrero: No se aceptan visitas. Ni siquiera alguno de los ocho hijos de la señora comparte a su lado en el inmueble. No se permite el ingreso de un familiar lejano.
Están prohibidas las charlas de cerca con el amigo de toda la vida. El vecino tiene que atragantarse cualquier intento de echarle el último cuento del pueblo. Palabras más, palabras menos, aléjese todo lo que pueda. Por el bien de ella, el de usted y de sus cercanos.