Lo más doloroso de ver a un recién nacido estallar en llanto porque en su cuello un par de larvas ‘nadan’ de manera cíclica en una erupción roja y llena de pus es comprobar que su vecina, otra menor de edad, está ‘cundida’ de puntos rojos en su pecho, que su amiguito se ha ‘descamado’ el tobillo por la incesante picazón y que una raquítica quinceañera, con las hebras de su cabello color amarillo y una panza tiesa e inflamada por la falta de comida, tiene el cuello y parte del rostro lleno de costras –viejas y nuevas– que se destroza todos los días a punta de uña.
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