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Fueron 29 años de angustia, incertidumbre y condiciones laborales poco favorables los que vivió Cenilda Esther Caballero para poder sacar adelante a su familia.

Su sazón hacía de su comida un ‘manjar’ que se servía en el callejón de Robertico, un espacio casi intransitable donde los olores no se distinguían, pero nunca dejó de ser frecuentado.