Les habían dicho a los empleados que tomaran lo que quisieran del club como forma de pago. No contaban con energía eléctrica, por lo que las reuniones se hacían con un foco que apenas alumbraba. Les tocó observar cómo su “segundo hogar” se desmoronaba con el pasar de los días.
Esos son algunos de los recuerdos presentes en la memoria de algunos de los socios del Centro Italiano de Barranquilla, que ha empezado a recuperar su esplendor tras la crisis financiera que amenazó con cerrar sus puertas de forma indefinida.
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“¿Qué podemos hacer para salvarlo?”, se preguntaron los miembros de esta comunidad a principios de los 2000. Lo certero era que el club, en donde vivieron los momentos más significativos de sus vidas, no podía tener el mismo destino que los otros clubes de la ciudad.
En los años noventa –contó Miguel Marú, presidente del Centro Italiano– hubo una crisis económica generalizada y muchos de los clubes empezaron a tener problemas. Para hacer frente a esa coyuntura, el Italiano vendió una parte de sus instalaciones, como una forma de evitar que este espacio se disolviera.
Era un panorama desolador, inquietante e insoslayable, pero pudo más la pasión desbocada y la conexión indestructible de los socios que decidieron apostarle a la salvación de su club. Así, con los recursos obtenidos empezaron a pagar las deudas.
“Vendimos el pedacito del terreno de la esquina y con ese dinero teníamos que solucionar las finanzas del club. Nuestra primera idea era no perder el centro social, porque al final esta es la casa de los italianos en Barranquilla”, mencionó Marú.
La denominada etapa de la salvación condujo a la decisión de convertirlo en un centro de puertas abiertas. Para generar ingresos idearon una serie de locales de comida italiana en sus alrededores: Pizzería l’América, Panadería Artesanal Panotti, La Gelatería y Cervecería Magdalena.
Con el tiempo lograron adecuar las instalaciones y hoy día, restablecido y con el propósito de seguir afianzándose, cuentan con un bar, tres salones de eventos, dos piscinas y jardín. En el corto plazo se habilitará una fototeca.
Algunas de estas instalaciones, que por lo general son alquiladas, les ha permitido hoy, tras más de 20 años de esfuerzo, llegar a un equilibrio financiero.
Y es que no era menor el reto de salvar la primera piedra, tenían que conservar a la ‘pequeña Italia’ que con esfuerzo los fundadores habían construido.
Historia del club
El Centro Italiano fue una herramienta fundamental para el desarrollo de la comunidad italiana residente en Barranquilla. El 10 de febrero de 1958 se fundó, fruto del esfuerzo de una familia de italianos que empezaron a trabajar por unir la colonia.
De esta forma lograron que la familia Mancini donara el terrero. Cada italiano apoyó para la construcción del club, el cual tenía el propósito de reunir a la colonia y brindarles el contacto faltante que tenían con su madre patria.
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“El Centro Italiano nace como un lugar donde se encuentran los migrantes. A medida que se va desarrollando su actividad social, entra a ser parte de los escenarios culturales de la ciudad”, relató a EL HERALDO Furio Ricciardiello, cónsul honorífico de Italia en Barranquilla.
Actividades sociales como la celebración del Carnaval permitieron que los migrantes italianos se integraran con mayor facilidad en el tejido social de la ciudad.
En la oficina del presidente del club se logra ver el listado de los socios fundadores, algunos de ellos son Amato Antonio, Antoni Emilio, Bacci Bartolomeo, Balzarotti Pietro, Casarosa Bruno, Cataldo Annibale, Damarco Dario, De Estefano Silvio, Fama Valestro, Gianneo Antonio, Lombardi S. Romolo, Magagna Angelo, Mei Alberto y Nucci Tullio.
Giancarlo Pugliese, actual socio del club y miembro de la junta directiva, desarrolló una conexión emocional fuerte con el centro. Allí pasó su adolescencia, una de las mejores épocas de su vida.
“Teníamos jornadas de 5 o 6 horas jugando fútbol. Y comíamos, en el club se comía superrico. De ahí nacieron muchos buenos amigos de hoy día. Era como una familia, la verdad (...) La comunidad italiana era muy unida y con el fútbol se fortalecía muchísimo”, recuerda el socio. Y agregó, muy alegre, su participación en las comparsas desde los 13 años.
A su turno, el presidente Marú también recuerda las épocas en las que disfrutaba de los campeonatos de fútbol entre los clubes: “Cada club tenía su cancha, entonces íbamos a jugar al Country o al Campestre. En ese entonces en el Centro Italiano había dos canchas de fútbol. Era muy bonito y eso lo vivimos nosotros”.
Italia en la ciudad
La primera migración italiana empezó en 1880 debido a una crisis económica en su país, lo que abrió un proceso de migración en todo el mundo y Colombia. Cuando llegaron al Caribe colombiano, de acuerdo con el cónsul Furio Ricciardiello, entraron por Fundación (Magdalena) y utilizaban el río Magdalena para buscar líneas de comercio.
“Entonces de ahí poco a poco las familias empezaban a conocer este lugar y mandaban la palabra, por ejemplo, a los hijos, a los tíos, a los hermanos, etcétera, que terminaban llegando aquí a Barranquilla”, indicó.
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En esta misma línea, Ricciardiello explicó que los primeros migrantes que vinieron eran artesanos o agricultores, quienes llegaron a una Barranquilla donde no había mucho qué ofrecer, pero sí una oferta de productos como ganado, agricultura, fruta y demás.
“Había muchos sastres, porque obviamente aquí no había todavía mucha demanda de calzado. Entonces llegan y se instalan produciendo cosas que aquí no se sabían hacer”, manifestó Ricciardiello.
Desde entonces, los italianos realizaron múltiples aportes a Barranquilla en sus aristas sociales. En el caso del cine, Floro Manco trajo la máquina del cine a Barranquilla con los hermanos Doménico y realizó un banco de imágenes del Centro Histórico de la ciudad, y también del barrio El Prado desde 1898 hasta 1926.
En cuanto a la gastronomía también se hicieron grandes aportes con la familia Mancini, quienes donaron el terreno para el Centro Italiano.
“Generoso Mancini trajo una idea innovadora de negocio para esa época. Cuando él llega a Barranquilla (...) trae su idea de montar una panadería. Trajo un molino de harina, con el que hizo las primeras harinas italianas que se manejaron acá en Barranquilla”, dijo el historiador Giovanni Polifroni.
La familia Manici inició con una panadería, luego con las harinas, las pastas y terminó produciendo refrescos. Finalmente, en el 2019 cerró la fábrica. Es una empresa que ejemplifica la migración italiana.
Por otra parte, la familia Celia Cozarelli montó una zapatería, Zapatos Cozzarelli, sobre el Paseo Bolívar, fue la primera que hubo en la ciudad, de acuerdo con el historiador Polifroni: “Fue famosa en los locales y hoy día aún se mantiene como la zapatería Cozzi”.
Y en el lado de la arquitectura “dieron mucho apoyo desde el sector del Paseo Bolívar, con arquitectura romántica, neoclásica, italiana, que también se divide en grecorromana y a la vez también neorenacentista”, relató el experto.
Finalmente, la familia Vassallo fue la encargada de la creación de la emisora radial ‘La Voz de la Patria’, que fue la primera que existió en Barranquilla y Colombia. Se encargaba de transmitir noticias y novelas.
Una mirada al futuro
Es inagotable la lista de los italianos que impulsaron el desarrollo de la ciudad, los anteriormente mencionados serían, según la historia, los más representativos. Sin embargo, esta comunidad dejó un legado innegable para la ‘Puerta de Oro’.
El Centro Italiano pretende seguir incentivando su cultura en la ciudad. Actualmente tienen un frente cultural en donde cada dos meses hacen un evento con la colonia, gestionan una cinemateca italiana y se encuentran montando una fototeca de sus ancestros.
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Asimismo, con la Alcaldía de Barranquilla están trabajando en traer al centro social la estatua de Cristóbal Colón, la cual fue destruida por manifestantes en el 2021. Y en cuanto a lo gastronómico, están gestionando ‘Il mercatino’, un establecimiento que tendrá el propósito de vender productos italianos.
El objetivo es volver a la exclusividad que caracterizó al club en sus inicios y días antes de que entrara en crisis y, su vez, continuar ingeniándoselas para preservar su legado.