Ha pasado un mes desde que la vallecaucana Milena Bastidas enfrentó la pérdida de su hija Melanny. La noticia dio vuelta al internet y muchos medios la dieron a conocer como la joven que murió sin saber que obtuvo el mejor puntaje de las pruebas Saber 11 en su colegio.
Pero, detrás de un número ganador, subyace la vida de una menor de 16 años que vivió cada uno de sus días con benevolencia y bondad.
Familiares, docentes y la rectora del colegio en el que estudiaba coincidieron en que la responsabilidad es la virtud que mayormente caracterizaba a Villa. Quizás este elemento, conjugado con el gran empeño en el estudio, dio como resultado un puntaje de 421 en el examen.
“Desde pequeña les enseñé sobre responsabilidad y sobre los valores. Todo lo que se enseña realmente en una familia. Somos una familia sana, humilde, que cree mucho en Dios”, recordó Bastidas.
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No es posible hablar de Melanny sin mencionar a Stefanny, su hermana gemela. Parecían una: sacaban notas similares, tenían el mismo grupo de amigas, dormían en el mismo cuarto, compartían talentos y sueños, de niñas vestían igual, eran buenas en el voleibol. En pocas palabras, es como si la una fuese la silueta de la otra.
Su relación tan estrecha con Dios empezó en la infancia, cuando su abuela las ingresó en un programa de misioneros en donde todos los sábados asistían a eventos y hacían el papel de pastorcita y ángel. Asimismo, participó en distintas actividades de la Semana Santa y Navidad.
Por su parte, Milena se encargó de edificar a una Melanny independiente y respetuosa: tendría seis años cuando le solicitó ayuda con una cartelera, a lo que le respondió: “Está bien, yo te ayudo, pero tienes que ser responsable, porque a la que le van a preguntar es a ti y no a mí”.
Desde ahí, la autonomía inculcada le dio paso a la recursividad, forjando de esta manera a dos jovencitas resolutivas que optaban por ver un video en YouTube para entender un tema de matemáticas, o ver películas en inglés para continuar complementando su clase de idiomas.
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Más allá de las disciplina de Melanny, la jovencita contaba con una sensibilidad artística que extrapolaba al lápiz. Cuenta su mamá que si observaba en la calle a una señora llamativa la dibujaba. No obstante, fue su hermana la que se inclinó más por este arte.
“A lo largo de mi experiencia como docente he tenido gemelas, pero estas eran bastante parecidas. Si las logré identificar era por las posiciones en las que se ubicaban en el salón. Melanny estaba siempre más cerca de mi escritorio, y Stefanny se sentaba diagonal. Pero la dinámica entre ellas era de apoyo”, comentó la docente de matemáticas Maribel López Mozo.
Quizás son contadas las cosas en las que Melanny no era buena, porque en el deporte también sobresalió: luego de practicar por meses junto a su hermana el voleibol, ver videos y entrenar en su hogar, su mamá decidió ingresarlas en la liga.
–”¿De casualidad ellas estaban en algún equipo?”– preguntó sorprendido el entrenador cuando les realizó la prueba para entrar.
Lo tenía todo: el talento, la disciplina, la responsabilidad y la perseverancia. Melanny estaba destinada al triunfo, y seguramente hubiese obtenido su beca para estudiar Ingeniería Mecánica en la Universidad del Norte junto con su hermana gemela, quien también tiene el mismo objetivo, y hoy día le apunta a estudiar becada gracias al puntaje 381 que sacó en las pruebas, el segundo mejor resultado en su colegio.
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El duelo
Stefanny actualmente dedica sus días a las manualidades, hace pulseras y el próximo 6 de diciembre se graduará de bachiller. Su mamá, por su lado, expresa que logra sobrellevar la situación con una anécdota que tuvo en la iglesia cuando murió su mamá.
“Yo fui a la iglesia el día que falleció mi madre y me puse a llorar por ella. Entonces alguien de la iglesia me preguntó por qué lloraba. Y yo le expliqué que el día anterior había perdido a mi madre. A lo que la persona me respondió: una vez llegó al cielo un niño con la luz apagada, entonces los otros ángeles le preguntaron por qué venía con la luz tan tenue, a lo que el niño les explicó que se debía a que su mamá no dejaba de llorar por ella”, recordó Bastidas.
Es así, con esa lección que aprendió aquel día que su mejor opción ahora es dejar descansar a Melanny, aunque le resulte irreal lo sucedido, aunque aún no pueda volver a su casa.
“Entonces yo tengo eso metido en la cabeza, a pesar de que esto es muy duro. O sea, una madre nunca espera enterrar a un hijo y hay momentos en los que yo claudico”, agregó.
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En cuanto a la comunidad educativa, la rectora Ana María Henrique comentó que le solicitaron a la Secretaría de Educación un equipo de psicólogos para que los ayudara a manejar el tema, debido a que la noticia afectó al grupo de amigas de Melanny y al resto de estudiantes de undécimo. Así mismo, recaudaron dinero para aportar a los gastos del sepelio. “Yo le dije a Milena que su hija murió siendo un ángel porque era muy inocente. Ambas lo son”, señaló la rectora.
Melanny no se fue del todo, porque quedó arraigada en los corazones de una comunidad educativa entera; porque vive y vivirá en cada espacio que habitó y porque su hermana Stefanny es su recuerdo en carne propia.
Un suceso inesperado
Melanny murió de un aneurisma en la aorta abdominal. Cuenta su mamá que la niña se encontraba realizando un proyecto del Sena, pues estudiaba el Técnico en contabilidad. Cuando, de repente, empieza a vomitar sangre. La niña se desvaneció al momento y pese a los esfuerzos de su madre en llevarla a una clínica llegó sin signos vitales.
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Melanny tenía el sueño de estudiar Ingeniería Mecánica junto con su hermana gemela, Stefanny. Era una niña sana, le gustaba entrenar voleibol y tenía una dieta balanceada. Para su mamá, el hecho fue un llamado de Dios.