Como residente de la ciudad de Barranquilla es probable que usted reconozca la curiosa estructura del Centro Comercial Portal del Prado frente a la carrera 46. Existen ciudadanos que no la entienden, principalmente porque la fachada barroca con mosaicos arabescos “rechina” con el moderno edificio, pero guarda una historia singular.
Los más jóvenes lo asemejan hasta con un motel, pero los mayores saben que se trata de la fachada del emblemático Club Unión Española, el lugar que resguardaba a esta colonia desde principios del siglo XX, y que, desafortunadamente, tuvo el mismo destino que la mayoría de clubes en la ciudad.
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Para la familia González –oriunda de Asturias, una tierra de reyes–, este club aún resguarda, ya de manera simbólica, sus vivencias más preciadas. La apropiación a su cultura española viene desde pequeños, pero también la han podido entretejer con la local.
“Recuerdo con cariño haber disfrutado de esa hermosa sede del club: su entorno, su diseño arquitectónico, los acabados majestuosos e imponente entrada. La elegancia que se respiraba confluía con la calidez y alegría de sus colores y, por supuesto, de su gente”, expresó Iván González, un antiguo miembro del club, en diálogo con EL HERALDO.
En su mente aún están vigentes algunos recuerdos de momentos inolvidables compartidos con su familia en dichas instalaciones: “Especialmente recuerdo el restaurante y la piscina. También compartir con amigos y entre los adultos un ambiente sano, alegre y fraternal”.
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Su abuelo Luis Máximo González fue uno de los fundadores y accionistas del Club Unión Española. Como muchos de los migrantes de la época, entró por Puerto Colombia acompañado de extranjeros que buscaban una nueva vida al atravesar las guerras civiles que afectaron a España.
Tras su llegada, estableció una familia con Felicia Peña y juntos se dedicaron al comercio del oro como actividad productiva. Con el tiempo llegaron los hijos: tuvieron 5, y años más tarde los nietos, entre esos Iván y sus tres hermanos, cuya madre es Belinda González.
Los recuerdos están en Iván, aún viven en él los días de piscina con su hermano Fabián, la paella lista desde muy temprano, los postres recién horneados y el color azul de alguna infraestructura destacada del club.
A su turno, Sergei Mesa, otro de los socios del lugar, no olvida que allí, precisamente, aprendió a nadar y pasaba sus fines de semana jugando fútbol.
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“Mi experiencia es de total diversión. Descubría las partes de atrás del club, en donde estaban los camareros y las otras casitas en donde, de niño, me escondía. Las fiestas que hacían eran muy chéveres y elegantes. Mucha gente iba disfrazada. Era puro amor”, indicó Mesa, quien es primo de Iván.
Para esta familia, la felicidad es el común denominador que define a este club: “Esa felicidad que mi familia y yo guardamos como un tesoro nos ha motivado a conservar los registros fotográficos y el título de acción del club. También nos impulsa unir esfuerzos para continuar con el legado fundado por nuestros antepasados y revivir generaciones de descendientes españoles”.
Un legado inquebrantable
De acuerdo con la investigación ‘La última diligencia’, del escritor colombiano Paul Brito, antes del Club Unión Española existió la Casa de España, fundada el 12 de agosto de 1928.
“El artículo 4 de sus estatutos, conservados aún en la Biblioteca Piloto de la Aduana, dice: La sociedad podrá intervenir en todo aquello que propenda al auge, desarrollo y engrandecimiento de los intereses patrios en Barranquilla y en cuanto se relacione con los beneficios del país”, se lee en el escrito.
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Asimismo, uno de los estatutos manifestaba que la sociedad solo podía componerse de “personas de raza blanca”.
Sin embargo, tras la creación del Instituto Colombiano de Seguros Sociales en 1946, la Casa de España se unió con el Centro Español (espacio en donde realizaban eventos culturales como obras de teatro), y, de esa forma, surgió el Club Unión Española.
Una obra arquitectónica
Tan solo un año después –es decir, en 1947– se inauguró la suntuosa sede ubicada en la avenida Olaya Herrera. La mansión fue construida por el arquitecto catalán Luis Molinas Malleu, quien acondicionó el centro con amplios salones para bailes, terrazas para tertulias, restaurantes, salones de billares, tocadores y más.
“Estuvo engalanada con un majestuoso baile en sus salones principales, los protagonistas de la gran noche eran sus notables miembros e invitados especiales de la sociedad barranquillera. Esta estructural mansión fue habilitada como nuevo centro social, caracterizada por mostrar un sincronizado estilo español basado en su arte y decoración específica”, narró el historiador Helkin Núñez en un artículo publicado en la revista Latitud.
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De acuerdo con lo estudiado por el experto, la parte interior tenía características andalucistas en sus columnas y también mosaicos; de igual forma, esta zona estaba adaptada al clima tropical, y la azotea era un lugar importante para las fiestas nocturnas.
Pero, para Núñez, lo curioso está en la fachada: “Dos leones a lado y lado de la entrada principal reflejan aún el símbolo de la noble grandeza histórica de España de igual proporción al Palacio de las Cortes Madrileñas”.
En esta misma línea, resaltó el escudo mural de España, y le siguen una serie de escudos, en proporción más pequeña, los cuales son la representación de todas las capitales provinciales de la península.
Un mismo destino
Siguiendo con la investigación de Paul Brito, la Unión Española auxilió por muchos años a aquellos que llegaban a la ciudad, a los enfermos y a los adultos mayores que no contaran con familiares que los cuidara.
Sin embargo, sus años dorados, compuestos de comparsas, de fiestas de galas, de cursos de natación y de unión por una patria, llegaba a su término a finales del siglo XX.
“Al igual que ocurrió con otros clubes basados en la nacionalidad, muchos de los descendientes de los socios ya no tenían el mismo apego por la bandera y sus tradiciones, por lo que comenzaron a cambiarse a clubes basados exclusivamente en el estrato social”, se lee en dicha investigación.
De esa forma, cada vez eran menos los socios que eran parte del club y la deuda incrementó. Una de sus soluciones, según narra el letrista, era que el Gobierno español se encargara de su manutención, pero no quisieron asumir la responsabilidad.
Como consecuencia, vendieron en 1996 la infraestructura a una caja de compensación familiar. Y con lo que quedó, comenzaron a construir una nueva sede en Sabanilla. Sin embargo, por atrasar la construcción terminó invadida.
Finalmente, la caja de compensación familiar vendió el edificio a un conglomerado económico en el 2014, y hoy está adherido a un centro comercial.
¿Por qué no fue demolida por completo la infraestructura del club?
Una vez vendida la sede se inició a tumbar el edificio. Sin embargo, relata el vigía de patrimonio en Barranquilla Yehoshua Sánchez que los ciudadanos ya habían desarrollado un aprecio por la infraestructura. De esta forma, empezaron a hacer campañas por redes sociales para su protección. El meollo del asunto residía en que el club no había sido declarado como patrimonio arquitectónico; por ende, la entidad tenía licencia de construcción.
“Se hizo mucho ruido por Instagram y por los grupos de Facebook de historiadores y fotógrafos. La Secretaría de Cultura se sentó con los constructores y lograron ver la importancia del edificio para la ciudadanía y la comunidad en general. Finalmente, tomaron la decisión de dejar la fachada, pero realmente no tenían obligación”, sostuvo.
De esta forma, aquellos que imposibilitaron que se demoliera la fachada no fueron los vigías propiamente, sino también una ciudadanía que, tras 67 años de construido, entendió la trascendencia del inmueble en Barranquilla.