Compartir:

Algunos espacios de la ciudad como el Ecoparque Mallorquín y la renovada playa de Puerto Mocho han sido pensados para que propios y visitantes disfruten de una experiencia única. Aunque dicho propósito se ha cumplido, una de las tareas que se ha logrado evidenciar –de acuerdo con una reciente investigación académica– ha sido la construcción de una hoja de ruta ante posibles cambios que enfrenten los ecosistemas por factores ecológicos, sociales y económicos.

Archivo Los nuevos proyectos tienen que involucrar a las comunidades que tienen impacto en la zona.

En el marco de este proceso –que ha sido liderado por Juanita Aldana, profesora del Departamento de Química y Biología de la Universidad del Norte, e Ignacio Palomo, de la Universidad de Grenoble Alpes– se han contemplado escenarios futuros, llamados ecofuturos, que permiten crear espacios más sostenibles y resilientes para los próximos 20 años en la ciénaga de Mallorquín y otros espacios turísticos.

De interés: En Barranquilla, fundaciones y refugios de animales recibieron siete toneladas de alimentos para perros y gatos

En primer lugar, de acuerdo con la profesora Aldana, hay que tener en cuenta una serie de escenarios para reflexionar los efectos que tienen los diferentes usos de zonas como la ciénaga de Mallorquín.

“Tenemos una imagen principal para sectores como la ciénaga de Mallorquin –que se pueden aplicar a otras zonas– y es que habría que preguntarse cómo se verían los escenarios si solo fueran utilizados por las empresas turísticas e inmobiliarias y no se tuviera en cuenta el conocimiento científico o local, y que las autoridades ambientales tampoco ejercieran un control efectivo sobre los daños. Entonces lo que obtenemos es un escenario ideal donde se puede mejorar la gobernanza de estos sectores y que se fortalezca la conservación sobre las áreas protegidas, lo que quiere decir que tiene que haber poca actividad humana o una de bajo impacto en los ecosistemas”, comentó.

Más información: Durante el 2024, la Gobernación del Atlántico firmó convenios claves en materia de tecnología

Agregó que “los espacios de la ciudad que se construyen sin participación de la ciudadanía y sobre todo cuentan con procesos de resistencia ciudadana, o que sufran los efectos del cambio climático, son ideales para la creación de campañas de concientización sobre las consecuencias de esos escenarios y la biodiversidad afectada”.

Tras tener en cuenta estos aspectos, la académica de la Universidad del Norte trató de aterrizar su estudio en un escenario real como la Ciénaga de Mallorquín para encontrar respuestas sobre cómo crear una política sostenibilidad a largo plazo.

Le puede interesar: “Cada vez toma más forma”: alcalde Char sobre obras en El Playón

“Lo primero que hay que abordar son los aspectos como la contaminación y desigualdad social, una vez resueltos se pueden tener como base para empezar a construir cosas y para esto es importante tener en cuenta la ciencia y los resultados de las investigaciones que se hacen. Posteriormente se tiene que involucrar a las comunidades para la toma de decisiones y para definir qué cosas se pueden hacer en un espacio y quien se va a beneficiar. Además, las autoridades ambientales tienen que ejercer su control sobre las afectaciones en cualquiera de estos espacios”, comentó.

Un nuevo tipo de turismo

Que las personas puedan disfrutar de un turismo que promueva la equidad y la conservación. Esta es la visión que tiene la profesora Juanita Aldana sobre las actividades que se deben realizar en los espacios de la ciudad para los visitantes.

“Un futuro ideal implicaría que las personas puedan vivir de la ciénaga, porque los otros escenarios contemplan posiciones intermedias, hay que brindar una visión amplia sobre cómo el cambio de ciertos factores puede influir en el futuro de los ecosistemas y en el bienestar de quienes dependen de ella. Ahora hay un turismo más organizado en sectores como el Ecoparque Mallorquín o el tren turístico de Puerto Mocho”, indicó.

Lea aquí: Cielo nublado y posibles lluvias, el pronóstico para este sábado en Barranquilla

Sin embargo, la docente fue enfática en que hay otros tipos de turismo en los que hay que pensar cómo se involucran las comunidades.

“Hay un turismo tradicional que es el que siempre han hecho las comunidades, y es algo que viene reestructurando con la ayuda de las instituciones y que tiene el potencial para generar las mejores condiciones para la población, incluso, en el caso de Puerto Mocho los pescadores ahora no solo se dedican a su actividad cotidiana, sino que también a lo que el turismo les ofrece. Esto se puede ampliar hacia otras actividades y crear un turismo especializado para cada cosa, como observar aves, o un turismo comunitario más centrado en las tradiciones”, indicó.

Puso de ejemplo las poblaciones que conviven en ciertos espacios de la ciudad para explicar este tipo de turismo.

“Hay comunidades que viven en áreas cercanas a los proyectos que son las que más saben de la biodiversidad del área, entonces en Mallorquín tenemos algunas comunidades mokaná con una tradición artesanal interesante y esto puede generar las bases para un turismo donde las comunidades se vean beneficiadas y convivan en el área natural junto con los proyectos”, expuso.

Archivo Los nuevos proyectos tienen que involucrar a las comunidades que tienen impacto en la zona.

En ese sentido, hizo una invitación a las autoridades para tomar decisiones y entablar procesos participativos para el futuro del turismo en la ciudad.

Lea también: La variada oferta turística en el departamento por el fin de semana de Reyes

“Hay que conversar, planificar y tomar decisiones para construir un proceso participativo donde todos estos actores que hacen parte de un ecosistema, sobre todo las comunidades locales, tengan asiento en estos espacios de toma de decisión y sus intereses y sus necesidades sean tomados en cuenta”, señaló.

Cabe resaltar que la metodología aplicada para construir el estudio participativo sobre el diseño futuros sostenibles para la ciénaga de Mallorquín contó con una metodología aplicada que trabajó de manera profunda con 17 tipos de actores sociales, incluidos pescadores, organizaciones ambientales, empresas y autoridades locales, lo que permitió identificar las principales preocupaciones en torno a la ciénaga.

Este trabajo permitió, de acuerdo con la investigadora de la Universidad del Norte, reunir a diversas instituciones, incluyendo universidades, asociaciones de pescadores y recolectores de mariscos, organizaciones indígenas Mokaná, líderes sociales, autoridades ambientales, alcaldías, ONGS y representantes de empresas de desarrollo inmobiliario para desarrollar proyectos a futuro más inclusivos en la capital del Atlántico.

Mallorquín, un tesoro natural que volvió a renacer con el ecoparque

El ecoparque Mallorquín se ha consolidado como “sitio de interés” para diversas organizaciones debido a que es hogar y refugio de cerca de 155 especies de aves, entre las que se encuentran la cigüeñuela cuellinegra, el pelícano pardo, el rabihorcado magnífico, la aratinga pertinaz, la golondrina común, la garza real, el carpintero amarillo, la mariamulata, la guacharaca caribeña, el gavilán pollero, la lechuza y el periquito manglero.

Archivo Los nuevos proyectos tienen que involucrar a las comunidades que tienen impacto en la zona.

De esta manera es que recientemente se firmó un convenio de hermanamiento entre el ecoparque y el Beidler Forest Center, de Carolina del Sur, en Estados Unidos, con el objetivo de trabajar por la conversación de las especies de aves de la ciénaga.

Dicho esto, Ignacio Palomo, quien colabora en el proyecto de diseños de espacios participativos, destacó que la ciénaga es muy vulnerable debido a sus características únicas y al equilibrio inestable del humedal, “lo que significa que cualquier cambio en el flujo hídrico o en los niveles de contaminación puede tener impactos graves”.

Lea: Autopistas del Caribe inicia labores para instalar el peaje en Luruaco