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La migrante venezolana Migreidis Rangel Osorio se radicó en Barranquilla hace nueve años, con la esperanza de lograr sacar adelante a sus hijos.

Hoy uno de ellos, en el esfuerzo por materializar ese sueño, se encuentra en Estados Unidos, desahuciado por los médicos de ese país y además, en problemas con los agentes de migración.

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El joven Maikel José Atencio Rangel, de 21 años, llegó a Estados Unidos como migrante irregular. Se cansó de vivir en Colombia ganándose la vida como domiciliario de una tienda y a cambio emprendió un peligroso camino de varios meses por Centroamérica, hasta llegar a México y de allí, dar el salto por la frontera por Texas.

Quería replicar lo realizado hace tres años por su hermana mayor, de 23 años, Miledsy Marisel Atencio Rangel, quien ahora vive en Dallas como repartidora de comida y con eso lograba dar la mano a la distancia.

“Mi hijo se fue para los Estados Unidos y cuando estaba llegando allá, lo secuestraron en México. Duró dos meses secuestrado, hasta que se pudo pagar un rescate para sacarlo. Fueron dos mil dólares, mi hija no gana esa cantidad de dinero, prestó el dinero y fue pagando hasta que lo soltaron”, explicó a EL HERALDO Migreidis, que en medio de un permanente sollozo revivió los últimos meses de dolor que ha sufrido.

Con el secuestro finalizado, pasó la raya y estando en ese peregrinaje la patrulla de fronteras lo capturó y lo puso bajo resguardo de migración. Después de unos días sin noticias de él, fue que Miledsy Marisel, su hermana, supo de la situación.

Cortesía familia. Maikel José Atencio Rangel con su familia.

“Estando en migración se enfermó, lo sacaron de emergencia a la clínica, le diagnosticaron leucemia. El quería trabajar, pero no podía porque podría agarrar una infección, la primera vez pareció que la superó, duró tres meses mal. Pero ahora recayó y ya tiene cuatro meses en la clínica. Ya el médico me lo desahució. Yo quiero alguna ayuda para poder viajar para allá, dijeron ellos ya no pueden hacer nada”, lamentó.

De un lado, Miledsy Marisel no puede hacer mucho más. Vive a una hora y media del sitio donde tienen recluido a su hermano, quien pasa las jornadas solo en el centro médico.

En tanto, Migreidis pasa los días cosiendo a máquina, esperando que le respondan la petición de una cita en los consulados y la embajada para tramitar, aunque sea, un permiso por uno días para ver a su hijo, a ver si el amor de madre obra el milagro de levantarlo de la cama.

“Yo saqué el pasaporte colombiano y la cédula. Me han dicho que no pueden hacer nada, en el consulado no me quisieron atender porque dijeron que tiene que ser por cita, busco y no me la dan. No hay respuesta de nada”, aseveró con desesperación.

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El sonido de las puntadas de la máquina de coser no se detuvo un instante. Llora y confecciona al tiempo, con la máquina espera ganar el sustento del día para el menor de sus hijos, un niño de 14 años que vive con ella, para que pueda comer y tener un techo, mientras que con sus lágrimas remacha la esperanza del milagro.

Así, aguarda que se puedan dar las cosas, llegue la mano amiga que le pueda ayudar a estar con su hijo en este momento de necesidad.