La tortura del bullicio es por su persistencia. En una ciudad como Barranquilla, el ruido es un elemento protagónico del ambiente local y es constante. Existen residentes arraigados a la cultura costeña que, en realidad, disfrutan del escándalo; sin embargo, en la ciudad brota aceleradamente un sentimiento de rechazo hacia estas prácticas de contaminación auditiva.
Es insostenible vivir bajo el ruido. Y, aun así, Milena Pérez, residente del barrio La Alboraya, ha logrado vivir 15 años al lado de los estaderos del bulevar de la 8.
“A nosotros nos han interrumpido el buen vivir que teníamos antes, ya que este barrio era uno de los mejores del suroriente y con estas cuestiones los estaderos han venido abusando. Ellos tienen un sonido altísimo los fines de semana, sobre todo los domingos. Deberían tener en cuenta de que uno va a trabajar al día siguiente”, expresó la mujer de 48 años.
Pérez añadió que tuvo que colocar rejas, porque los clientes embriagados de los establecimientos llegaban a la ventana de su casa a discutir.
En una calle más abajo está la familia Jaraba. Allí viven, en su gran mayoría, personas de la tercera edad. Su casa está al lado de un establecimiento que, según los moradores, sobrepasa los límites de ruido, lo que ocasiona que a veces no puedan conciliar el sueño. Como parte de la solución, el comercio instaló un vidrio para contrarrestar el ruido, pero no apaciguó el malestar de esta familia.
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“Eso lo prenden desde las 2:30 p. m., y lo apagan a la 1 de la mañana. De lunes a lunes está ese estadero prendido. Aquí ya no nos prestan atención y no nos dan buenas soluciones”, sentenció Graciela Jaraba.
La Ciudadela 20 de Julio es también otro sector afectado. Allí residen Doly Buelvas y Francia Torres, dos vecinas cuyos hogares están detrás de los estaderos ubicados frente al Estadio Metropolitano.
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Francia Torres, cada fin de semana, observa sus vidrios vibrar y los objetos de su casa caerse por los altos decibeles provenientes del final de su cuadra.
“Es tanto el volumen que se caen los adornos por la vibración que generan. Uno en la casa no puede hablar, imagínate, en tu misma casa no puedes hablar”, expresó Torres.
Por otro lado, Doly asegura que hay vecinos que se mudaron por esta problemática estructural.
No obstante, para algunos, la música “a todo timbal” no es otra cosa que la cultura del costeño y que, por ende, hay que aceptarla. Tal es el caso de Gabriel Bonett, un ebanista de picós habitante del barrio de Simón Bolívar y que vive de la bulla.
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“Esto es cultura. A mí no me fastidia el ruido para nada. El que tiene sueño, va a dormir como sea, así sea con un radio al lado (...) Al barranquillero le gusta la bulla”, indicó.
Bonett lleva ocho años haciendo picós. Dice que la venta aumenta desde septiembre, por los carnavales, y que después de la temporada se normaliza.
La falta de empatía
“El ruido es también una forma normalizada de violencia”, sentenció el sociólogo Edimer Latorre. Lo anterior debido a que la violencia acústica es el detonante de otras manifestaciones conflictivas.
“Es simple, reclamas que se baje el volumen y empiezan otros tipos de violencia que en múltiples casos terminan con la muerte. El antropólogo Weilder Guerra denomina a esta manifestación como violencia acústica, que es a su vez una forma de poder que detenta, paradójicamente, el que no tiene ningún poder”, explicó.
Para el experto, una de las razones por la cual ha sido difícil desarraigar esta problemática es porque no existe empatía hacia el otro.
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“El problema es el otro, el diferente, el que solicita que lo dejen dormir para poder ir a trabajar. Esa ausencia de empatía va tomada de la mano de la debilidad institucional del Estado para hacer efectiva la norma. (...) La empatía es la clave del proceso, entender que el otro es un ser humano que merece respeto”, aseguró el especialista.
Finalmente, Latorre alertó que existe una ausencia de políticas públicas en cultura ciudadana y que la confluencia de diversos grupos poblacionales de migrantes hace que los habitantes de Barranquilla requieran de una construcción narrativa que los cohesione.
“Hacen falta programas educativos que en torno a lo simbólico (el Carnaval como ejemplo de cohesión) puedan hacer un gran relato donde todos tengan cabida”, añadió.
¿Un 2026 sin ruido?
Desde los recintos del Congreso se pule una ley que promete acabar, de una vez por todas, con el escándalo. Se trata de la Ley contra el ruido, liderada por el representante a la Cámara por Antioquia Daniel Carvalho, la cual está a la espera de la sanción presidencial.
El propósito de esta ley, le contó la senadora Andrea Padilla Villarraga a EL HERALDO, es que Colombia tenga una política acústica de calidad para disminuir y controlar la contaminación acústica a partir de la prevención, pedagogía, controles y sanciones.
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“Hay una cifra que justifica esta iniciativa y es que el 75 % de las llamadas que se reciben a nivel nacional a través de la línea 123 son por ruido. Y esas llamadas, o más bien esos conflictos, a veces se escalan, cuando no son atendidos, a riñas, incluso homicidios y generan una tremenda conflictividad social”, indicó la senadora, quien fue ponente de la iniciativa legislativa.
El estatuto reglamentará los niveles máximos de ruido para todo el territorio nacional, así como unos mapas para delimitar zonas de protección acústica, tales como humedales, zonas de fauna silvestre, inmediaciones de instituciones hospitalarias y lugares en los que se requiera silencio, por ejemplo, salas de velación.
Asimismo, también se requerirá el trabajo mancomunado de la cartera ministerial: el Ministerio de Defensa se encargará de expedir los procedimiento de medición y evaluación del ruido asociados a la seguridad y a la convivencia ciudadana; Ministerio de Transporte deberá adecuar a sus medios vehiculares en cuanto al control de exostos, y Ministerio de Salud tendrá que identificar población del espectro autista para establecer medidas de protección.
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Para la senadora, “el diente” de esta ley son las multas. Para quienes afecten la convivencia por ruido, serán sancionados con el pago de 16 salarios mínimos legales diarios vigentes. También hay multas especiales para las aglomeraciones, como los carnavales y otras actividades culturales, de 100 a 500 salarios mínimos legales mensuales vigentes.
“No es que se va a acabar el Carnaval de Barranquilla o de Negros y Blancos, no. Simplemente tienen que cumplir con unas medidas de mitigación y respetar los límites establecidos. Es decir, van a tener que tramitar unos permisos y acogerse a unos horarios controlados”, explicó la senadora.
Acciones ante el Carnaval
Desde el inicio de año 2025, la Alcaldía De Barranquilla notificó que, en compañía de entes descentralizados como Barranquilla Verde, desarrolla semanalmente la estrategia denominada “Caravanas por la vida”, un plan de prevención en las cinco localidades del Distrito durante toda la época de precarnaval y que se extenderán en la temporada de Carnaval.
De esa forma, dieron a conocer que iniciaron una mesa de trabajo con los comerciantes y empresarios de los sectores de las calles 84 y 82 entre carreras 43B y 46, en la cual se incentivó a la autorregulación y se establecieron compromisos para la reducción de ruido.
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Indicaron, a su vez, que a dichos establecimientos les han realizado visitas de inspección, imposición de obligaciones y en algunos casos hasta decomiso de elementos de amplificación tales como parlantes. Además, informaron que se han realizado nuevamente mediciones sonométricas en aquellos que realizan adecuaciones, con el fin de verificar la disminución de los decibeles.
Por otro lado, adelantan labores de vigilancia con el apoyo de la Policía Nacional en cada una de las localidades del Distrito a través de operativos. Y aseguran que han realizado operativos nocturnos en las zonas donde se presentan las quejas ciudadanas con la finalidad de identificar las fuentes de emisión e imponer las obligaciones a las que dé lugar.
Recomendaciones
La Alcaldía de Barranquilla fue enfática en que, para esta temporada de carnaval, no se deben tener altoparlantes en zonas de uso público y para aquellos que estén ubicados en zonas de uso privado no podrán trascender a zonas de uso público.
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Además, sugieren no realizar actividad de perifoneo, salvo para actividades previamente autorizadas por la Alcaldía y en emergencias.
En esta misma línea, recuerdan que para desarrollar eventos de música en vivo y venta de entradas tendrán que contar con la autorización de la autoridad ambiental. Y, por último, recomiendan cumplir con las obligaciones impuestas previamente por la autoridad ambiental.
La exposición constante al ruido impacta negativamente en la salud
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de mil millones de personas de edades comprendidas entre los 12 y los 35 años corren el riesgo de perder la audición debido a la exposición prolongada y excesiva a música fuerte y otros sonidos recreativos, lo que puede acarrear consecuencias devastadoras para su salud física y mental.
Dentro de las afectaciones se encuentra el tinnitus, mayor conocido como la sensación de oír ruidos que dan lugar a sus síntomas; estrés, y con este, pueden aparecer síntomas relacionados con la fatiga mental, la histeria o la ansiedad, y problemas con la memoria y la concentración.
La OMS recomienda que en lugares y eventos de entretenimiento limiten el riesgo de pérdida de audición de las personas sin perder la alta calidad del sonido un nivel sonoro medio máximo de 100 decibelios, calibrar de manera constante los equipos, tener acceso a zonas silenciosas para que los oídos descansen y disminuir el riesgo de daño auditivo, entre otras recomendaciones.