En la Vía 40, las mujeres que hacen parte del Congo Grande de Barranquilla dejaron de lado las faldas y las peinetas de flores. Durante el desfile de este sábado, decidieron vestir con pantalón y turbante para rendir un homenaje a Alba Ahumada, la primera mujer en participar en esta danza guerrera, quien falleció en octubre del año anterior.
“Esto es algo muy significativo. En esa época que la señora Alba se atrevió a vestirse de Congo, el machismo se encontraba muy impregnado en la sociedad. Ella fue capaz de romper ese estigma y se atrevió a usar nuestro vestido”, dijo Dayana Maury, integrante de esta danza de tradición.
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Sostuvo que, durante los últimos años, han venido trabajando para visibilizar el trabajo que las mujeres hacen dentro de la danza del Congo: “Queremos que sobresalga más, que le den la importancia que ha tenido por años dentro de la danza”.
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Recalcó que uno de sus principales objetivos es mantener vivo el legado de mujeres como Alba y de familias enteras que durante años han sido guardianes de esta tradición que cumple cerca de 149 años de historia.
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“Este año, en el Carnaval de Barranquilla la bandera es el legado familiar; dentro de nuestra danza hay un legado y es el que está permitiendo que esta danza trascienda de generación en generación. En esta danza hay muchas familias de las cuales son las que permiten que este legado trascienda en la historia”, agregó Maury.
El legado de Alba Ahumada
Tres años atrás Colombia aprobaba el voto femenino, pero fue hasta diciembre del 57 cuando las mujeres decidieron en las urnas. Alba aún era menor de edad para sufragar. No obstante, antes del Miércoles de Ceniza ya se había estrenado en el Camellón Abello, antiguo Paseo Bolívar, por donde desfilaba el Carnaval en la época. Bailó en una danza que, en ese entonces, era netamente masculina. Lo hizo con “los pantalones puestos” en un territorio “gobernado por machos”.
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“Mi pasión por el congo empezó siendo una niña. Yo me iba bailando detrás de las cuadrillas, imitando los movimientos que ellos hacían. Vivía en el Barrio San Felipe, muy cerca de donde ensayaban. Cuando volvía, mi mamá me pegaba y mi papá tenía que decirle que me dejara quieta, hasta que por fin salí en la Batalla de Flores. Admiraba a los congos, me maravillaba su traje pero no podía usarlo por ser mujer. Un día me decidí porque quería lucirlo con honor”, le contó Alba, en su momento, a EL HERALDO.