El océano en la playa Punta Roca es voraz. Las olas colisionan, iracundas, con las piedras costeras, y, como proyectiles, sus gotas salinas impactan a toda una sinfonía “ecosistémica”: aterrizan en la pelota de fútbol desinflada que, en su momento, generó recreaciones; salpica al casco de protección que a algún ingeniero perteneció, y se escurre con facilidad entre las grietas de las maderas que reposan en sus orillas.
Además: Más de 25 familias de Juan Mina se benefician del programa Mi Barrio Siembra
Y es en estos troncos náufragos, que son arrastrados desde el río y danzan con las olas hasta destinar en la arena, en donde se podría estar fortaleciendo una red “ideal” para atrapar plásticos en distintas playas del Atlántico.
Investigadores de la Universidad del Atlántico, junto a otros especialistas de Marruecos y Estados Unidos, descubrieron que en estos entornos costeros la alta acumulación de madera náufraga padece una relación directa con la concentración de residuos. Es decir, en estas zonas, la madera y el plástico se acumulan, y dicha coalición, ocasional, da como resultado una serie de impactos negativos para los ecosistemas.
Principales hallazgos
El departamento del Atlántico cuenta con 72 kilómetros de línea de costa, según los investigadores. Para este estudio, evaluaron las playas de Puerto Velero, Playa Linda, Salinas del Rey, Loma de Piedra, Bocatocinos, Punta Astilleros, Salinas de Galerazamba y Galerazamba (estas dos últimas de Bolívar).
Los analistas optaron por evaluar estas playas remotas puesto que son las que tienen menos probabilidades de ser intervenidas por su difícil acceso. Fueron en estos sectores en donde lograron registrar 3.701 piezas de madera a la deriva y 3.232 objetos plásticos, con una densidad promedio de 9.2 y 8.1 por metro cuadrado, respectivamente.
También: Este domingo estarán sin luz sectores de Puerto Colombia y Barranquilla
En esta misma línea encontraron que la abundancia de madera varió considerablemente entre las playas estudiadas. Puerto Velero presentó la mayor concentración, con 15.6 ítems por metro cuadrado, mientras que Playa Linda registró la menor, con 4.28 ítems. De manera similar, la densidad de plásticos fue mayor en Bocatocinos, con 14.7 ítems/m², y menor en Salinas del Rey, registrando 3.1 ítems/m².
Los científicos observaron 43 tipologías de plásticos. Los más comunes fueron fragmentos de plástico o poliestireno menores de 2.5 cm (32,18 %), seguidos por tapas y tapones (18,13 %) y otros variantes del mismo material (15,87 %). En total, las diez principales categorías de residuos representaron el 88 % de todo el plástico recolectado.
El papel de la deforestación
La madera flota. Emprende un largo viaje desde el río hasta terminar atrapada en las corrientes litorales. Una vez sometida a las fuerzas del mar, este mismo lo escupe a lo largo de la línea costera. Entonces, allí permanecen y encuentran un nuevo hogar.
“En el departamento del Atlántico, donde existen 26 cuencas de ríos, hay un aporte significativo de madera flotante. Esta madera se moviliza constantemente y se acumula en ciertas playas”, explicó el líder de la investigación, Nelson Rangel.
Pero, ¿qué atrae la madera a zonas impropias? Según el científico, los troncos, unos más grandes que otros, provienen de los árboles. Este material cae al río debido a la tala o por muerte natural.
“Es importante aclarar que no se trata de madera procesada ni de residuos de muebles, sino de madera en su estado natural”, recalcó.
Esta situación es tan común en distintas playas del Caribe colombiano, que se ha convertido en una característica significativa. Sin embargo, este panorama enfrenta dos puntos de vista cruciales.
Rangel indica que los desechos leñosos facilitan el ciclo de nutrientes; contribuyen al almacenamiento de carbono; favorecen la regeneración de las comunidades biológicas, y son el hábitat para numerosas especies.
Desde otra óptica, la bióloga marina Adriana Gracia observa en este escenario un problema de deforestación.
“A diferencia del proceso natural en el que los árboles completan su ciclo de vida y eventualmente caen en los ríos, la deforestación es una actividad inducida por el ser humano”, detalló.
La científica precisó que para conocer la fuente de la que provienen los troncos se necesita otro estudio más complejo, pero considera que la desembocadura del río Magdalena juega un papel clave en este fenómeno que se da principalmente en el departamento.
“Como es la principal arteria fluvial del país y atraviesa una gran parte del territorio, transporta una enorme cantidad de troncos y residuos de madera hasta el mar”, señaló.
El viaje del plástico
De forma individual, en esta trampa convive basura que, de alguna forma, cuenta historias humanas, pero, en conjunto, expone exacerbadamente el descuido y la apatía con el medio ambiente.
En palabras de Rangel, el plástico arriba a las playas del Atlántico a partir de fuentes terrestres como ríos, basura mal gestionada en zonas urbanas y residuos arrastrados por el viento. Asimismo, provienen de fuentes marítimas, tales como actividades pesqueras, transporte marítimo y corrientes oceánicas que transportan plásticos desde otras regiones.
Y, como resultado, estos objetos contaminantes quedan bajo el inclemente sol o la despiadada tormenta, es decir, a la deriva y náufragos junto a los troncos.
Esta exposición tiene impactos ambientales graves y de largo alcance en los ecosistemas marinos y costeros, de acuerdo con Rangel.
“En primer lugar, el plástico flotante es una fuente persistente de contaminación, ya que su degradación es extremadamente lenta y puede tardar siglos en descomponerse completamente”, dijo el geólogo.
Y añadió: “Durante este proceso, se fragmenta en microplásticos y nanoplásticos que ingresan a la cadena alimentaria, afectando organismos marinos desde el zooplancton hasta grandes depredadores. Muchos animales confunden los plásticos con alimento, lo que puede causar asfixia, desnutrición y obstrucción intestinal, reduciendo sus tasas de supervivencia”.
Otras consecuencias del plástico flotante, notificó el experto, es que actúa como un vector de dispersión de microorganismos, algas y pequeños invertebrados a nuevas regiones, alterando los ecosistemas y amenazando la biodiversidad local.
Animales no nativos
Hasta este punto, ha quedado en manifiesto la turbulenta convivencia del plástico con la madera. No obstante, este encuentro conduce también a la invitación de otras especies.
Empieza un posible problema para los ecosistemas cuando arriban a estas zonas animales no nativos. Hay especies que habitan en otros sustratos duros, como manglares, rocas y corales. Su propósito, como cada ser vivo, es sobrevivir. Por ende, ven en los troncos flotantes un nuevo hábitat para completar su ciclo de vida.
“El problema radica en que estos troncos tienen la capacidad de desplazarse con las corrientes marinas, facilitando el transporte de especies que, de manera natural, no podrían llegar a ciertas áreas. Esto puede provocar la introducción de especies no nativas en nuevos ecosistemas y generar posibles desequilibrios”, puntualizó Adriana.
En la playa Punta Roca hay una pila de conchas de mar. Incluso, su mismo suelo está cubierto por estos esqueletos de moluscos. La científica Gracia afirma que esta es su hábitat natural. Pero hoy día, su hogar es un entorno no solo amenazado por la migración de otras especies nativas, sino también por un peligro que ya está: el plástico.
Sugieren una lista de acciones para contrarrestar la problemática
Los autores recomiendan un enfoque de gestión integral que contemple “la función ecológica de la madera a la deriva y la necesidad de reducir la entrada de plásticos desde las fuentes terrestres”, se lee en el comunicado.
Las acciones sugeridas son: implementar programas de limpieza selectiva que remuevan plásticos sin afectar la madera beneficiosa para la dinámica costera.
También fortalecer la educación ambiental entre usuarios de las playas y comunidades locales, y establecer estrategias de manejo de residuos sólidos en las cuencas hidrográficas que alimentan la región, especialmente la del río Magdalena.
Y, por último, promover políticas públicas que integren a municipios, empresas y organizaciones en la reducción de la contaminación plástica.
Rangel reiteró que la costa central del Caribe colombiano es una región de gran potencial turístico, pero la acumulación de plásticos afecta negativamente la calidad escénica de las playas y, por ende, su atractivo para visitantes nacionales e internacionales.
“La gestión eficaz de la madera y los plásticos no solo mejorará la calidad ambiental de estas
playas, sino que también fortalecerá su potencial como destinos turísticos sostenibles”, concluyó.