En los espacios de las baldosas de la plaza del pescado no hay piedras ni restos de basura, sino escamas, o quizás fósiles de las mismas. Escamas que en algún momento salieron disparadas como proyectiles cuando el vendedor las retiraba, con mucha agilidad, del pez, y que son símbolo, quizás un poco ignorado, de la sinfonía comercial que se vive en el lugar.

Esta sinfonía se vuelve una mega orquesta de grandes actividades comerciales cuando llega esta época del año: la Semana Santa. Durante los últimos días, especialmente este miércoles 16 de abril, cientos de barranquilleros y visitantes se adentran a los recónditos de la olorosa y congestionada plaza y, tras horas, abandonan el lugar con sus tanques rebosados de lisa, bocachico, lebranche y moncholo. Mientras que los vendedores cuentan, de a uno en uno con sus manos llenas de sangre, fajones de billetes de cincuenta y cien mil pesos.

En efecto, la venta va en popa. Sotenes Robledo, quien lleva 25 años en la plaza, dice que eran las 10 de la mañana y ya se había hecho, mínimo, más de un millón de pesos.
“Aquí tenemos lebranche, mojarra roja, mojarra blanca de mar, jurel. Un pescado de 3 libra está costando 18.000 pesos. Ahora mismo son las 10 y más o menos estimo un millón de barras, cuando en un día normal el mínimo son 400.000″, explicó el hombre.
Asimismo, resaltó que le resultó más barato comprar los insumos este año, puesto que consiguió el kilo de mojarra a 13.000 pesos.
Por su lado, pareciera que el trabajador Fernando Polo vendiera el pez como pan caliente, porque a esa misma hora del día ya se había hecho, con sus compañeros, más de 50 millones.
El hombre, muy relajado, se ubica en una esquina de la plaza y se encarga también de manejar la música del lugar. De esta forma, mientras versea las canciones de Diomedes, ofrece tilapias, mojarra roja y negra en distintas presentaciones y de a kilos.

“Esos pescados vienen del Huila, de San Marco y de Las Villas. Pero más que todo del Huila. Son las 10 de la mañana y todavía, mira, la gente comprando”, observó.
Estos vendedores trabajan hasta la 1 de la tarde: llegan a la plaza a la 1 de la madrugada, porque a las 3:00 de la mañana los portones ya están abiertos para el público. Entonces, deben limpiar, acomodar y dejar listo el puesto para los clientes.
Por su lado, el joven Ronald de Jesús Robledo y su esposa, se sienten motivados por el auge en las ventas, pese a todo el esfuerzo que les ha costado.
“El proceso de preparación para esta semana ha sido algo duro, porque estos días son pesados, no son los mismos que los días anteriores: salimos más tarde, nos despertamos más temprano. Los días anteriores puede venir uno a las 2:30 a. m., 3 de la mañana. Esta vez, el trasnocho es demasiado”, indicó.
Otras alternativas de negocio
El comercio en este lugar, tal como se ha evidenciado, es vibrante. Si bien es cierto que abundan los vendedores de pescados, en un rincón están los que continúan la cadena del negocio. Patricia García es trabajadora de la pequeña tienda que está al lado de la plaza.

En el establecimiento, la señora vende salpicón, y un corrientazo de ensalada de aguacate, arroz, yuca y pescado frito. Incluso, tienen servicio de fritada: “Usted compra el pescado allá en la plaza y nosotros se los preparamos y le cobramos 10.000 pesos por eso. Y viene con su arroz y su sopa”, explicó la barranquillera.
Y tan solo en las primeras horas del día, García y su hija llevan vendido 800.000. “Aquí también tuvimos que madrugar para poder tener listos todos estos alimentos y atender bien al público”, agregó. Los platos de la señora oscilan entre 10.000 a 15.000.
Devoción inagotable
Comer pescado durante la Semana Santa hace parte de una tradición cristiana ligada a un ayuno y abstinencia de comer carnes el Viernes Santo que fijó la Iglesia Católica. Esta costumbre se resiste a ser olvidada, algo que se refleja en el gran flujo de personas que asisten a los mercados en esta época a comprar su marisco.

Sin embargo, la compradora Cecilia de la Hoz asegura que con estas prácticas no se garantiza la salvación, pero que es importante mantenerlas porque ya es tradición en los católicos. Además, comentó que están vendiendo los pescados muy caros a comparación del año anterior.
“El kilo lo están vendiendo de 15 mil para arriba, a 19.000 o 20.000. Cuando normalmente uno lo compra en 10 o hasta más barato. Yo compro todo lo que esté en buen precio como bocachico, mojarra roja, mojarra negra, corvina, basa, toda esas variedades”, sentenció.
Por otro lado, Abel Martínez invirtió en toda clase de pescados una suma de 80.000 pesos colombianos para hacer salpicones, y moncholo guisado con arroz de coco y aguacate para su familia.
“Esta es una cultura que debemos tener todos, principalmente en la costa. Por eso espero que prevalezca por siempre”, expresó el barranquillero contento con su bolsa llena de pescado fresco.